es un suplicio”.
•“Hace años que no siento nada y me muero de vergüenza”.
•“Amo a mi pareja, pero la paso mejor sola”.
•“No puedo llegar, solo pienso en cómo me veré en ese momento”.
Vamos por partes. Durante el orgasmo se libera la tensión acumulada en las fases anteriores (excitación, deseo y meseta de la respuesta sexual femenina). Comienzan las contracciones rítmicas de placer. Se contrae el útero, tiene espasmos, puede “latir” la vagina, y se siente un extremo cosquilleo y latir pelviano. Se erectan los pezones, aumenta la frecuencia cardíaca y respiratoria, la salivación y el rubor en el rostro y la boca.
Hay un aumento de sudoración corporal, transpiramos, jadeamos, gemimos, se eriza la piel, cambia la sensibilidad. Tenemos una expresión facial de placer, entreabrimos poco o mucho la boca, entrecerramos los ojos, la cara toma una expresión diferente en cada persona… Se liberan grandes cantidades de dopamina, oxitocina y endorfinas, neurotransmisores que aumentan cuando hay placer. Generan un gran bienestar y suministran una sensación de esplendor y relax a nivel cerebral. Cuanta más cantidad hay, más queremos repetir la experiencia. Se da un circuito cerebral de placer-recompensa que nos hace “querer más de eso”, ya que genera un recuerdo excitante.
Cuando pregunté en otra encuesta si consideran que existen varios tipos de orgasmos, de las 1847 mujeres que participaron, el 60 % creía que sí: el vaginal, el del “punto G”, el de la eyaculación, el de un squirt y el clitorídeo. Sin embargo, sabemos que el gran disparador del orgasmo es el clítoris y que todos los caminos hacia el placer se basan en sus diferentes formas de estimulación. Mujeres, cuánta energía mental y emocional perdemos creyendo que estamos “falladas” porque no logramos tener “los diferentes orgasmos”, ¡cuando en realidad no existen como tales!
Luego del orgasmo, entramos en el período de resolución. Es la última fase, cuando se produce una sensación de relax y bienestar general; sentimos que no queremos más estímulo, ni que nos toquen. Algunas mujeres, aún luego del orgasmo, siguen con ganas de gozar y de recibir estímulo pudiendo tener o no múltiples orgasmos.
Existen diferentes manifestaciones orgásmicas y algunas mujeres, en algunas circunstancias, mientras lo experimentan pueden tener también una eyaculación y/o un squirt.
Se habla de la “eyaculación femenina” cuando, durante el orgasmo, las glándulas de Skene vacían su contenido, que se compone de un líquido espeso, blancuzco, transparente, expulsándolo como si fuera una eyaculación. Estas glándulas se encuentran a los costados de la uretra (conducto por donde sale nuestra orina). Se las conoce como la “próstata femenina” porque contienen una secreción viscosa parecida al semen de los hombres, detectándose también antígeno prostático.
Esta especie de “eyaculación”, a veces no se percibe y otras se puede manifestar entremezclada con los fluidos vaginales. En cuanto a la técnica para lograrla no hay una específica, aunque muchos tutoriales digan que se puede provocar introduciendo un dedo en la vagina y haciendo con él el gesto de “ven” para estimular la parte anterior (casi a la entrada). Eso se basa en que, al estimular el clítoris por la parte interna de la vagina y masajear ese punto, se dispararía la salida del líquido de las glándulas de Skene.
Hay mucha controversia sobre el significado del squirt, si es diferente de la eyaculación y cuál es el origen de esos fluidos. Todavía no queda enteramente claro, ya que no hay grandes estudios al respecto. El tener un squirt corresponde a una sensación similar a la “de hacerse pis encima”, que produce muchísimo placer. En el momento de sentirlo se expulsa una gran cantidad de líquido que sale por nuestra uretra, que literalmente nos moja, y puede mojar a nuestra pareja e incluso nuestra cama. Este líquido es muy diluido, pero no es realmente orina. No tiene olor, tiene menos concentración y es más claro.
La fisiopatología por la cual la orina se diluye con niveles más bajos de creatinina, urea, ácido úrico y densidad en comparación con la orina normal, durante la excitación sexual, sigue siendo una incógnita y hay varias explicaciones al respecto.
En la actualidad, existe un gran debate sobre esto y se están realizando varios estudios científicos para poder saber exactamente de dónde proviene este líquido que expulsamos y que tanto placer nos da. Algunos trabajos demostraron que proviene de la vejiga y es un tipo de “orina”, ya que se observó en las mujeres un vaciamiento de la vejiga en las ecografías luego de expulsar este líquido. Este tendría una composición diferente de la de la orina dependiendo del intervalo entre el último vacío y el comienzo de la actividad sexual hasta la expulsión del líquido.
Lo importante es que sepamos que el squirt es algo normal, sano, disfrutable, que no nos debe avergonzar ni asustar. Es otro modo de disfrute e instante pleno, que forma parte de nuestras grandes alternativas de goce sexual. Es solo uno más.
La realidad es que la eyaculación está sobrevaluada como una técnica a aprender. Parecería ser que si no pasamos por esa experiencia los orgasmos son menos intensos o que realmente no llegamos a “lo más de lo más” en el sexo. Y esto, ¡no es así! Algunas mujeres pueden lograr manejar su squirt y elegir cuándo provocárselo. Otras, solo llegan, les pasa espontáneamente sin que sea el objetivo. A algunas les puede suceder una, dos, algunas veces, casi siempre, y, en cambio, otras jamás lo van a experimentar. Transitar esa experiencia depende de la excitación, del estímulo de cada una, y de la fisiología y anatomía de cada mujer, entre otros tantos factores que no dependen conscientemente de nosotras ni de nuestro compañero/a.
Como idea general quisiera dejar claro que no tendría que ser el objetivo del placer femenino. Ni nadie que sea nuestra pareja nos debería exigir como prueba de goce esta experiencia en el acto sexual.
En el caso de los hombres, cuando se sienten excitados, el cerebro les envía señales a la médula espinal que provocan que los cuerpos cavernosos del pene se llenen de sangre, produciendo su erección. Así aumenta su longitud y grosor. El glande aumenta de tamaño, adquiere un tinte azulado. Se cierra la uretra para que no haya pérdida de pis y se abren las válvulas de los conductos eyaculadores para liberar el semen. Los testículos dentro del escroto suben, se engrosa la piel.
Si la excitación prosigue, ya que el período de meseta (tiempo en el que se mantiene la excitación antes de eyacular y tener el orgasmo) en el hombre es bastante más corto que en la mujer, los espermatozoides salen de los testículos, se juntan con el semen de las vesículas seminales que son “fabricadoras de semen”, se unen con la secreción prostática, y están preparados para salir por la uretra en la eyaculación. Antes de eyacular, también, salen algunas gotas con espermatozoides, por la secreción de las glándulas de Cowper, que son glándulas que se encuentran situadas en la raíz del pene, a los lados de la uretra y contribuyen a formar la sustancia preseminal y a lubricar y alcalinizar la uretra, previo a la eyaculación. Con la continua estimulación, los músculos del periné (que bordean el ano y se entrecruzan en el piso de la pelvis) y los del mismo ano, en el momento del orgasmo y de la eyaculación, se contraen juntos y provocan la salida del semen en diferentes tiempos, que pueden variar de 3 a 7 segundos, aproximadamente.
Una vez que el hombre eyacula, entra en una especie de pausa, pierde la erección y los testículos vuelven a su tamaño original. Esta es la fase de resolución. Ellos no pueden, como nosotras, tener rápidamente un nuevo orgasmo y eyaculación. El tiempo que les lleve volver a tenerlo dependerá de varios factores, tales como edad, deseo, fármacos que tome, estrés, etc.
Sin embargo, nosotras necesitamos en un acto sexual de más tiempo, estimulación, más palabritas al oído y juego que ellos. Tenemos un período de excitación que no es tan automático. Nosotras no somos tan visuales. Necesitamos excitarnos para desear. Cuando deseamos nos activamos enseguida. Somos más auditivas, más sensoriales. Necesitamos estimular nuestra mente con fantasías, caricias, erotismo, seducción, jugueteo. Mucho juego previo antes de la búsqueda del orgasmo. Necesitamos conectarnos emocionalmente, estar y seguir ahí. Por momentos, nos cuesta mucho liberar la mente de pensamientos que nada tienen que ver con el momento sexual. Y, muchas veces,