de no poder proteger a su familia.
“ No creo que hagan una tontería de ese tipo. Vane sabe que alcanzaría con un paso en falso para tener encima a toda la Confederación con lobizones y Cazadores Hechiceros juntos… además, en mi opinión, si después de todos estos años de rechazo hacia nosotros, ahora decidieron aceptar al menos conocernos, significa que hay un descontento entre los aristócratas. Probablemente también Vane necesita de esta alianza, pero olvídense que vaya a admitirlo. El orgullo y el honor son las únicas cosas que importan en el interior de su grupo”, dijo Nick pensativo. “Además, la invitación es extensiva también a nosotros. Por lo tanto, no estarán solos.”
“ Vera te necesito”, se rindió Zack acercándose a su más querida amiga, pero ella bajó la mirada cubierta de tristeza y se alejó.
“ Lo lamento, Zack, pero yo no voy a ir. Tengo un vuelo que me espera y debo volver urgentemente a New York. Alguien me necesita…. Sin embargo, estará Nick contigo. El conoce a El Príncipe mucho mejor que yo”, murmuró Vera, intentando contener las lágrimas.
“ Entiendo”. Sabía que, cuando Vera no hacía referencia a nadie en particular, en realidad se refería a sus hijos.
“ Nunca entendí por qué tiene que haber todo este misterio sobre los hijos de la tía Vera”, pensé corriendo a esconderme para no dejarme atrapar espiando.
Bajé corriendo las escaleras, pretendiendo haber llegado en ese momento de la facultad.
Apenas hice tiempo, cuando vi a mis espaldas a mis padres que salían de la biblioteca con el tío Nick y la tía Vera.
Apenas me vieron, corrieron felices a mi encuentro.
“ April, tesoro, estás cada día más bella! ¿Cómo van los exámenes? Me dijo tu padre que tienes dificultad en aprobar los de arqueometría”, me dijo tía Vera abrazándome. Después, bajando la voz, agregó: “Y también sobre los de la legislación de los bienes culturales.”
Entendí enseguida que había tenido una intrusión mental, ya que recién había llegado de la facultad, donde me habían aplazado en “Legislación del patrimonio cultural”, sólo cuarenta minutos antes.
Además de mis compañeros y el profesor, nadie lo sabía aún.
“ Claro… si yo también pudiera tener una de esas pildoritas azules de Grucho”, respondí irritada por mi cerebro lento y poco propenso a memorizar lo que no me interesaba.
“ Y tú qué sabes de las píldoras de Grucho?”, intervino de inmediato mi padre.
Ops! Claro que no podía decirle que Elizabeth y Leo me habían hecho entrar varias veces escondida en la Confederación de Sangre, lugar definido por mi padre como “cueva de vampiros” y por mí como “País de las Maravillas y Magias”. Allí había presenciado actuaciones deportivas y peleas sobrenaturales, salir con fascinantes vampiros, poderosos hombres lobo, curiosos híbridos, presenciado innumerables hechizos del abuelo Ahmed y la tía Siobhan o los extraños experimentos científicos del vampiro más loco y brillante de la Confederación, Grucho, un chupasangre que había exagerado con las pastillas azules capaces de incrementar dramáticamente el desempeño intelectual y mnemotécnico de cualquiera.
Por lo que sabía, mi tía Vera y mi prima Elizabeth se habían graduado gracias a esa píldora que les habían ayudado a memorizar a ambas en un sólo día todo el programa.
¡Qué suerte!
Yo también, con doce años, había intentado tomar una y casi lo había conseguido gracias a Grucho y a mi primo Leo, pero alguien (mi tía Siobhan, la madre de Leo, me parece) se lo dijo a mi madre que había corrido a buscarme a la Confederación, confiscándome la famosa píldora y castigándome por un mes.
El peor regaño de mi vida y la desilusión de mi madre fueron tan letales para mi corazón inseguro y en búsqueda de su aprobación, tanto que abandoné la idea y decidí confiar sólo en mí.
Claro, después de haber sido desaprobada dos veces en arqueometría y ahora, en legislación sobre bienes culturales, el deseo de esa píldora azul había regresado prepotente a mi mente.
Además, era la más grande de mi curso ya que había perdido dos años en economía, antes de decidirme en abandonar esa facultad que odiaba y que había elegido sólo para poder ayudar a mi padre y volverme una futura y merecida heredera de la Macross Company .
“ Tesoro, la vida es tuya y está bien que elijas el camino que más amas. No tienes que pensar en mí y en la Compañía o en la Orden de la Cruz Ensangrentada. Si amas el arte y la restauración, deja economía y concéntrate en tu pasión”, me había dicho un día mi padre, siempre atento a mis deseos.
Era realmente muy afortunada en tener un padre tan amoroso y comprensivo (excepto cuando se trataba de aventuras amorosas con vampiros), pero con tan malos resultados tenía terror de desilusionarlo.
Y ahora mi padre estaba allí, delante mío, con la mirada amenazante, listo para reprenderme.
“ Me contó hace un tiempo Leo”, mentí girándome hacia mi madre que pretendió no recordar el día en el que me había encontrado rodeada por siete vampiros, dos híbridos y con esa píldora en la mano.
Nunca supe qué le había dicho a mi padre exactamente, pero por lo que parecía, la verdad había sido camuflada también por ella.
“ Ahora tenemos que irnos, Vera. Se hizo tarde”, intervino mi tío Nick, con los ojos fijos en el cielo plomizo que dejaba entrever los primeros y débiles rayos de sol de la tarde.
Ser un Antiguo, lamentablemente no significaba ser a prueba de incineración y sabía cuán grave era ese problema para los vampiros que no tomaban la BloodSky, una píldora de sangre sintética que les permitía vivir incluso de día y sobrevivir sin tomar sangre humana. Pero los vampiros de estirpe Antigua como Nick y Vera eran inmunes a la BloodSky.
Mi tío, el hombre más bello que yo había visto en mi vida (excluyendo a mí otro tío, Blake, a quien veía raramente), vino a abrazarme para saludarme.
Aunque si mi padre confiaba mucho en él, cada vez que esto sucedía, veía en sus ojos una cierta aprehensión: su niña humana en los brazos de uno de los vampiros más fuertes y poderosos del mundo.
Haciendo caso omiso de ese miedo insensato y en adoración a ese tío con la mirada tan profunda y penetrante que hace que todos pierdan y anulen toda voluntad, lo abracé también.
“ Espero volver a verte pronto, tío. Y saluda a la tía Tess y a Elizabeth”.
“ Seguro, pequeña espía mentirosa”, me susurró en la oreja de manera que sólo yo pudiera escucharlo.
La idea de que me hubiera descubierto in fraganti espiando y que supiera siempre cuando estaba mintiendo, me hizo sonrojar hasta las orejas.
Inútil esconder mi vergüenza ya que mi piel, blanca como la leche y ligeramente cubierta por pecas doradas, se sonrojaba y se pone rojo fuego sin control cada vez que sentía alguna emoción más fuerte de lo normal.
Esa sensación era odiosa. Elizabeth decía que era peor que un libro abierto y que agradecía que su gen humano no le hubiera dado un signo de debilidad como ese, de lo contrario, sufriría de eritrofobia
Apenas se fueron mis tíos, me disculpé rápidamente con mis padres con la excusa de ir a estudiar para el examen de antropología.
En realidad, corrí a la biblioteca para buscar esa carta que había desencadenado la ira de mi padre.
Me tomó sólo un momento encontrarla.
Abrí el sobre.
Era una invitación.