solución de los diferentes contextos situacionales en el juego, y la aplicación de un tiempo y un ritmo, en cualquier fase del juego, adecuados a la organización y preparación técnico-táctica de los jugadores que componen el equipo. Concomitantemente hay que establecer dos tipos de adaptación funcional de los métodos ofensivos y defensivos preestablecidos por el equipo:
1. El que se deriva de su carácter intrínseco, que se refleja en la concordancia organizativa entre el método ofensivo y el defensivo en su aplicación por el propio equipo. De hecho, es necesario que los presupuestos fundamentales de uno de los métodos no pongan en riesgo de forma inevitable la aplicación de los presupuestos de la eficacia de otro. En este sentido, el equipo debe jugar en un bloque homogéneo y compacto no sólo en la aplicación de cada uno de los métodos preestablecidos, sino también en la transición de uno hacia otro método con el objetivo de que no exista ninguna ruptura en la continuidad del proceso ofensivo o defensivo. Esto determina, por ejemplo, la colocación de ciertos jugadores en posiciones «clave» dentro del dispositivo ofensivo o defensivo del equipo para favorecer el inicio y el desarrollo tanto del ataque como de la defensa con los mejores jugadores (especialistas). Así se preconiza que el equipo tenga la «flexibilidad» suficiente para pasar rápidamente de un proceso ofensivo a otro defensivo, y viceversa, buscando de esta forma sacar todas las ventajas inherentes a los posibles desequilibrios en la organización del equipo adversario cuando éste deja de atacar y tiene que pasar a defender, o cuando recupera el balón y ha de pasar a atacar. En resumen, esta articulación ofensiva frente a la defensiva determina que las características de base de uno de los métodos no deben poner en riesgo los presupuestos de la eficacia del otro, pero sí, si es posible, deben aumentarlos.
2. El que se deriva de su carácter extrínseco, que materializa tanto en su globalidad como en su especificidad el método ofensivo y defensivo establecido y aplicado por el equipo adversario. De hecho, se busca asegurar cierto número de medidas preventivas y adaptativas tendentes a contrarrestar la iniciativa, las cualidades y a los jugadores que las aplican. Esta dotación se realiza fundamentalmente para intentar una recuperación rápida del balón, inmediatamente después de su pérdida, estableciendo de forma simultánea la creación de circunstancias y momentos más ventajosos, que posibiliten en un futuro inmediato que el proceso ofensivo que salga de esa situación tenga las más elevadas probabilidades de éxito. En los mismos términos y acentuando la misma dinámica, el equipo debe organizarse y dar primordial importancia a la protección de su portería, evitando por todos los medios recibir un gol cuando no fue posible una recuperación rápida del balón y paralelamente no se consiguió romper el proceso ofensivo adversario que progresó hacia las zonas predominantes de finalización. También se busca obligar al equipo adversario a defenderse con un menor número de jugadores, de menor cualidad en términos defensivos, o incluso más, en situaciones desfavorables para ellos en términos de espacio, tiempo y número, inmediatamente después de la recuperación del balón y durante el desarrollo y la concreción del proceso ofensivo. En resumen, en relación con esta segunda articulación se puede afirmar que el desarrollo de cualquier método de juego debe contener medidas preventivas y adaptativas que tiendan a contrarrestar la iniciativa y eficacia de los métodos de juego del adversario.
• Sorpresa e iniciativa
Hay que destacar que la organización de un equipo de fútbol ha de hacerse a partir de los métodos de juego de carácter ofensivo o defensivo y mediante los ritmos acordes con el rendimiento favorable de las capacidades de los jugadores. Además, para valorar y potenciar esta conceptualización se debe igualmente contar con dos aspectos esenciales:
1. Un conjunto de acciones inesperadas, desde el punto de vista del equipo adversario, con el objetivo de sorprenderle y obligarle a realizar continuamente ajustes en su organización. Estos constantes ajustes, además de desgastar a los adversarios en términos energéticos, establecen las condiciones más propicias para que existan fallos en el plano técnico-táctico, originando así desequilibrios en su organización de tipo numérico, espacial y temporal. De hecho, los desequilibrios de una organización disminuyen la coordinación (sincronización) de las acciones adversarias y, consecuentemente, su eficacia.
2. La iniciativa, en el sentido de poner en práctica un pensamiento y una acción. De hecho, la iniciativa debe ser una cualidad de los métodos y del ritmo de juego, en el cual se toman decisiones anticipando las del adversario y aplicándolas con el objetivo de sacar ventaja de su ejecución.
De aquí resulta la necesidad de que su conceptualización debe tener en cuenta el nivel actual de las capacidades del jugador, es decir, sus capacidades técnicas, tácticas, físicas y psicológicas, con el objetivo de llenar todos los prerrequisitos establecidos para cada método de juego elegido. Por ello, si este elemento no se respeta, la eficacia de la organización del equipo no se podrá aprovechar al máximo.
NIVELES
La noción fundamental que define y condiciona el fútbol en la actualidad deriva del hecho de que en muchos momentos del partido los equipos «tienen o no la posesión del balón». Bajo estas circunstancias, ni el proceso ofensivo es exclusivo de los jugadores que detentan el rol de delanteros ni se descarga sobre los defensas toda la responsabilidad de defender. Siguiendo este raciocinio, cualquier método de juego encontrará grandes dificultades para imponerse si depende exclusivamente de las acciones aisladas de un jugador o de un sector del equipo. Sin embargo, se pueden observar preponderancias más o menos acentuadas que se derivan del modelo de juego del equipo y de la planificación estratégica para un partido o para un momento; todo método se vuelve más eficaz si se pone en práctica a través de las acciones coordinadas y con la participación consciente de todos los jugadores del equipo. Por esto:
1. En las situaciones de posesión del balón, los jugadores con funciones predominantemente defensivas apoyan la fase ofensiva moviéndose en dirección a la portería adversaria con el objetivo de que las distancias entre ellos y los compañeros con funciones predominantemente atacantes se reduzcan. En esas posiciones realizan las siguientes acciones:
A. De soporte en las circulaciones tácticas cambiando el ángulo del ataque de un carril de juego a otro.
B. De apoyo en la retaguardia en relación con los jugadores más adelantados.
C. En la temporización en el proceso ofensivo hasta que se presenten las condiciones favorables para progresar y culminar con éxito dicho proceso.
D. De ejecución de desmarques de ruptura ofensivos, de atrás adelante respecto a la línea que marca el balón, con el objetivo de sorprender a los adversarios y crear situaciones de ruptura temporal de la organización defensiva del adversario y de superioridad numérica en un determinado espacio vital de juego.
E. De colaborar activamente en la preparación y organización del proceso ofensivo, siendo cada vez más protagonistas fundamentales en la concreción del objetivo de juego (el gol).
2. En las situaciones de pérdida de posesión del balón, los jugadores con funciones predominantemente atacantes:
A. Presionan de inmediato la salida del balón.
B. Dificultan y obstaculizan permanentemente el desencadenamiento del proceso ofensivo adversario.
C. Acompañan y marcan con decisión a los adversarios que salgan por detrás de la línea del balón para crear situaciones puntuales de ruptura de la organización defensiva o respecto a su paridad numérica en espacios vitales de juego.
D. Se interrelacionan posicionalmente con otros compañeros ejecutando acciones de permuta y desdoblamiento con el objetivo de contribuir al mantenimiento del equilibrio dinámico del equipo.
E.