sino que se preocupaba por el bienestar de los indios, condenando la esclavitud a la que se les sometía.
A éste se sumó fray Bernardino de Sahagún (León, España, 1499 – México, 1590), quien fue de los principales opositores de la destrucción de las antigüedades, y se dedicó a catalogarlas y describirlas en su obra Historia general de las cosas de la Nueva España.
La analogía cobra especial importancia en este último, pues se convierte en la herramienta para entender la cultura indígena. El empeño de conservar todo lo que pudiera de los pueblos originarios viene de una analogía de éstos con lo que él conocía: su propia cultura. De esta forma, pudo buscar las semejanzas y entender las diferencias, a pesar de la incomprensión de los conquistadores.
A su vez, el doctor Francisco Hernández (nacido en España hacia 1518) es un representante del humanismo en este periodo. Protomédico de Felipe II, no solamente hizo una exploración científica de la flora medicinal de las Indias, sino que se adentró en temas filosóficos. En su obra trata de conciliar a Platón y Aristóteles, maestro y discípulo, disonantes en primera instancia, aunque para los humanistas era posible una concordia.7
La actitud del Dr. Hernández fue analógica en esta empresa, cabe decir, nada sencilla, a pesar de que contaba ya con el antecedente de algunos de los post-socráticos que lo habían intentado, entre ellos los estoicos, a quienes también el autor dedicó su atención. Operó de manera analógica también al momento de encontrar en las plantas medicinales de los indígenas un uso como el que se daba en Europa, enriqueciendo así la farmacopea de ambos mundos.
Por otro lado, fray Alonso de la Vera Cruz (Caspueñas, Toledo, 1507 – México, 1584) fue un profesor con formación escolástica que tomó en cuenta a los humanistas, y redactó un curso de filosofía, el primero en América, donde abordó la lógica y la física.8
La primera parte de su curso contiene las súmulas o compendio de lógica titulado Recognitio summularum o revisión de los compendios, porque en ella se encargó de depurar la enseñanza de muchas cuestiones inútiles o complicadas que solían contener las obras similares, aspecto que los humanistas renacentistas criticaban acremente en la escolástica.
Después encontramos la lógica más elaborada en Dialectica resolutio o análisis dialéctico, porque contenía principalmente lo relativo a los Analíticos posteriores de Aristóteles. La tercera parte corresponde a la física, abordada en Physica speculatio, así como a la astronomía de aquella época y lo concerniente a la psicología o del ánima.
Fray Alonso también escribió dos “relecciones”, que eran lecciones especiales o solemnes con diferentes temas. La primera de ellas, titulada Relectio de dominio infidelium (1553-1554), se trataba acerca del dominio legítimo que tenían los infieles o indios sobre sus tierras; después Relectio de decimis (1554-1555), que hablaba sobre los diezmos que la Iglesia pedía a los indígenas, abogando porque éstos fueran moderados; por otro lado, está el Speculum coniugiorum (1556), que se traduce como “espejo de casamientos”, donde defendía los matrimonios indígenas. Esta obra pertenecía a los espejos, un género literario particular que consistía en manuales donde se trataba alguna profesión, o bien, donde se indicaban pautas para los gobernantes como en los “espejos de los príncipes”.
Fray Alonso expuso bien la doctrina de la analogía en su obra lógica, siguiendo de esa forma la línea del tomismo que aprendió en Salamanca como alumno de Domingo de Soto. Fue de los teóricos más consumados del analogismo, aspecto que supo plasmar en su estudio del matrimonio indígena antes mencionado, pues sostuvo que era válido cuando fuera semejante o análogo al cristiano, es decir, si había consentimiento por parte de los dos cónyuges.
Por otro lado, uno de los principales intereses del dominico fray Tomás de Mercado (Sevilla, ca. 1525 – Veracruz, 1575) radicaba en la lógica, asunto que observamos en sus comentarios de las súmulas de Pedro Hispano y de la lógica mayor de Aristóteles y Porfirio.9 Además, se distinguió como moralista de la economía; su Suma de tratos y contratos ha sido vista como un clásico de la historia económica, pues señala y critica aspectos que comenzaban a surgir al inicio del capitalismo, tales como la inflación.10 Su interés por estos temas se mezclaba con sus posturas de repudio a la esclavitud, pues en dicha obra se duele también del comercio de la población negra. En ese sentido, pinta con vivos colores la mortandad en los barcos que traían a esos seres humanos, reprochaba que los separaran de sus familias y argumentaba que, a pesar de ser algo permitido por el derecho de gentes, debería ser prohibido según el derecho natural.
Mercado estudió el concepto de la analogía en su obra lógica y supo aplicarlo en su trabajo sobre los tratos y contratos, ya que allí se veía la justicia conmutativa, la cual puede verse como proporcionalidad que, a su vez, es el núcleo de la analogía. La aplicación del concepto se halla también en su postura sobre los esclavos negros, a quienes consideraba como sus prójimos y semejantes, es decir, análogos. Así, encontraba en la esclavitud una práctica algo deplorable y una mancha al nombre de los cristianos.
Del lado de los jesuitas, tenemos a Antonio Rubio (Rueda, España, 1548 – Alcalá, 1615), quien elaboró un curso de filosofía que dejó inconcluso, asimismo, un trabajo que gozó de mucha fama denominado Logica mexicana, el cual seguramente fue leído por Descartes, pues era el texto con el que se preparaban los exámenes en el colegio de La Flèche, donde el francés estudió; además, dicha obra fue citada por Leibniz en su disertación Sobre el principio del individuo. Su texto tuvo numerosas ediciones y ahondaba no sólo en la lógica, sino también en la física, e incluso iba a contar con una metafísica, pero la muerte impidió este proyecto.11 Rubio trató la analogía en su exposición de la lógica de Aristóteles, donde recogió el texto original del Estagirita, en versión latina, para comentarlo de manera meticulosa y puntual. Cabe decir que dicha forma de trabajar era todavía una concesión a los humanistas del siglo xvi, aunque él ya despuntaba hacia el xvii.
Según podemos ver, tanto en la Universidad de México como en los colegios de diversas órdenes, había una excelencia académica semejante a la de Europa, representada en aquel entonces por España. Ya para el siglo xvii empezó poco a poco a recibirse la filosofía y la ciencia modernas. Hubo, por supuesto, muchos escolásticos, pero algunos de los intelectuales ya comenzaban a adoptar las nuevas ideas. La línea tradicional se dio sobre todo en la primera mitad de esa centuria, y después de la mitad comienza una renovación.
A mediados y finales de ese siglo, descuella Carlos de Sigüenza y Góngora (México, 1645-1700), quien ya se abría a la modernidad. En sus obras científicas se percibe la presencia de la filosofía reciente, sobre todo la de Descartes, pero también la de los nuevos científicos. Tal se ve, por ejemplo, en su Libra astronómica y filosófica,12 en la que combate a autores que tenían ideas anticuadas sobre los cometas —a propósito de uno que apareció por ese tiempo— como el famoso padre Eusebio Kino, jesuita que había estado en la Universidad de Ingolstadt.
Sigüenza escribe también el Teatro de virtudes políticas,13 donde ejemplifica no con gobernantes romanos, sino indígenas. De ese modo, manifestó su criollismo, pues el encomio de los pobladores originarios de estas tierras era algo usual entre criollos como forma de reivindicación de su derecho a las mismas y como postura diferenciadora de los peninsulares. Dicha perspectiva se muestra también en su colección de piezas antiguas de la cultura india con las que comenzó un museo que después sería ampliado.
Es precisamente en este aspecto donde se muestra el analogismo de Sigüenza; es decir, en el criollo y el mestizo, vistos como análogos, se encuentra la conciliación de lo europeo con lo indígena, tal como lo hizo en los ejemplos sobre las virtudes políticas de los gobernantes.
Por su lado, Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 1651 – México, 1695) refleja un sólido conocimiento de la filosofía. Dominaba la escolástica, que era común en ese tiempo, además, se cree que pudo conocer ideas de Descartes, gracias a su amigo Sigüenza. Por otro lado, cita al jesuita alemán Atanasio Kircher, referente del hermetismo en aquella época barroca. De igual modo, se le atribuyen unas súmulas de lógica, hoy consideradas perdidas, así como un libro sobre música titulado El caracol.14