Leonardo Palacios Sánchez

Abriendo la caja negra


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      Catorce años más tarde, en 1887, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), médico, anatomista e histólogo español, hizo modificaciones a la técnica ideada por Golgi. Entre ellas, la doble impregnación, mediante tinción más intensa y la realización de cortes más gruesos. El método marcaba solo el 1 % de las células, lo que permitía realizar el estudio morfológico de estas microestructuras una a una. Pudo así ver con nitidez el cuerpo celular, axones y dendritas. Concluyó, en 1888, que la terminación axonal terminaba en la superficie de otra neurona, sin que existiera una red difusa de estas (3, 5). Tomó, además, la decisión de estudiar el sistema nervioso de embriones y de animales jóvenes cuyas estructuras nerviosas no estuvieran aún bien mielinizadas y la preparación permitió ver mucho mejor las neuronas.

      Ramón y Cajal pudo demostrar que las prolongaciones que emergían de cada cuerpo celular no se fusionaban entre ellas, sino que eran estructuras físicas independientes, similares a ramas de árboles en un tupido bosque. Fue enfático en señalar que el tejido nervioso no era un retículo y que cada célula era una unidad absolutamente autónoma, sentando los principios de la teoría neuronal (1).

      En octubre de 1889, Ramón y Cajal llevó al congreso de la Sociedad Anatómica en Berlín sus láminas, su microscopio y sus dibujos para presentarlos a los más destacados histólogos de la época. No hablaba alemán, pero dominaba aceptablemente el francés. Sus hallazgos ocasionaron sorpresa entre los asistentes, algunos de los cuales se mostraron escépticos, pero, entre los participantes al congreso, se encontraba el destacado histólogo suizo Rudolf Albert von Kölliker (1817-1905), quien no solo apreció el enorme valor de los descubrimientos de Ramón y Cajal, sino que se convirtió en un ferviente defensor de la teoría neuronal. El anatomista e histólogo alemán Wilhelm Waldeyer (1836-1921) propuso, en 1891, denominar estas células “neuronas” y promulgó la “doctrina neuronal”. Afirmaba que estas células eran totalmente independientes desde el punto de vista estructural, en su desarrollo y patología (3).

      En 1889, el embriólogo e histólogo suizo Wilhelm His (1831-1904) denominó “dendritas” a las ramificaciones cortas y numerosas de las neuronas, y, en 1896, Von Kölliker acuñó el término axón para las prolongaciones más largas que emergían desde los cuerpos celulares (1, 2).

      Para ese momento la doctrina neuronal se basaba en los siguientes principios:

      1. La neurona era la unidad fundamental, estructural y funcional del sistema nervioso.

      2. Las neuronas eran células independientes, no se encontraban fusionadas con otras.

      3. Las neuronas tenían tres componentes: cuerpo celular, axón y dendritas.

      4. La información fluía unidireccionalmente (2).

      Ramón y Cajal fue obteniendo cada vez mayores reconocimientos y premios y, en octubre de 1906, mientras se desempeñaba como profesor e investigador de la Universidad de Madrid, fue informado desde Estocolmo que le había sido concedido el Premio Nobel en conjunto con Camilo Golgi. Recibieron de manos del rey Óscar II de Suecia la medalla y el diploma. Los extraordinarios aportes de Santiago Ramón y Cajal hacen que sea considerado el padre de la neurociencia moderna (2, 6).