Rosa Isabel Vázquez

Proyecto fotográfico personal


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los tres conceptos son imprescindibles. La ilusión es el motor que todo lo mueve, es la que nos empuja a trabajar y, sin ella, la mayoría de los proyectos no se llevarían a cabo. La implicación es la que nos hace partícipes del proceso, la que permite que nos convirtamos en expertos en la materia, la que provoca que cada detalle nos importe y, por tanto, que resulte auténtico. El último ingrediente secreto para el éxito no es otro que el trabajo. Invertir nuestro tiempo, empeño, recursos y todo lo que tengamos es algo que, sin duda, a la larga, dará su fruto.

      Cuando un proyecto es improvisado y se ha realizado de manera pobre, se percibe. Las prisas, la falta de cuidado o de atención pueden ofrecer una imagen nada deseable de nosotros y de nuestra propuesta. Sin embargo, cuando un artista trabaja en serio en su proyecto, se nota. Se aprecia y se valora la inversión personal que ha realizado en él y cuán intensa es la apuesta que está haciendo. Es muy importante que, antes de iniciar nuestro proyecto, tomemos conciencia de sus implicaciones y de la entrega que va a requerir por nuestra parte; debemos tener claro que estamos dispuestos —y que realmente deseamos— asumir todo ello. Es cierto que también existe la posibilidad de que nos apliquemos a fondo y, por un error de planteamiento, no obtengamos el resultado esperado. Este libro quiere ayudarte, precisamente, a que tu empeño llegue al mejor puerto.

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      Richard Misrach lleva desarrollando desde 1979 Cantos del desierto, un trabajo realizado en gran formato y en color sobre el desierto americano que se ha convertido en uno de los proyectos más extensos de la fotografía contemporánea. La implicación con la temática, derivada de la intensa fascinación que siente Misrach por el desierto, ha convertido su trabajo en uno de los ensayos más valorados e importantes sobre este tipo de paisaje.

      Stephen Shore, precursor de la Nueva Topografía y del Nuevo Documentalismo, así como uno de los pioneros de la fotografía artística en color, se ha convertido en una enorme influencia que ha inspirado a varias generaciones de fotógrafos. Shore, que también desarrolla una importante faceta docente, reflexiona sobre el talento y lo que él llama ambición, que podría entenderse como implicación:

      “Yo veo el trabajo de mis estudiantes, algunos se esfuerzan y acaban consiguiendo algo pero otros tienen algo desde el principio. Uno de los indicadores del éxito es la ambición. Con ciertos estudiantes yo sé que tienen más talento del que ellos creen tener pero son poco ambiciosos. Y sé que pronto recibirán muchas otras influencias (las exigencias de la vida, tener un trabajo, una vida amorosa) y dejarán la fotografía. Es muy fácil descubrir que no tienes tiempo para tu arte.”

      Existen infinitas maneras de hacer las cosas pero lo que no puede faltar a la hora de abordar nuestro proyecto son grandes dosis de ilusión, un enorme interés y una gran implicación. Sin ellos, es difícil que el proyecto salga adelante. Tomárnoslo verdaderamente en serio es la única forma de que culmine satisfactoriamente, pues seremos capaces de superar todas las dificultades que nos vayamos encontrando a lo largo del camino.

      El efecto abanico

      A María le encanta pasear con su cámara de fotos e ir tomando imágenes de todo aquello que le llama la atención. Lo que más le gusta es ir a un pequeño lago situado a las afueras de su pueblo. Fotografía los árboles que crecen en la orilla, los pequeños insectos que se va encontrando y las coloridas puestas de sol reflejadas en el agua. También toma imágenes de los pescadores, se hace autorretratos en ciertos rincones que son especiales para ella, fotografía los restos de basura que algunos individuos dejan cerca del merendero y retrata a personas que se quedan dormidas. Un día, María reflexiona sobre la razón que le lleva a ir a ese lago y, de alguna manera, llega a la conclusión de que siente una gran paz y comunión con la naturaleza. Después de dar vueltas a esta idea, decide focalizar sus fotografías a esta sensación y se decanta por concentrarse en realizar autorretratos en situaciones de extrema comunión con el lago y su entorno, como si formara parte del paisaje. Un día, se fotografía enterrada, dejando al descubierto únicamente su rostro; otro día, se unta el cuerpo con barro y se fotografía abrazada a los árboles; otro, lo hace sumergiéndose desnuda en el lago y, así, cada sesión fotográfica va dirigida a la consecución de su proyecto.

      Lo increíble de trabajar en un proyecto es que, sólo por el mero hecho de planteárnoslo, nuestro trabajo se catapulta. El motivo es que centramos en él todas nuestras energías y, a partir de su inicio, todas las imágenes que realicemos van a ir encaminadas a completarlo. Esto concentra toda nuestra capacidad y recursos en un único camino y eso nos va a permitir alcanzar cotas de mucho mayor nivel.

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      ©Rojo Sache, Nindus, 2011.

      En el año 2010, comenzamos un proyecto sobre la ambigüedad generada entre la capacidad de ser y la de desaparecer, abordando la existencia desde la propia duda, preguntándonos si lo efímero continuaría más allá de la propia reflexión.

      Para materializar esta idea, acordamos capturar imágenes de paisajes desapareciendo a causa de la lluvia, por lo que durante todo el año siguiente estuvimos persiguiendo tormentas y aguaceros con el fin de obtener fotografías para nuestro proyecto. El hecho de concentrar energías en una única dirección, además de motivarnos sobremanera, provocó que consiguiéramos exactamente las imágenes que buscábamos.

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      Cuando realizamos fotos sueltas, es como si lanzáramos pequeñas flechas, situadas sobre un gran abanico abierto, en muchas direcciones y con un alcance bastante limitado. Cuando tenemos un proyecto en marcha, cerramos todo ese abanico de posibilidades y nuestras ballestas se convierten en un gran arpón, con un alcance y potencia mucho mayores.

      Para que nos hagamos una idea visual de lo que estamos hablando, veamos un sencillo símil: imaginemos que estamos en nuestra fase de realizar fotos inconexas y todavía no nos planteamos que juntas puedan tener algún sentido. Perseguimos cada imagen de manera individual y nuestra meta es, en cada caso, aquella que nos estemos marcando con la propia foto. El resultado son fotografías bonitas pero que no forman parte de un todo mayor; su relevancia, posiblemente, sea reducida. Esta situación la podríamos representar con un enorme abanico abierto ante nosotros en el que hemos situado 12 pequeñas ballestas, una por cada tablilla que lo compone, preparadas para lanzar flechas en diversas direcciones. Esto nos permite disparar muchas, cada una hacia un lugar, pero no conseguimos que lleguen demasiado lejos pues su alcance resulta bastante limitado. En el caso de María, son todas aquellas fotos que hacía, en un primer momento, cuando iba al lago: los árboles, los insectos, las puestas de sol, los pescadores, la basura cerca del merendero, etcétera.

      De pronto, nuestras ideas se ordenan y ese abanico se cierra, perseguimos una meta concreta, ¡tenemos un proyecto! María ha decidido centrar sus imágenes en torno a un único concepto: su estado de comunión con la naturaleza. Todos nuestros lanzamientos irán ahora en una única dirección, las pequeñas flechas se han convertido en un enorme arpón, mucho más poderoso y con mayor trayectoria: hemos concentrado todos nuestros recursos e ímpetus y ahora nuestro trabajo resulta mucho más potente.

      Lo más importante es que, a partir del momento en el que nos proponemos desarrollar un proyecto, tenemos una dirección en la que caminar y eso hace que avancemos de una manera mucho más fuerte y efectiva. Pero, para que esto funcione, debemos saber hacia dónde dirigirnos. Esto es precisamente lo que trataremos en próximos capítulos: cómo iniciar nuestro proyecto y la búsqueda de la idea.

      Documentar nuestro proyecto

      imageEL DOSIER DE TRABAJO

      Si quieres sacar el máximo partido a la lectura de este libro, te recomiendo, encarecidamente, que elabores un dosier de trabajo.