Sherryl Woods

E-Pack HQN Sherryl Woods 2


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calla. Intentamos que sean dos, pero damos gracias si logramos que sea una.

      —Nosotros acabamos de empezar a intentar incorporarlas a nuestra rutina —admitió Karen—. Tuvimos la primera hace unas semanas. Esta noche es la segunda.

      —Y aquí estamos nosotros molestando —dijo Maddie como si se hubieran plantando en la mesa sin ser invitados y hubieran interrumpido un momento íntimo, más que intervenir en lo que, claramente, había sido una discusión.

      —Necesitábamos unos árbitros amables —dijo Elliott—. Agradezco que estuvierais por aquí.

      —Yo también —dijo Karen mirando a su marido. No había duda de que estaba preocupado por su desacuerdo, aunque si era porque habían discutido o porque ella no le había dado la razón, era algo que no podía saber.

      Ya en la cama, Elliott vio cómo Karen se desvestía y se ponía un camisón de seda que, de ser por él, no tendría puesto dentro de quince minutos.

      De camino a casa había estado muy callada, pero tenía esperanzas de que pudieran cumplir la tregua sobre la que Maddie había insistido.

      Cuando había terminado en el baño y se había metido en la cama con él, Elliott se había acercado.

      —Tenemos que hablar —había protestado Karen apartándose.

      —Esta noche no —respondió con firmeza—. Los dos hemos dicho muchas cosas antes. Ahora lo mejor sería olvidarnos y volver a hablar por la mañana cuando tengamos las ideas más claras.

      —Las tengo muy claras ahora mismo y no he cambiado de opinión —le dio la espalda y se acercó todo lo que pudo al borde de la cama para estar lo más alejados posible.

      Él suspiró. Estaba claro que lo de hacer las paces haciendo el amor no entraba en los planes. Se quedó mirando al techo e intentó pensar qué hacer ahora. ¿Cómo podía hacerle entender lo importante que era ese gimnasio para formar su identidad como hombre y para el futuro de ambos?

      —¿Elliott?

      El susurro sonó medio adormilado y, si oía bien, un poco asustado.

      —¿Qué, cariño?

      —No sacarás el dinero a mis espaldas, ¿verdad?

      Odió que tuviera esa opinión de él.

      —No. Jamás haría nada a tus espaldas. Deberías conocerme mejor que eso.

      —Pero sí que es lo que habría hecho tu padre, ¿verdad?

      Elliott pensó en ello un minuto y lo cierto era que no podía negarlo.

      —Es más que probable.

      —¿Y qué habría hecho tu madre?

      —Habría aceptado su decisión como cabeza de familia.

      En ese momento ella se giró hacia él y, bajo la luz de luna que se colaba en la habitación, Elliott pudo ver el rastro de unas lágrimas en sus mejillas.

      —Yo creo que no podría hacerlo.

      Aunque una parte de él deseaba que las cosas fueran más fáciles entre los dos, que su palabra fuera a misa, sabía que no podía esperar que eso sucediera. Él no era su padre y ella, gracias a Dios, no se parecía en nada a su madre.

      —Y yo jamás esperaría que lo hicieras —le aseguró—. Somos compañeros, Karen, y lo solucionaremos juntos.

      —Pero no sé cómo. Tú tienes tus necesidades y yo las mías. No son las mismas.

      —Tenemos una necesidad primordial que es la misma para los dos. Nos queremos y creemos en este matrimonio, así que haremos lo que haga falta para que funcione —la observó con preocupación—. Tengo razón, ¿no? Este desacuerdo no ha hecho que se tambalee la fe que tienes en los dos, ¿verdad?

      —Me ha asustado —admitió—. No sé cómo podemos obtener lo que tanto deseamos cada uno.

      En ese momento, Elliott tampoco sabía cómo, pero lo lograrían. Lo harían como fuera porque hacer menos era inaceptable.

      Solo unos días después de su confrontación con Karen, Elliott volvió a reunirse con los chicos para tratar algunos detalles. Todos estaban decididos a seguir adelante y las ofertas de sus amigos para cargar con el peso económico seguían en pie. Sin embargo, hasta el momento, él había insistido en que encontraría el modo de pagar su parte.

      El partido de baloncesto de esa noche había dado paso a una reunión de negocios en casa de Ronnie, donde podrían intercambiar información y trazar un plan de negocio definitivo. Elliott debía de haber estado muy callado porque Ronnie se dirigió a él diciendo:

      —¿Sigue Karen reacia a que formes parte de esto?

      —No con el concepto —respondió Elliott avergonzado de haber admitido eso.

      —Es por el dinero, ¿verdad? —apuntó Travis—. No dejes que eso se convierta en un problema, porque no tiene por qué serlo. Si dividimos la inversión entre el resto de nosotros a mí me parecería bien. Estoy dispuesto. ¿Qué me decís el resto?

      Todos asintieron de inmediato.

      —No —repitió Elliott—. No seré socio por caridad.

      —Ya sabes que Maddie te arrancaría el corazón si te oyera referirte a ti mismo de ese modo —dijo Cal—. No olvides que en The Corner Spa ella participa con su trabajo, no con dinero. Cada centavo del dinero inicial salió de Helen y de Dana Sue.

      —No es lo mismo —dijo Elliott testarudamente.

      —Porque eres un hombre y además latino —aportó Ronnie con ironía—. No te molestes, pero ¿vas a dejar que el orgullo te impida tener un negocio para el que estás más cualificado que cualquiera de nosotros? Contamos con que conviertas este lugar en un gran éxito. Sin ti, tenemos una idea, pero no un gimnasio ni experiencia. Diría que eso merece que quedes eximido de contribuir económicamente.

      —Estoy de acuerdo —dijo Travis.

      Y los demás mostraron su conformidad.

      Elliott quería aprovechar la oportunidad que estaban brindándole, pero no le parecía bien.

      —Dadme unos días, tal vez una semana, para ver si puedo conseguir algo. Me sentiré mejor si aporto mi parte. De lo contrario, no me parecerá bien participar de los beneficios. Me sentiré como un empleado.

      Tom, que llevaba callado todo el rato, habló finalmente con gesto pensativo:

      —¿Y si hacemos que sea un préstamo? —propuso—. Puedes devolvernos la inversión con lo que obtengas de los beneficios. Será estrictamente un acuerdo empresarial con un plazo de devolución generoso por si surge algún contratiempo mientras recuperamos la inversión y empezamos a obtener beneficios. No tendrás que dar ninguna fianza como te pasaría con un banco. ¿Lo aceptaría Karen?

      Elliott se vio tentado. Era una solución más que justa y ni siquiera tendría que contárselo a Karen, ya que no arriesgaría nada de lo que tenían.

      —Dejad que lo piense.

      —Y háblalo con tu mujer —le aconsejó Ronnie, al parecer adivinando que estaba planteándose no contarle nada.

      Elliott sonrió.

      —Y yo que creía que me lo iba a poder ahorrar.

      —No lo harás si eres listo —dijo Cal—. Va a preguntarse de dónde has sacado el dinero para seguir adelante con esto y lo que llegue a imaginarse probablemente será mil veces peor que la verdad.

      Elliott suspiró.

      —Tienes razón. Ya os contaré la próxima vez que nos reunamos.

      —Y mientras tanto yo voy a firmar ese contrato de alquiler que Mary Vaughn no deja de restregarme por las narices —dijo Ronnie—. Para que veáis la confianza que tengo puesta en esto.