Lisa Mosconi

El cerebro XX


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esenciales que nos permite descifrar por qué el alzhéimer afecta más a las mujeres que a los hombres.

      MÁS ALLÁ DEL ALZHÉIMER: “LA HIPÓTESIS DEL ESTRÓGENO”

      El impacto de los cambios hormonales en el cerebro femenino no se limita a la amenaza o las consecuencias del alzhéimer. El rol de las hormonas en la salud cerebral de las mujeres, con el estrógeno liderando la carga, ha ido ganando reconocimiento en varios campos de la medicina, lo cual ha derivado en descubrimientos importantes y aterradores.

      El campo de la psiquiatría ha desentrañado quizás uno de los ejemplos más extremos, al proporcionar evidencia de que las fluctuaciones en los niveles hormonales durante la menopausia podrían desencadenar un tipo de esquizofrenia previamente desconocida. Históricamente, la esquizofrenia era considerada un trastorno de los jóvenes que afecta sobre todo a hombres. En años más recientes, los científicos han identificado un “segundo pico” de la esquizofrenia después de los cuarenta y cinco años (o, de manera más específica, en los años previos a la menopausia), lo cual afecta a las mujeres de forma preponderante.13

      Esta nueva forma de esquizofrenia sacó a la luz un sesgo profundamente arraigado en la forma en que los médicos habían tratado la enfermedad durante siglos, pasando por alto a las muchas mujeres de mediana edad que acudieron a ellos en busca de ayuda. Existen registros de finales del siglo XIX que contienen innumerables casos de mujeres estadunidenses que sufrían esquizofrenia de inicio tardío a quienes se les diagnosticó “demencia por supresión de la menstruación” y en consecuencia fueron enviadas al manicomio. Actualmente, pese a que los medicamentos antisicóticos son un tratamiento común para hombres y mujeres, se ha hecho muy poco para mejorar los síntomas de las fluctuaciones hormonales que precipitan esta forma de enfermedad en las pacientes.

      Otros ejemplos de cómo las hormonas pueden tener un impacto dramático en el cerebro incluyen a muchas mujeres que desarrollan depresión por primera vez durante la menopausia, o mujeres con enfermedades mentales previamente controladas como trastorno bipolar o depresión mayor, quienes experimentan una reaparición o agravamiento de la enfermedad durante la menopausia; sin mencionar a quienes se sienten al borde del suicidio u otras que experimentan síndrome premenstrual. Estos casos son raros, pero existen.

      Esto pone de manifiesto algo que ha pasado inadvertido durante mucho tiempo: al parecer, hay una epidemia dentro de la epidemia en la salud cerebral de las mujeres. Investigaciones recientes señalan14 que los cambios hormonales que las mujeres experimentan en la mediana edad son un posible detonante de las condiciones médicas que afectan al cerebro femenino más que al masculino. Asimismo, la menopausia aumenta la susceptibilidad de padecer cardiopatías, obesidad y diabetes (las cuales son factores de riesgo para el deterioro cognitivo). Esto no quiere decir que la menopausia sea la raíz de todos los males. No obstante, aunque sepamos bastante sobre cómo enfrentar enfermedades que afectan otras partes de nuestro cuerpo, entender el rol que desempeñan los cambios hormonales en el cerebro femenino y aprender a lidiar con ello es un área descuidada que debe atenderse con urgencia.

      Cabe destacar que los hombres experimentan disminuciones de testosterona con la edad, el equivalente masculino de la menopausia, denominado andropausia. Por suerte para ellos, la pérdida de fertilidad en hombres es un proceso mucho más gradual (Mick Jagger tuvo a su octavo hijo a los setenta y tantos años), además, prácticamente no produce síntomas. Lo que reportan los hombres como síntomas principales15 son bajo deseo sexual e irritabilidad. Además, mientras que los niveles de estrógeno también disminuyen en los hombres, su testosterona tiene la capacidad de convertirse en estrógeno cuando es necesario, lo cual significa que nunca sufren la pérdida severa de estrógeno que atraviesan las mujeres.

      A final de cuentas, se ha demostrado que las pérdidas hormonales afectan más y de formas distintas al cerebro femenino que al masculino. Dado que las mujeres de hoy pasan aproximadamente un tercio de su vida en etapa posmenopáusica, es crucial analizar cuál es la mejor manera de cuidar su salud cerebral durante esa etapa de su vida.

      Se calcula que hasta 850 millones de mujeres alrededor del mundo han comenzado o están a punto atravesar la menopausia. ¿Por qué no armarnos con la mejor atención médica y los cuidados necesarios con antelación, antes de que ocurran los cambios hormonales que nos vuelven vulnerables a los síntomas cognitivos y emocionales?, ¿qué pasaría si pudiéramos protegernos de manera preventiva?

      UNA OPORTUNIDAD DE GANARLE AL RELOJ

      Históricamente, la conexión entre las hormonas y la salud cerebral ha sido ignorada, sobre todo porque el mundo aún estaba por descubrir cómo los cambios hormonales impactaban al cerebro. Como sabemos ahora, muchos síntomas de la menopausia en realidad se originan en el cerebro y por lo tanto son, sobre todo, síntomas neurológicos, los cuales deben tomarse muy en serio, pues indican que en el cerebro sucede algo que, de no revisarse, podría tener consecuencias impredecibles e innecesariamente trágicas en los años venideros.

      Cabe mencionar que no todas las mujeres menopáusicas desarrollan alzhéimer, depresión u otra enfermedad del cerebro (y no todas presentan dramáticos cambios cerebrales o cognitivos). Se estima16 que 20 por ciento de las mujeres no desarrolla ninguno de los síntomas cerebrales asociados con la menopausia. Sin embargo, el 80 por ciento restante experimenta al menos una de estas indeseables “señales de alerta”, incluyendo un riesgo potencialmente mayor de padecer alzhéimer. Así que a medida que las mujeres se acercan a la mediana edad, existe una ventana de oportunidad crítica para detectar señales de mayor riesgo cerebral e intervenir con estrategias para reducir o prevenir ese riesgo. Cuidar mejor de nuestro cerebro en los años previos y cercanos a la menopausia puede mejorar los síntomas del climaterio con efectividad y reducir de forma dramática el riesgo de padecer alzhéimer en los años posteriores. Como sociedad, necesitamos enfrentar esto con urgencia, porque tratar a largo plazo la salud de una mujer significa entender y abordar los efectos de la menopausia en el cerebro.

      ¿Qué ocurre con las mujeres posmenopáusicas y mayores?, ¿deberían darse por vencidas? Por supuesto que no. La edad no es más que un número. Se trata más bien de lo que hay en tu mente y cómo cuidas tu cuerpo y tu cerebro. Dicho esto, cuanto más pronto empecemos a cuidar de ambos, mejor (y nunca es demasiado tarde). En este libro revisaremos diversas estrategias orientadas a optimizar la salud cognitiva en las mujeres de todas las edades. Nunca es tarde para comenzar a cuidar de ti misma; el objetivo es elegir la estrategia correcta con la “edad hormonal” de cada mujer, así como con una serie de factores genéticos, médicos y de estilo de vida. No importa si tienes sesenta, setenta, ochenta (o más), involucrarte en prácticas preventivas es una forma eficaz de aclarar tus pensamientos, fortalecer tu mente y nutrir tus recuerdos. Si tú o algún ser querido está experimentando pérdida de memoria o deterioro cognitivo, tengo la esperanza de que las recomendaciones de este libro ayudarán a aliviar los síntomas, mejorar el equilibrio emocional y fortalecer la resiliencia.

      Éste es el momento idóneo para reconocer que muchas mujeres que nacen con los cromosomas XX están dispuestas a someterse a cambios hormonales para transitar de un género al otro. En 2020, la sociedad se ha dado cuenta de que el género va mucho más allá de la simple distinción cromosómica binaria establecida al nacer (como alguna vez se pensó). De hecho, hay una fluidez y complejidad en torno al género que permaneció oculta por muchos años. Los cambios hormonales que ocurren en aquellas mujeres que se someten a tratamientos hormonales mientras hacen la transición al género masculino obviamente difieren significativamente de aquellos que experimentan las mujeres que nacieron mujeres y continúan siendo mujeres. Por desgracia, las transiciones específicas que experimentan las personas transgénero no han sido suficientemente bien estudiadas, al menos en términos de sus efectos en el cerebro, algo que representa una oportunidad importante para investigaciones posteriores. Para quienes se someten a esas transiciones mi esperanza es que este libro pueda convencerte de dialogar con tu médico sobre los efectos de las hormonas en tu cuerpo y tu cerebro.

      Para todas las mujeres (tanto las nacidas bajo el sexo femenino como aquellas en transición) mis recomendaciones sobre cómo utilizar este libro son exactamente las mismas. Deja que se convierta en tu guía y genere los argumentos necesarios para tener discusiones francas y significativas con tu médico.