Enrique Leff

Viraje hacia la vida


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no parece despertar de su adormecimiento y letargo.

      Cuando escribía estas primeras líneas en el mes de mayo de 2019, recibía la noticia de los investigadores de la Institución de Oceanografía de Scripps, que habían detectado con los sensores en Hawai en el Observatorio de Mauna Loa, 415.26 partes por millón (ppm) en la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2) en la Tierra. Cifra, que por cierto es histórica para la humanidad. No salía de mi asombro al recibir esta noticia, cuando en las noticias nacionales se informaba que el gobierno colombiano daba vía libre a la implementación de las actividades del fracking y pocos días después, los grandes incendios que consumían la selva amazónica entre Brasil y Colombia. Y luego, se realiza la revisión al documento final en el mes de marzo de 2020, justo en el momento en que casi todo el mundo se encuentra en cuarentena por la pandemia COVID 19 que tomó por sorpresa a la humanidad y en pocos días se extendió por el mundo produciendo cientos de miles de contagiados y miles de muertes en casi todos los países del planeta.

      Como humanidad enfrentamos una incoherencia de gran calado. Una irresponsabilidad de parte de los gobiernos y del mundo corporativo que solo ven ganancias y lucro, y que insisten en incrementarlo a como dé lugar, en un planeta que tiene límites, y una especie humana que se ve enferma por los efectos del daño ambiental. Una humanidad cuyo modelo civilizatorio basado en la acumulación incesante de capital, sobrepasó todos los límites ecosistémicos y que hoy en día adeuda unos costos ambientales inimaginables al planeta.

      Tanto el Gran Jefe Seattle en el siglo XIX y otros autores en el mundo a lo largo del siglo XX, ya lo habían indicado. Solo referiré dos llamados especiales: uno es el de William Vogt, en 1952, en su trabajo titulado “Camino de supervivencia”, y el otro, el escritor Jean Giono en su bello cuento “El hombre que plantaba árboles”. Vogt ya había indicado en 1948 que el mundo transitaba hacia el camino de la insustentabilidad, no solo por las guerras de principios del siglo XX, sino por el modelo económico que lograba percibir. Giono, por su parte, había hecho importantes denuncias con respecto a los efectos de la modernidad sobre las condiciones naturales y ecológicas, así como en la transformación de unas vidas más apacibles hacia unas vidas urbanas incrustadas en el vértigo moderno y el consumismo.

      Aunque a nivel global, los organismos internacionales han dado importancia a estos hechos de la crisis ambiental –evidenciada en la firma de tratados, convenios y la realización de encuentros donde se les exige a los gobiernos acciones claras, precisas y contundentes–, en los hechos de la cotidianidad parece que estos no han tenido la fuerza necesaria y suficiente para detener este proceso catastrófico de extinción.

      En diferentes partes del mundo surgen acciones colectivas encaminadas a gritar a favor la Tierra, a tratar de incidir con la presión de la sociedad civil en la toma de decisiones favorables para el sustento de la vida en el planeta. Hay niños que convocan a millones de seres humanos en todo el planeta a volver los ojos a esta grave crisis ambiental; líderes sociales de los pueblos indígenas, afrodescendientes y de otras identidades étnicas llaman a defender el territorio; organizaciones sociales no gubernamentales que desarrollan actividades en defensa glolocal de los principios de conservación y protección; académicos, investigadores e intelectuales que adelantan investigaciones, estudios, opiniones, entrevistas y eventos que tratan de movilizar ideas, opiniones y debates. Todo un conjunto de actores sociales y de la sociedad civil identificados con la lucha por un mundo distinto, por un buen vivir-vivir bien, por el respeto a la naturaleza. Las luchas en el campo ambiental están efervescentes, están vivas y están dinámicas.

      Las reflexiones contenidas en este libro apuntan a estas cuestiones que son centrales para comprender mejor ¿cómo es que se está enfrentando ese mundo cuyas condiciones van rumbo a la destrucción? ¿Cómo se puede aportar para que esas posturas de negligencia y apatía se transformen en esquemas de percepción, apreciación y acción con posturas más interesadas y responsables por lo que sucede ambientalmente en nuestro planeta? ¿Cómo se construye el sentido de la vida y cómo este sentido de la vida puede ser clave para aprender a vivir en las condiciones de la vida? ¿Qué papel juega la racionalidad ambiental en todo ello? ¿Qué puede hacer la pedagogía planetaria o ecopedagogía para la construcción de habitus más sustentables? ¿Qué alternativas hay para enfrentar este desastre que lleva a la destrucción de la vida en el planeta?

      El libro se estructura por artículos y cada uno está firmado por el autor respectivo. No existe una línea lógica entre ellos, pues de hecho, pueden encontrarse entre ellos puntos de vista divergentes, ideas contradictorias, formas de comprensiones distintas que alimentan la diversidad y pluralidad del pensamiento.

      El libro inicia con el texto titulado “Racionalidad ambiental: aprendiendo a vivir en las condiciones de la vida” de Enrique Leff. El texto surge de la conferencia ofrecida para el Instituto de Estudios para la Sostenibilidad de la Universidad Autónoma de Occidente en mayo de 2019. En ella se expresa el papel que cumple la racionalidad ambiental frente a la racionalidad del capital que cosifica y mercantiliza el sentido de la vida. Una racionalidad del capital, –compuesta por las racionalidades económicas, jurídicas y científicas–, que despojó a la humanidad del ser y que impuso un mundo basado en el lucro, la ganancia, la renta neta y el flujo del capital. La racionalidad ambiental confronta entonces, la racionalidad de la modernidad, del capital. La racionalidad ambiental puso en el centro del debate la dimensión ambiental que había sido olvidada por la sociedad en su conjunto.

      El segundo texto, “El ambiente en la discusión de la paz”, elaborado por Julio Carrizosa Umaña, a partir de la conferencia ofrecida en el marco de la Cátedra Valle del Cauca del Instituto de Estudios para la Sostenibilidad, y en la cual, el profesor presenta las dimensiones que aborda en su más reciente obra El ambiente en la discusión de la paz (2018), que recoge y sintetiza las reflexiones y los escritos que a lo largo de los años ha venido elaborando el autor. El profesor Carrizosa discute el tema de la paz desde diferentes aspectos como el poblamiento, el desarrollo del buen vivir, la educación ambiental, la vida silvestre, la ciudad, la minería, la paz y la cultura del reencuentro.

      El tercer texto titulado “Observaciones metodológicas sobre la sostenibilidad/sustentabilidad”, de Álvaro Guzmán, se considera un texto de ensayo preliminar, e intelectualmente atrevido, propone discutir los conceptos de sostenibilidad y sustentabilidad a través de posiciones diferenciadas. Guzmán argumenta que, independientemente del término que se utilice, lo que importa verdaderamente es el contenido conceptual que se maneja y su uso en la investigación.

      El cuarto texto, “El viraje hacia la vida, el papel de la ecopedagogía” es presentado por los profesores Álvaro del Campo Parra Lara y Hernando Uribe Castro. En este documento, los autores buscan argumentar que, si bien, la educación ambiental fue importante en la década de los años setenta, ochenta y noventa como estrategia para conducir a la humanidad hacia un pensamiento y acción más ambientalizados, esta falló porque se instrumentalizó, perdió el componente histórico y crítico del problema y se descontextualizó. Surge así la pedagogía planetaria o ecopedagogía, basada en los principios de la sustentabilidad, el pensamiento crítico y complejo. Una ecopedagogía o pedagogía de la Tierra con aspecto ético, de responsabilidad y de precaución. Es un enfoque que pone el acento en la necesidad de que los seres humanos en los espacios institucionales o no institucionales de la educación, reflexionen y comprendan –con sentido histórico y crítico– cuáles son las bases de la vida, de las conexiones vitales y del sentido de vivir la vida. Las conexiones vitales en la coexistencia. Una pedagogía planetaria que se despoja del egocentrismo de una especie, de su antropocentrismo para ubicar a la humanidad como habitante de un lugar, entre los otros lugares que ocupan las demás especies física y simbólicas existentes en el planeta. Una pedagogía planetaria para la formación y deformación de la comprensión del mundo; que aporta a los movimientos sociales y que le da el lugar a la voz y la acción que merecen los pueblos en esta historia planetaria. No es la pedagogía del desarrollo sostenible. Es la pedagogía de la sustentabilidad, del buen vivir y de