Carlos Eduardo Maldonado

Reflexiones críticas sobre la teoría de la salud pública


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que permite entonces hablar de salud pública, salud clínica, salud ambiental, entre otras–.

      Pensar la enfermedad significa pensar “estados”. No sin razón, la medicina habla del “estado del paciente”, queriendo referirse a la condición del paciente en relación con la enfermedad. En contraste, pensar la salud equivale exactamente a pensar procesos, flujos, dinámicas. Como se aprecia, la perspectiva es perfectamente distinta en cada uno de los dos casos.

      Es imposible hacer buena ciencia sin re-considerar y sin re-formular el lenguaje mismo con el que se hace la ciencia. En este caso nos ocupamos de tres ciencias: las ciencias de la vida, las ciencias de la salud y las ciencias de la complejidad. Pues bien, este libro es una colección de capítulos, y cada uno de estos es autosubsistente por sí mismo; pero, en otro sentido, puede y debe ser leído como un concierto compuesto por distintos movimientos. Un primer movimiento es el que expone el motivo de la obra; un segundo movimiento, el que despliega el motivo en un tono propio y en crescendo, y así sucesivamente.

      Hay aquí una apuesta fuerte. En primer lugar, la Universidad El Bosque ha creado una colección –Complejidad y Salud–, la primera en su género en Iberoamérica, en el que se conjugan las tres ciencias ejes de la reflexión y la investigación. En este marco, la investigación, que es un proceso esencialmente abierto y acaso inacabado, se expone gradualmente. Este es el segundo título de la colección mencionada, pero este libro puede ser leído como la continuación de una investigación conjunta, anticipada en el volumen anterior de la colección. La comunidad académica e investigativa puede tener la seguridad de que vendrán otros volúmenes.

      Dicho en el lenguaje de las ciencias de la salud, la vida no consiste única y principalmente en salud; también, en ocasiones, acaece el dolor, el sufrimiento y la enfermedad. Sin embargo, sin dudas, la salud es aquella condición que hace efectivamente posible la vida de las maneras más sorprendentes que quepa imaginar. Esta idea, sin embargo, asume matices importantes, sutiles incluso, que serán el objeto de otros trabajos.

      La salud, dicho sin más, es esa condición que nos permite asumir y desplegar nuestra vitalidad de forma absoluta, incluso, en numerosas ocasiones, a pesar de la enfermedad misma. Querernos sanos y vivir en la salud es, al fin y al cabo, una sola y misma cosa con saber vivir, con vivir bien, en fin, sin más, con la alegría misma del vivir (la joie de vivre). Esa condición que nos lanza más allá de nosotros mismos, y en cuya experiencia alcanzamos la plenitud misma de la vida, la vitalidad que nos hace humanos, y más que humanos.

      Digámoslo a la manera de una conclusión abierta (open-ended conclusion): la salud, como la vida misma, nos pone en marcha hacia la complejidad del mundo, de la realidad, de la vida misma y, en fin, del universo. Y sabemos entonces de la alegría de estar con los nuestros y del modo como vivimos, con los sueños y proyectos y las contingencias también que hacen a la vida. Tenemos ante nosotros una invitación: un viaje hacia las ciencias de la complejidad, por una simple razón: las ciencias de la complejidad son ciencias de la vida.

      Abrimos por consiguiente la puerta, inmediatamente, hacia una teoría de la salud pública; que no es sino un caso particular de una teoría de la salud.

      Carlos Eduardo Maldonado

      Jorge Sandoval París

      El lenguaje tradicional de la medicina descansa en muy buena medida en la biología. Sin embargo, el lenguaje tradicional de la biología encuentra sus raíces en el lenguaje de la física clásica y en su maquinaria explicativa. En este sentido el lenguaje de la biología y de la medicina se funda en conceptos como masa (“masa corporal”), fuerza, acción reacción (“on-off”), movimiento, inercia, rozamiento, máquina termodinámica, trabajo, esfuerzo y muchos más.

      De manera puntual, la medicina, la biología y en buena medida las ciencias de la salud basan sus comprensiones y explicaciones en el marco teórico y epistemológico de la física clásica. Esto ha conducido a una comprensión física o fisicalista (es decir reduccionista) del cuerpo humano, de la sociedad y del mundo. Posteriormente, la termodinámica llegó a complementar las explicaciones, pero en el marco de la termodinámica clásica, que no tiene en cuenta las dinámicas y estructuras alejadas del equilibrio.

      Ahora bien, desde el punto de vista físico, se sabe que el modelo clásico fue desplazado como un caso particular de un modelo más amplio: la física cuántica. Así, lo que sucede en biología es bastante más que problemas relativos a la masa, la energía, las fuerzas, la tasa de reacción, incluyendo las fuerzas moleculares, la causación mecánica y otras más. La física cuántica, y más exactamente la información cuántica, conforma un modelo de explicación más sólido y robusto.

      Son muchas, entonces, las ideas novedosas que se incorporan; por ejemplo, no-localidad, incertidumbre, superposición, complementariedad, interacciones, relaciones, y otras más.

      Un concepto central es el de la información, la cual es esencialmente probabilística y está definida a partir de algún modelo de sistema que genera la información. Pues bien, la tesis que se defiende en este texto es que la salud es el producto de un acto de medición o de una acción. La tesis enunciada significa exactamente que un estado mecánico-cuántico es intrínsecamente probabilístico y por lo tanto lo afecta la incertidumbre, lo cual quiere decir que no todos los observables pueden ser determinados al mismo tiempo.

      En este texto quisiera proponer una comprensión distinta. En primer lugar, se trata de pensar la salud. Y en segunda instancia, pero concomitantemente, me propongo adoptar un enfoque diferente. Este enfoque consiste en el cruce entre computación, física y lógica en el que la tesis mencionada adquiere todo su sentido.

      Pues bien, los argumentos que sustentan la tesis enunciada son tres: en primer lugar, se estudia qué es la información; se trata de un problema de alta complejidad, dado que no existe una definición única o unívoca de lo que sea información. La primera sección busca resolver el problema y con ello contribuir a la elucidación de un problema importante en ciencia.

      El segundo argumento afirma que la salud es información y que por tanto podemos pensar y decir la salud, y no ya simple y llanamente la enfermedad y ni siquiera el continuo salud-enfermedad.

      El tercer argumento plantea un problema nuclear, a saber: cómo gestionar entonces la salud, y se afirma que una gestión de la salud es un tema complejo en el sentido de las ciencias de la complejidad. Al final se extraen algunas conclusiones.

      En cualquier caso, el marco de referencia de las consideraciones que siguen es el de las ciencias de la complejidad.

      No todos los problemas, tanto en la ciencia como en la vida, son complejos. En consecuencia, un problema fundamental en investigación como en la propia existencia consiste en establecer cuáles problemas son efectivamente complejos y cuáles no, o simplemente lo parecen. En esta distinción están implicados temas y problemas referentes al manejo de energías, el aprovechamiento del tiempo, la disminución del estrés, o el manejo de los recursos en general, y por tanto de nuestras relaciones con el resto del mundo.

      Un problema se dice que es complejo en función del tiempo de comprensión y de resolución de este. Este es el objeto mismo de la teoría de la complejidad computacional (TCC). En otras palabras, un problema se dice que es complejo según el tiempo de procesamiento, de entrada hasta la salida, que implica el problema.

      La TCC (Du and Ko, 2000) se articula en dos grandes ramas: de un lado, trata los problemas llamados indecidibles y, de otro lado, los problemas decidibles. Un problema se dice que es indecidible