José Antonio Piqueras

El pensamiento económico del reformismo criollo


Скачать книгу

en Hispanoamérica y el permiso para enviar un navío de 500 toneladas con mercancías a Veracruz cada vez que los españoles enviaran una flota9. Esto implicó permitir que los empleados o factores de la compañía inglesa entraran y se establecieran en el territorio novohispano mientras efectuaban sus operaciones comerciales. La presencia de los comerciantes ingleses en Nueva España no fue desde luego masiva ni mucho menos, pero sí tuvo un impacto que no se puede menospreciar. Aunque fuera gota a gota, apenas unos cuantos individuos, la intervención de los ingleses fue horadando el sistema comercial español, y aquí solo nos referimos al comercio legal autorizado por el Tratado del Asiento, no al contrabando que era enorme desde mucho tiempo atrás. Baste pensar que los tratos clandestinos entre los novohispanos y los ingleses era una práctica tan normalizada que esos tratos figuran como un mecanismo cotidiano de intercambio entre ingleses y veracruzanos en la novela Coronel Jack, del primer gran novelista inglés Daniel Defoe.

      Las representaciones del Consulado de México: argumentos en defensa de su territorio

      El dislocamiento del sistema comercial por el contrabando y por la guerra tuvo efectos distintos en una y otra orilla del Atlántico. El gobierno español necesitaba restaurar la regularidad de la navegación y el comercio para asegurarse el recibo de las remesas de plata; los comerciantes andaluces querían recuperar su monopolio y volver a enviar anualmente las flotas mercantes, pero los mexicanos no estaban tan ansiosos de volver a este régimen bajo el argumento de que en el mercado novohispano había un exceso de mercancías europeas, como expusieron en sus sucesivas representaciones dirigidas a la corte española, como adelante se verá.

      En su alegato, los comerciantes mexicanos incluían a los extranjeros y también los responsabilizaban del aumento desmedido de las importaciones, por lo que el Consulado de México solicitó que se vigilara estrechamente que no entrara ninguno más. Entre los extranjeros incluía a los contrabandistas, contra los que recomendó que se les aplicaran castigos ejemplares para disuadirlos de continuar con sus prácticas ilícitas. Su recomendación fue que, cuando se encontraran cargamentos de contrabando, se les debía prender fuego a todas las mercancías, y a los vasallos culpables se les debía condenar al destierro perpetuo y a la pérdida de todos sus bienes (Yuste, 2007, p. 29).