Así, las cosas resultan más complicadas de lo que parece.
Los campos de aplicación, incidencia y desarrollo son prácticamente innumerables, de tal suerte que, sin ambages, puede decirse que la información es el mejor concepto para comprender, explicar y relacionarse con el mundo, el universo y la realidad hoy en día. Sencillamente, es imposible una comprensión del mundo en su totalidad o de algunos de los aspectos o planos de la realidad al margen de la teoría de la información.
A partir del abanico que precede, es posible sin embargo sostener sin ambages que la información de un sistema designa una cierta cantidad –medida en términos de bits o, mucho mejor, de qubits–, pero que, análogamente a la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. La transformación de la información es el proceso mismo mediante el cual los fenómenos y sistemas del mundo se hacen inteligibles, y a través de la cual la evolución misma tiene lugar. Con una advertencia: la evolución en absoluto es un proceso lineal.
Así las cosas, la información puede ser entendida como un flujo o proceso de transformación incesante, abierto en la entrada y abierto en la salida, cuya mayor o mejor dinámica consiste en el procesamiento, y a través del cual se hace evidente la inteligibilidad (es decir la cuantificación) de un determinado sistema, comportamiento o fenómeno. Pensar información, por tanto, es tanto pensar en relaciones como en contextos, en flujos y en absoluto en estados. Si cabe, no existe un estado de la información; existe un estado determinado de los datos. Pero una vez que estos son procesados, la información se asume como un conjunto de conjuntos esencialmente dinámicos y no-lineales. Nunca podremos saber con certeza lo que resulta de una información determinada. Solo podemos establecer sus probabilidades. Así las cosas, información es un fenómeno esencialmente estadístico, esto es, probabilístico. Solo que la estadística de la información es la estadística misma de un sistema complejo. Es decir, tiene lugar en la forma de leyes de potencia y, por consiguiente, de grados de libertad. Ampliamos estas dos ideas a continuación.
Una observación importante se impone al inicio de esta segunda sección. Sostener que la salud es información no va en contravía de las asunciones clásicas acerca de la salud y que la comprenden o la explican, de alguna forma, en términos de –o en relación con– masa y energía. Por el contrario, las asumen. La razón estriba en el hecho de la siguiente ecuación:
Esta ecuación afirma que el concepto de masa está incluido en el concepto de energía, el cual, a su vez, está incluido en el concepto de información (Maldonado, 2018a). En consecuencia, afirmar que la salud es información supone sostener que es tanto materia o energía, o que las comprende a ambas; no las excluye.
En términos elementales, la masa puede ser asimilada a los nutrientes de un sistema vivo, mientras que la energía hace referencia a distintas formas de acción y de relacionamiento. La información es el título que comprende a ambas, pero que apunta en una dirección propia, diferente.
Salud es el título de un problema que compete a la totalidad de los sistemas vivos, e incluso de los no vivos, y que en absoluto se reduce a la dimensión humana. Por vía de contraste, digamos que se enferman los árboles, los ríos, las plantas y los animales. Salud es un fenómeno que empieza mucho antes del ser humano, que atraviesa a los seres humanos y que termina mucho después de los seres humanos. Salud es el título de un acontecimiento o un proceso fundamental de la biosfera. Comprender este acontecimiento o proceso constituye el centro de este texto.
La salud puede ser vista como el proceso que comprende todas las potencialidades de la existencia, en el sentido preciso de que a mayor o mejor salud, más y mejores posibilidades en la vida. La gestión de la salud por parte de cada quien no es otra cosa que la gestión misma de las potencialidades que puede desplegar y actualizar cada cual, incesantemente. Esta idea, sin embargo, es igualmente válida en la dimensión grupal y social de la existencia.
Digámoslo sin más: salud hace referencia a vitalidad, solo que la vitalidad no es un estado, una instantánea, un momento; por el contrario, es una dinámica, un proceso, un flujo que se hace patente mediante sus resultados. Con todo y el reconocimiento expreso de que los resultados no implican, en absoluto, una mentalidad de tipo efectista, de eficacia o eficiencia. Los resultados de la vitalidad –de un individuo, un grupo o un pueblo o sociedad–se evidencian al mismo tiempo en el proceso y en el resultado final; en los trailers, si se me permite la expresión, y al final del día, cuando las cuentas y los esfuerzos han sido consumados.
Hay información nociva e información beneficiosa, análogamente a como hay materia (es decir, comida) saludable y poco saludable, incluso de la misma manera como se dice que existen (cultural, socialmente hablando) personas o ambientes con energías positivas y oscuras. Así como la salud se corresponde con materia beneficiosa (comida sana, por ejemplo) y con energías favorables (formas de vida, estilos de vida, ambientes), de la misma forma la salud se corresponde con información positiva, y no con información negativa. El tema que emerge aquí inmediatamente es el de la epigenética.
Desarrollada propiamente hace poco tiempo, la epigenética puede ser vista como la síntesis de diversas perspectivas así: o bien como la síntesis entre el genotipo y el fenotipo, o entre la naturaleza y la cultura (culture and nurture), entre la biología del desarrollo y la evolución, o bien, igualmente, como la síntesis entre Darwin y Lamarck, supuesta, en este último caso, la síntesis neodarwiniana llevada a cabo hacia los años cuarenta del siglo XX entre Darwin y Mendel.
La idea no es difícil. A través, particularmente (aunque no únicamente) de procesos de metilación que tienen lugar en las histonas y la cromatina, es posible que experiencias de diversa índole –notablemente culturales– logren que se activen o inactiven determinados genes, de suerte que la expresión de unos genes permita la transmisión o la herencia de esas experiencias a generaciones siguientes (para algunos detalles técnicos, cfr. Dincer, 2016; Hallgrímsson y Hall, 2011).
Literalmente, los estilos de vida, las experiencias de diversa índole, los entornos y los ambientes pueden ser transmitidos o heredados por lo menos a las tres generaciones siguientes. Pues bien, lo que se transmite o hereda –lo cual enriquece ampliamente los mecanismos de herencia y variación del darwinismo– es información, puesto que las experiencias y los entornos no son otra cosa que información. De esta suerte, alegrías o tristezas, esperanzas e ilusiones, sufrimientos o regocijos son heredados mediante la metilación. Así, sin que se supiera anteriormente, no son solo aspectos genéticos y moleculares los que se heredan o transmiten, sino, también, aspectos culturales en el más amplio sentido de la palabra.
La epigenética viene a enriquecer la visión de complejidad de los sistemas vivos, y de estos con su entorno o medioambiente. La vida, o la salud, son bastante menos deterministas de lo que se creía, y existe una complejidad mayor y creciente en la interface entre cultura y naturaleza. Los procesos, las dinámicas y las estructuras, pero también los contenidos de la información –genética al mismo tiempo que epigenética, comportamental y simbólica (Jablonka and Lamb, 2005)–, son heredados o transmitidos. Los seres vivos aprenden de todas las formas posibles, y se comportan y existen correspondientemente. El aprendizaje y la memoria son dimensiones bastante más amplias y entrelazadas de múltiples maneras que se corresponden con los procesos, por definición, incesantes, de adaptación continua.
En esto, quisiera decirlo, consiste la complejidad de la salud. Ahora bien, la sorpresa, desde el punto de vista académico y de investigación, estriba en el hecho de que no se ha dedicado hasta la fecha una atención suficiente acerca de esta complejidad, dado que el énfasis, no sin buenas justificaciones, se ha centrado en torno a la enfermedad.
Existen relativamente muchos trabajos recientes acerca de la complejidad del sistema de gestión de salud (complexity of healthcare) (Plsek y Greenhalgh, 2001; Kannampallil et al., 2011; Lipsitz, 2013; Rouse and Serban, 2014; Greenhalgh y Papoutsi, 2018). Sin embargo,