mostrarle a mi mujer lo duro y plano que tenía el vientre –como una tabla–. Siempre nos dejaba con agujetas en el vientre debido a su sentido del humor y sus divertidos chistes. Espero que estos recuerdos que estoy compartiendo con los lectores les transmitan la impresión de cómo era Bruce y lo entusiasmados que estábamos al conocerle.
Debo reconocer el mérito de John Little al aceptar esta tremenda tarea de documentar el trabajo de Bruce. John ha sacrificado mucho para permitirnos leer y considerar con especial cuidado el legado de Bruce. En su biblioteca de doce volúmenes, John nos enseña que Bruce era realmente un hombre del Renacimiento: un pensador, un filósofo, un artista, un gran ejemplar físico y un ser humano realizado. Era multifacético y multidimensional. John nos ofrece la oportunidad de apreciar las muchas capas de las que se compone Bruce. En muchos sentidos, con el dinamismo y la determinación que ha mostrado al retratar al hombre que le inspiró cuando era un niño, John me recuerda a Bruce.
También merece mi reconocimiento la mujer de Bruce, Linda. Cuando Bruce y Linda se acababan de casar, ella sólo tenía unos veinte años y ni siquiera sabía cocinar. Cuando llegaron a Oakland le enseñé a cocinar algunos de los platos chinos que le gustaban a Bruce. Linda se convirtió en una de las mujeres más afables que he conocido. Sé que Bruce atribuía gran parte de su éxito a Linda y, gracias a su fuerza y perseverancia, se creó Jun Fan Jeet Kune Do, una organización compuesta por varios estudiantes directos de Bruce dedicada a preservar y perpetuar su arte y filosofía. Bruce estaría muy feliz si conociera la dedicación de Linda.
Shannon, la hija de Bruce y Linda, sólo era una niña cuando Bruce murió. Sin embargo, con la creación de Jun Fan Jeet Kune Do, Shannon aprendió cada vez más sobre su padre a través de los recuerdos de muchos de los estudiantes y amigos íntimos de Bruce. Con lo que Shannon hace, personal y profesionalmente, Bruce volvería para abrazarla orgulloso de ella y le daría una palmadita en la espalda para hacerle saber que siempre será su niñita.
Para terminar, sugiero que lea este libro y lo utilice para motivarse y alcanzar las metas que persiga en su vida. Nos encontramos ante muchas páginas de información sobre un hombre que tuvo que sortear sus propios obstáculos en la vida, un hombre que alcanzó el éxito porque creía en sí mismo. Quizás pueda usted inspirarse en esta obra para alcanzar su propio éxito. Incluso ahora siento la presencia de Bruce y a día de hoy todavía me motiva. Cuando estoy levantando pesas (todavía lo hago dos o tres veces por semana) maximizo mi entrenamiento haciendo una repetición más por el “viejo de arriba” y luego hago una más por Bruce. ¡Nunca falla!
1 “My Chief Definite Aim” (Mi principal objetivo).
LA PREPARACIÓN ENCUENTRA LA OPORTUNIDAD
Linda Lee Cadwell
Permítame que le describa un día normal en la vida de Bruce Lee; un día en el que no consiguió alcanzar el nivel de expectación que se había propuesto; un día que marcó un cambio decisivo en su vida.
La etapa del drama que voy a relatar se desarrolló en el Instituto Jun Fan Gung Fu de Broadway en Oakland, California, un gimnasio para entrenar creado por Bruce y James Y. Lee. Como yo estaba embarazada de ocho meses de Brandon, recuerdo con bastante claridad que los acontecimientos se desarrollaron a finales de diciembre de 1964 o principios de enero de 1965. Testigos de este hito en la historia fuimos Jimmy Lee, yo y muchos expertos en artes marciales de San Francisco, cuyos nombres nunca supe, a pesar de que resultaron ser viejos maestros. Los participantes especiales eran Bruce y un luchador de artes marciales chino más joven que los maestros, que había sido escogido, sin duda, para representar los intereses del grupo de San Francisco.
La argumentación del tema que nos llevó a este encuentro podría ser un ensayo, si se mira desde la perspectiva de los encuentros chinos con Occidente, volviendo al menos a la rebelión de los bóxers. En este caso, los maestros entrenados en kung-fu no veían con buenos ojos que Bruce enseñara artes marciales a los occidentales o, en realidad, a nadie que no fuera chino. Albergaban tan profundamente su creencia históricamente arraigada, que supuso un reto formal para Bruce, que insistía en participar en una confrontación, cuyo resultado decidiría si podría continuar enseñando a los “diablos extranjeros”. La filosofía de Bruce se hace eco de Confucio: “Al enseñar no deben existir distinciones de clases”. Por eso, sin ninguna duda, Bruce aceptó el reto y se fijó una fecha.
La pelea que se celebró es más importante por el efecto que tuvo sobre el curso de la vida de Bruce que por el resultado de la confrontación real. De todos modos, esto es una breve descripción de la acción física: en el momento en el que se inició el enfrentamiento, el luchador de kung-fu chino había empezado a correr en círculo por la habitación. Había una puerta que conducía a una pequeña habitación trasera y luego otra que llevaba a la habitación principal. Completó el círculo varias veces y Bruce le iba siguiendo de cerca. Finalmente Bruce tiró al hombre al suelo y le sujetó para que no pudiera moverse mientras gritaba en chino: “¿Te rindes?”. Tras preguntárselo dos o tres veces, el hombre se rindió y los partidarios de San Francisco se fueron rápidamente.
El combate completo duró unos tres minutos, por lo que James y yo nos quedamos pasmados al ver lo pronto que se resolvió, pero Bruce no. Lo recuerdo como si fuera ayer: Bruce está sentado en los escalones traseros del gimnasio con la cabeza entre las manos; no estaba satisfecho con la técnica que había empleado para terminar con su adversario y su resistencia falló al intentar capturarle cuando corría en círculos. Probablemente era la primera vez en su vida que Bruce flaqueaba. En lugar de celebrar su victoria, se lamentaba de su estado físico y de que con su entrenamiento en kung-fu no había alcanzado sus expectativas. Este trascendental acontecimiento constituyó el impulso para la evolución del jeet kune do y el nacimiento de su nuevo régimen de entrenamiento.
He de subrayar el hecho de que, para mí o para cualquier otro, a principios de 1965 Bruce parecía estar en perfecto estado físico. Había crecido en Hong Kong y no era un jovencito genéticamente bien dotado. De hecho, su madre me contó que Bruce había sido un niño esquelético cuyo horario para asistir al colegio durante el día, y a menudo trabajar en películas tarde y noche, no le aportaba un estilo de vida muy saludable. Sin embargo, a los treinta años, cuando comenzó a estudiar Wing Chun con el maestro Yip Man, Bruce entrenaba constante y arduamente a diario, así que cuando le conocí en 1963 me pareció que tenía un cuerpo estupendo. Tras el combate de Oakland, que no fue muy bueno para él, Bruce supo que tenía que prepararse más y mejor para cuando se presentara la oportunidad de realizar sus sueños.
Para Bruce no era sólo cuestión de correr más kilómetros, hacer más series o aumentar los kilos de sus pesas. Llegó a la solución del “problema” de forma científica: (1) fijar nuevos objetivos para el estado físico y la salud, (2) investigar la mejor forma de lograr los cambios deseados y (3) fomentar nuevos métodos mediante el empleo de la ciencia, el almacenamiento del progreso y la modificación del enfoque si era necesario. No había nada fortuito en la rutina de entrenamiento de Bruce, ni era particularmente “afortunado” por haber empezado con un don físico natural. Los mayores talentos que Bruce empleó para hacer realidad sus sueños fueron la “inteligencia” y la “curiosidad” (mano a mano, una poderosa combinación), la “dedicación” y la “perseverancia” (tenacidad incluso para afrontar los obstáculos que debía superar) y la “concentración” (disfrutando del viaje tanto como del destino).
A veces me han preguntado que cómo tenía tiempo Bruce para entrenar tanto. La respuesta es simple: fue el modo como decidió pasar el tiempo. Las decisiones que tomaba cada día incluían devotamente muchas horas de entrenamiento de su cuerpo y su mente para que fueran lo mejor posible. Así es como también entró en juego su desbordante imaginación. Además de planear regularmente sus horarios de entrenamiento, era “normal” para él verse involucrado en varias cosas a la vez: leer un libro, hacer pesas y estirar una pierna, por ejemplo; o jugar a algún tipo de juego físico con los niños; o hacer ejercicios isométricos mientras iba conduciendo. Cuando era pequeño le llamaban “culo inquieto” y seguía siéndolo de adulto.
El proceso que Bruce seguía para conseguir