Leonardo Palacios Sánchez

Abriendo la caja negra


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atribuye a Andrés Vesalio (1514-1564), padre de la anatomía moderna, la descripción de la sustancia blanca y la sustancia gris en el cerebro en su monumental obra, La fábrica humana, que, como se comentó en el capítulo sobre la historia del cerebro, fue publicada en 1543.

      El primero en describir fibras mielinizadas fue Anton van Leeuwenhoek (1632-1723), considerado el padre de la microbiología. Observó al microscopio nervios, a los que denominó “tubos”, y señaló en 1717 que estaban envueltos por una fina capa de vasos extraordinariamente delgados (4).

      El físico y naturalista Felice Gaspar Fontana (1730-1805) pudo determinar la estructura básica del nervio señalando que estaba compuesto por canales o hilos simples, con cilindros muy pequeños, que denominó “cilindros nerviosos primitivos”. Utilizando lentes que permitían aumentar hasta 800 veces lo que estaba observando, apuntó que los cilindros tenían una envoltura externa menos transparente y compuesta por hilos extremadamente finos (4).

      Robert Remak (1815-1865) comenzó a observar en el sistema nervioso periférico “bandas primitivas” que correspondían a axones y señaló que algunas tenían una capa de células nucleadas alrededor, lo que corresponde a fibras mielinizadas y otras no, denominadas hoy en día fibras amielínicas. Se le atribuye, así mismo, haber sido el primero en advertir que los nervios no eran tubos huecos (1, 2).

      Como se anotó en el capítulo 1, las primeras observaciones del cerebro mencionaban que tenía una cubierta a la que se denominó corteza y, de una manera genérica, su interior fue denominado médula. No obstante, Theodor Schwann no estaba de acuerdo con la denominación “médula” para el tejido que se observaba por debajo de la corteza cerebral y propuso llamarla “sustancia blanca”. Observándola al microscopio, se refirió a una membrana que rodea los axones como “cono medular”, en la que distinguió células nucleadas (4). Louis Ranvier, en 1871, nombró dichas unidades “células de Schwann” y el término fue utilizado posteriormente por Ramón y Cajal en su monumental obra (13). Es importante anotar que la palabra mielina fue acuñada por el patólogo alemán Rudolf Ludwig Virchow en 1853, siendo muy bien recibida y llevando a que la denominación “cono medular” entrara en desuso (1, 4).

      En 1868 el padre de la neurología moderna, Jean-Martin Charcot (1825-1893), estableció criterios clínicos e histológicos para el diagnóstico de la esclerosis múltiple, que denominó esclerosis en placas. Se refirió a la mielina (myéline) y, desde el punto de vista histológico, a la desmielinización al observar acumulación de gotas medulares o gránulos grasos que destruyen progresivamente la mielina (4).

      A mediados del siglo XIX se sabía que los nervios transmitían electricidad, como se señaló en el capítulo precedente. Rudolf Virchow formuló que la función de la mielina sería servir como “una masa aislante” que limita la electricidad dentro del nervio en sí (4).

      En 1925, Francis Otto Schmitt (1903-1995), utilizando luz polarizada pudo determinar que la mielina tenía dos capas de lípidos, lo cual se denominó “membrana de bicapa lipídica” (4).

      Composición de la mielina

      En relación con su composición, Von Kölliker apuntaba que tenía componentes proteicos muy similares a la fibrina muscular y grasas de diversos tipos, y, a finales del xix, Johann Ludwig Thudichum (1829-1901) caracterizó parcialmente muchos lípidos de la mielina, incluido su galactocerebrósido (4).

      A comienzos del siglo XX, Ramón y Cajal señalaba en su obra Histología del sistema nervioso del hombre y los vertebrados que la mielina era considerada una sustancia semilíquida albúmina-grasa, con una composición química compleja que incluía colesterina, protagon, lecitina, cerebrina y neuroqueratina (4).

      William Norton, en la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York, publicó, en 1973, un trabajo de la mayor importancia que reveló que la mielina contiene un 70 %-85 % de lípidos y un 15 %-30 % de proteínas, y que existen grandes diferencias en la composición lipídica entre el sistema nervioso central y el periférico (4).

      Debemos tener en cuenta que una de las más notables funciones de la mielina es la transmisión saltatoria del impulso nervioso, saltando de un nodo de Ranvier a otro. Esta fue sugerida por primera vez en 1925 por el canadiense Ralph Stayner Lillie (1875-1952), profesor de Fisiología General en la Universidad de Chicago. Por la misma época, Ichiji Tasaki (1910-2009), biofísico en la Universidad de Keio en Tokio, demostró también la conducción saltatoria publicando sus estudios justo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial (4).

      Una explicación más detallada de la arquitectura molecular de la mielina esperaba técnicas más poderosas. Esto fue logrado por Francis Otto Schmitt (1903-1995) en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). La difracción de rayos X reveló un patrón concéntrico en la mielina y confirmó que tanto la mielina del sistema nervioso central como la del sistema nervioso periférico están formadas por cristales fluidos orientados, cuyas cadenas largas de lípidos tenían un espesor de 171 Å, equivalente a la diez mil millonésima parte de un metro (4).

      Trabajos llevados a cabo por Betty Ben Geren, neuropatóloga, y por el bioquímico James David Robertson (1922-1995) demostraron mediante la utilización de microscopía electrónica que la mielina es realmente una espiral alrededor del axón dentro del citoplasma de células de Schwann (4).

      Aún faltan elementos para comprender completamente los mecanismos moleculares de esta increíble estructura biológica, que ha sido estudiada en los últimos tres siglos y que permite el adecuado funcionamiento del sistema nervioso.

       Referencias