Enrique Leff

Viraje hacia la vida


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climático y sustentabilidad: retos ético-políticos y educativos”, escrito por Rodrigo J. Ocampo G., analiza desde la filosofía ambiental la dimensión ético-política y educativa de la relación entre el cambio climático y la sustentabilidad y frente a los retos de la crisis ambiental global. El documento promueve un mensaje por el sentido de respeto y de florecimiento de la vida, la diversidad de especies, el equilibrio natural y la estética de la naturaleza. La importancia de confrontar la crisis ambiental con una conciencia ético-ecológica volitiva y afectiva, con participación comunitaria y teniendo muy presente las necesidades vitales de la existencia.

      El sexto artículo presenta una entrevista realizada a Klauss Meschkat por los profesores Aceneth Perafán Cabrera y Hernando Uribe Castro bajo el título “Conversando con Klauss Meschkat”. El entrevistado es un destacado académico e intelectual alemán, quien en su trayectoria académica pasó por el mundo universitario de Santiago de Cali y pudo conocer de cerca los principios del movimiento ambiental en la región del Valle del Cauca y sus promotores como es Aníbal Patiño. El profesor aportó con su estudio a la comprensión de conflictos ambientales como el de la laguna de Sonso y las industrias de azufre en el Cauca.

      Finalmente, se presenta un séptimo artículo como conclusión, cuya redacción se realizó en el escenario del contexto de la cuarentena mundial por la expansión del coronavirus y cuyos efectos expresan la insustentabilidad de la vida, razón que motivó al autor de las conclusiones, Hernando Uribe Castro, a incluir una reflexión sobre este asunto. Un fenómeno global que atañe a toda la humanidad y que exige de un cambio de apreciación, percepción y actuación de todos con respecto a la compleja trama de la vida.

       Hernando Uribe Castro

       Doctor en Ciencias Ambientales

      ENRIQUE LEFF2

      Muy buenos días a todas y todos. Empiezo dando las gracias a la vida por tener amigos tan generosos como mi amigo el doctor y profesor Hernando Uribe, impulsor del Pensamiento Ambiental Latinoamericano en esta Universidad, quien ha tenido a bien invitarme a dialogar con ustedes esta mañana. Pues es en estos espacios en los que el Pensamiento Ambiental Latinoamericano va penetrando en la vida de las universidades, en la vida de los pueblos y en la vida de sus territorios, estableciendo un diálogo de saberes para devolverle la vida a la Tierra, que es la fuente donde se alimenta el Pensamiento Ambiental Latinoamericano.

      Esta metabolización del pensamiento es más que una transición histórica; es un cambio revolucionario, una transformación del proceso civilizatorio de la humanidad. Y estamos aquí congregados esta mañana para pensar esa cuestión, para pensar aquello que no fue pensado antes por la humanidad; para pensar la crisis ambiental que se expande cada vez de maneras más profundas y más catastróficas por el mundo, poniendo en riesgo los destinos de la vida; convulsionando las condiciones de la vida en sí y las condiciones de existencia de la vida humana en el planeta.

      Esta problemática es una cuestión todavía novedosa a pesar de que llevamos medio siglo debatiéndola intensamente. Llevamos cincuenta años tratando de desentrañar las causas y los enigmas de ese acontecimiento, inesperado para la humanidad, invisibilizado desde la capacidad de la racionalidad dominante desde nuestra capacidad para percibir y comprender la crisis ambiental. Los años sesenta marcaron una época de grandes cambios revolucionarios en el mundo –la revolución cultural, la revolución feminista y la revolución juvenil; los procesos de emancipación de las poblaciones negras impulsadas desde EE.UU. por Malcon X y Martin Luther King; los movimientos por la emancipación de los pueblos colonizados en búsqueda del reconocimiento de la igualdad de los seres humanos cuyos derechos fundamentales fueron sembrados por la Revolución francesa al postular la igualdad entre los hombres, donde arraiga también el reclamo de las mujeres por la igualdad de género y de los derechos existenciales de los Pueblos de la Tierra.

      Estos procesos de emancipación han progresado de manera muy significativa en los años recientes con el reconocimiento de los derechos de ser, de los derechos de existencia de los diversos pueblos y razas humanas, de las diferentes creencias religiosas, de las diferencias sexuales y de las preferencias e identidades de género. Efectivamente, se han dado progresos enormes en ese sentido y podemos reconocer que la humanidad ha abierto su razonamiento y su sensibilidad para crear un mundo humano más sensible, más digno y más justo.

      Sin embargo, en esta época irrumpió en el mundo la crisis ambiental, sacando a la superficie una condición de la vida que había quedado sepultada, ignorada, invisibilizada por una racionalidad tecno-económica insustentable, por una imposición del Logos Humano sobre las condiciones de la vida. Y es esa crisis la que después de cincuenta años de debatirla desde todos los frentes y por todos los flancos, para tratar de entender sus orígenes, sus causas y sus razones, para buscar la manera en que la humanidad podría resolver esa condición; la cual sin embargo, no hemos logrado todavía encontrar la claridad, los consensos, la fuerza organizativa y la visión estratégica para comprender el fondo de la cuestión ambiental así como para emprender un proceso de transformación civilizatoria hacia la construcción de la sustentabilidad de la vida, hacia la reconstitución de los sentidos de la vida humana en el planeta vivo que habitamos.

      La crisis ambiental irrumpió como una erupción volcánica impredecible por los vulcanólogos. Más allá de toda la lava que ha venido sepultando (cuestionando) las construcciones históricas del pensamiento humano, más allá de todas las corrientes y todas las vertientes de pensamiento que han surgido como destellos de lo impensado desde el fondo de la Tierra, no hemos llegado a comprender profundamente las causas y las razones que desencadenaron un proceso humano que ha atentado contra la vida del planeta que nos ha dado vida.

      Esta crisis ambiental es en el fondo y de raíz una crisis de pensamiento humano, una crisis de los modos errados en su comprensión de la vida. Y esos modos fallidos de comprensión de la vida son los que han llevado a la humanidad a intervenir sobre los cursos de la vida, llegando al punto de desencadenar un proceso de apropiación y transformación tecnoeconómica que ha alterado la composición de la atmósfera y ha degradado la biosfera, es decir, las condiciones de la vida del planeta que nos dio nacimiento como humanidad.

      Pues independientemente de las creencias religiosas de cada quien, podemos aceptar en este recinto académico que venimos de la evolución biológica de este planeta. Este es el único planeta vivo que conocemos, aunque las teorías biotermodinámicas hoy en día puedan presumir que no hay razón por la cual no se diera la organización de la materia para generar formas de vida en otros puntos del Universo. Pero este es el mundo que habitamos, este es el mundo del cual surgimos como humanidad, del cual nos jactamos de ser la forma de vida superior y suprema; y en esa creencia, en esa arrogancia del ser humano, en esa voluntad de poder y de dominio, desde los inicios de la humanidad se forjó el mandato de explotar la naturaleza en beneficio del ser humano, llegando a constituir una racionalidad que se ha apoderado del planeta por encima de nuestras voluntades y de nuestra capacidad para contener y controlar sus efectos en la degradación de la vida del planeta.

      La racionalidad de la modernidad ha llegado a establecer las leyes de la materia, de la vida, de la economía, de la sociedad y de la cultura, que buscan dar certeza al mundo que intervenimos y transformamos conforme a los dictados de sus leyes, de la legalidad derivada del Logos Humano, de aquello que Derrida denominó el logocentrismo de la ciencia. Las leyes de la materia no solo sirven para conocer el átomo, el gen, la sociedad, el proceso económico y las formaciones del inconsciente, sino que tienen el propósito de controlar los procesos materiales y simbólicos que generan o destruyen la vida del planeta a través del conocimiento científico. De manera que, si esa aseveración tiene algún peso de verdad –la certeza de que desde el pensamiento humano hemos intervenido al mundo y lo hemos desperdiciado,