acompañar a las mujeres a transitar mejor cada etapa de su vida”.
Hoy entiendo que estudié y que sigo formándome para eso. Para ser una gran acompañante de caminos, de alegrías, de grandes momentos. Para agarrarte de la mano, mirarte a los ojos y contenerte. Para buscar la luz en la oscuridad cuando manda el miedo. Para que, como siempre digo, te vayas de mi consulta mejor de como entraste…
Quiero que este libro sea tu compañía siempre. Que a las dos de la mañana te saque de un apuro y te relaje dándote el control sobre tu cuerpo y tus emociones. Quiero que este sea tu lugar de identificación, porque ninguna mujer es la excepción a ninguna regla. Quiero que lleguemos a aceptar que tenemos mil facetas y ninguna nos define en un todo, sino que todas juntas hablan de nosotras.
Me gustaría que estas páginas te ayuden a que puedas conocerte, a que te amigues con tu cuerpo y tu propia luz hasta que puedas sentirte un todo entre lo físico, lo mental y lo emocional. Que liberes tus culpas, que te sueltes de las ataduras de lo que creíste que era correcto.
Quiero que en mí encuentres una amiga, una palabra tranquilizadora, que no juzga, que acompaña y que habilita a ser. Mi deseo es que, en este libro, encuentres una respuesta, un mensaje, un abrazo y una guía que te haga ser más consciente de lo que te pasa, para que juntas podamos sacarlo afuera. Créeme: se puede disfrutar y gozar de ser estas mujeres que somos.
Sexo sentido está dirigido a todas las personas que se sientan mujer. Si bien, muchas veces, me referiré a las mujeres como personas con vulva y a los hombres como personas con pene, mi intención es que todas las personas, en algún momento durante la lectura, se sientan parte y se identifiquen. El género trasciende el binarismo hombre/mujer.
Este libro está escrito para que las personas sean más libres sexualmente. No tiene etiquetas. Por eso también me refiero a parejas sexuales independientemente de su identidad de género.
En estas páginas voy a hablarles del placer y del autoconocimiento, pero también de la culpa, de los mandatos, de las creencias, de todo aquello que nos impide gozar. Vamos a transitar emociones, las que nos atraviesan día a día, las que sentimos, las que nos estimulan o nos retraen, las que nos dan en el alma y a veces nos limitan. También, vamos a hablar de sexualidad y de sexo. Vamos a hablar de deseo y libido. Y te voy a compartir los mitos y realidades que tenemos las mujeres y los hombres a la hora de gozar y que nos marcan, tantas veces, la senda. Las emociones en el sexo nos afectan y nos influyen en el goce, en la salud y repercuten en nosotras y en nuestros vínculos. Vamos a hablar de orgasmos, de masturbación femenina, de imprevistos a la hora del sexo, de la falta de deseo y cómo estimularlo, de aquello que no nos animamos a pedir por miedo a cómo nos verán y de nuestro poder para elegir cómo queremos vivir nuestros vínculos sexuales.
Vislumbré este libro hace muchísimos años, con tanto amor como imaginé a mis hijas y las sentí antes de que fueran concebidas. Llega en el momento justo, en el que cada mujer necesita reencontrarse y prender su GPS en ese tiempo que transita. Nada llega a nuestras manos antes de tiempo. Si estás leyendo Sexo sentido, significa que estás por emprender un viaje al centro de tu placer.
Hoy este libro acaricia mi alma, ya que todo lo que brindo en él forma parte de mi experiencia de tantísimos momentos de escucha, de horas de estudio, de decenas de libros leídos, de incontables situaciones vividas en el consultorio. Entre espéculos, Paps, manos agarradas, sonrisas y lágrimas, aquí me tienen para acompañarlas. Amo escribirles, hablarles y escucharlas.
A ustedes, mujeres amigas, mujeres líderes, mujeres fuertes, mujeres emprendedoras, mujeres que aman y se dejan amar, mujeres que dudan, mujeres que se cuidan y protegen. Mujeres brillantes, simplemente mujeres.
A ustedes que son adolescentes y tienen todas las dudas. A ustedes que son jóvenes y están viviendo un mar de experiencias. A ustedes que son adultas y les dijeron que es la mejor edad, pero no logran combinar la vida diaria llena de obligaciones con el placer. A ustedes que están en plena menopausia y sienten que se apagan, cuando en realidad pueden vivir un hermoso despertar. A ustedes que pasaron los sesenta y pico y compraron el discurso de que la gente grande ya no “disfruta” de la sexualidad. ¡Ja! Nada más lejos de la realidad. A ustedes, mujeres, con la orientación sexual que elijan para ser felices. A ustedes que quieren vivir sin culpas, que no se sienten escuchadas o que no se animan a preguntar; a ustedes que se sienten solas y que nadie las entiende. A ustedes que son madres, abuelas, tías, hermanas, amigas, esposas, novias, amantes, amigas con derechos...
A ustedes, mujeres: ¡bienvenidas, a este mundo maravilloso de ser mujer y gozar en el camino!
Bienvenida
Permiso para el placer
Cada día más, se entiende que el placer es nuestro derecho y que todas las mujeres somos dignas de otorgárnoslo cuando cada una así lo decida. Pero, durante mucho tiempo, el disfrute de la mujer no le importó a nadie: ni siquiera a nosotras mismas. Y en algunos casos, todavía hoy sigue estando mal visto.
En cambio, el placer masculino siempre estuvo socialmente aceptado. Los hombres tienen culturalmente aprobado el derecho a gozar. Y, además, la naturaleza les dio la posibilidad de conocerse más rápido, casi sin tener que proponérselo.
La primera gran diferencia entre ellos y nosotras es que sus genitales están más expuestos. Eso significa que se los miran desde pocos meses después de nacer, se los tocan, examinan sus cambios... Conocen su tamaño, sus sensaciones: el diálogo entre su pene y su cerebro está claramente establecido.
Nuestros genitales están allá abajo, lejos, ocultos, misteriosos. Por eso, muchas veces, no sabemos cómo nombrarlos. Ni siquiera sabemos cómo está conformada nuestra vulva, cómo es, de qué color, cómo se llaman las distintas partes y qué función cumplen para nuestro disfrute.
Las mujeres tenemos libertad sexual. Esto abarca el disfrute, el ejercicio y el desarrollo de nuestra identidad sexual. También, comprende la elección de tener o no hijos, cuándo y cuántos, y la decisión de en qué momento tenemos relaciones sexuales, cómo y con quién. Todas podemos buscar nuestro placer.
Todas, absolutamente todas las mujeres, tenemos la posibilidad de tener un orgasmo, es decir, de sentir el éxtasis. Todo nuestro cuerpo está provisto de miles y miles de terminaciones nerviosas que están allí para hacernos gozar y tener sensaciones: darnos escalofríos, estremecernos y disfrutar hasta llevarnos al máximo placer. ¿Saben qué es lo primero que debemos hacer? Darnos permiso.
El permiso para el placer femenino es un derecho que debería ser de lo más habitual, una experiencia que todas tengamos con frecuencia y que recorramos a lo largo de nuestra vida. Pero es difícil y, a veces, cuesta derribar la cantidad de prejuicios, preconceptos, reglamentaciones y prohibiciones que se nos imponen y que nos atribuimos a la hora del goce. No nos damos permiso para el placer. Aunque parezca mentira, a veces las personas más llenas de falsas creencias, de culpas, de prohibiciones y de mandatos en contra de nuestro disfrute somos nosotras mismas.
Por otro lado, siempre la vagina estuvo asociada al placer o se le dio el lugar de órgano sexual en equivalencia al pene de los hombres. Por ende, se centró la obtención del placer lógicamente en ese órgano. ¡Esto es un error!
Desde tiempos remotos hasta el día de hoy, el placer femenino se asocia con la penetración. En los libros de ciencia y de medicina no se habla del placer femenino ni de su órgano de placer más grande, que se llama clítoris.
A mediados el siglo XIX, la medicina hablaba de maleficios psiquiátricos, demencias prematuras, epilepsias, ceguera, desviaciones, alteraciones neurológicas, e incluso de la muerte temprana si alguien osaba tocar el clítoris. Hasta era recomendado extirparlo para evitar enfermedades.
Esto se mantuvo en auge hasta la mitad del siglo XX. Sí, leyeron bien, hasta 1950/60. Y aún en muchas culturas ese disfrute está mal visto, o incluso prohibido hasta la actualidad. De hecho, hay lugares en el mundo en los que es culturalmente aceptable mutilar el clítoris por diversas causas, entre ellas: quitar la posibilidad de gozar, castigar a la mujer por tener relaciones sexuales sin haberse casado o por ser infiel.
Tuvieron