Eduardo H. Grecco

Flores de Bach


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la forma clínica que el paciente padece y decir, por ejemplo, que tal paciente sufre de depresión. La apatía o el insomnio son síntomas de depresión, pero esto no significa que la persona que los padezca sufra obligadamente esa alteración. Para que se pueda hablar de depresión se necesita la presencia simultánea de una serie de síntomas, que se denominan patognomónicos (propios de) y que por su asociación definen el cuadro. Esta es la diferencia que media entre semiología y nosografía.

      TIPOS FLORALES DE DIAGNÓSTICOS

      Sin embargo, en el trabajo floral se transita por otro sendero, lo cual no significa descalificar estas formas precitadas de diagnosticar. El punto básico es comprender dos premisas iniciales para el trabajo diagnóstico en la Terapia Floral:

      a) tener en cuenta la forma en la cual el paciente reacciona a la enfermedad y no la enfermedad en sí misma. (“No es la enfermedad la que importa, es el paciente; no es lo que el paciente tiene […] es la forma en la que se ve afectado”, Bach) y

      b) comprender que todas las manifestaciones del paciente, que llamamos síntomas, son significantes a los cuales hay que encontrar un sentido. Al respecto Bach señala, por ejemplo, en Cúrate a ti mismo, que “la naturaleza misma de la enfermedad será una guía útil que nos ayude a descubrir el tipo de acción que se está ejecutando en contra de la Ley Divina del Amor y la Unidad”. Es decir, no hay que tener en cuenta la enfermedad como “cosa en sí”, pero sí considerarla como texto a comprender.

      Esto conlleva apartar la Terapia Floral de la pura descripción semiológica y centrarla en una labor interpretativa. Mientras que la homeopatía, por ejemplo, se mantiene en el plano de lo fenomenológico, la Terapia Floral apunta su intención a lo que detrás de lo manifiesto se esconde como significación, tal como Bach lo plantea en varios textos. Esta hermenéutica del síntoma se sustenta, por otra parte, en la Teoría de las Correspondencias (signatura), punto que se encuentra desplegado, especialmente, en el texto Ustedes causan su propio sufrimiento.

      Más adelante se volverá sobre estas cuestiones más doctrinarias, pero antes es conveniente analizar las perspectivas que están planteadas en la obra de Bach sobre los diferentes tipos de diagnósticos que hoy se pueden utilizar en al clínica, aunque este tema, como tal, no fue abordado por él en un texto específico.

      SITUACIÓN, HISTORIA, EMOCIÓN, PERSONALIDAD Y LECCIÓN

      En la práctica clínica floral se observan varios tipos de diagnósticos básicos: situacional, histórico, emocional, personalidad y lección. Todos ellos son complementarios, y en su conjunto permiten desarrollar una estrategia de comprensión del paciente bastante global y todos están presentes en los textos de Bach.

      El diagnóstico de situación responde a la pregunta existencial del estar del paciente en el momento en que realiza la consulta. El acento esta puesto en el “aquí y ahora” de la totalidad de las cosas que le suceden: hechos, síntomas, afectos, etc. “Lo que debemos tratar es el estado actual el paciente, exactamente cómo está cuando lo visitamos, incluso si volvemos a visitarlo al cabo de una semana, vuelve a ser un paciente nuevo. […] Siempre debemos tratar el presente AHORA, y recordar el pasado o permitir que un paciente dé vueltas al pasado significa obstaculiza los resultados”.

      Muchas veces, lo que el paciente trae a consulta es solo una parte de su realidad y hay muchos otros aspectos que su conciencia ni siquiera registra. No hay que confundir situación con conciencia, ni pensar que lo que esta percibe agota el conjunto de la actualidad.

      Es importante concebir la situación como una totalidad, que incluye tanto lo consciente como lo no consciente, lo evidente como lo no tanto, lo impactante como lo “insignificante”, y en donde todas las manifestaciones presentes se encuentran relacionadas entre sí por una estructura latente que hay que descubrir. La tarea no es acumular flores ante cada síntoma que el paciente muestra, sino buscar el hilo conductor que actúa de costura de las diferentes partes del tejido de síntomas.

      Un paciente puede presentar un cuadro de anemia ferrosa, hipotiroidismo, hipotensión arterial, osteoporosis y cansancio. No se trata de cinco síntomas diferentes sino de una misma emoción, tal vez la tristeza, la melancolía, que se expresa a través de estas diversas maneras.

      Otra cuestión importante al evaluar la situación es buscar los síntomas antagónicos complementarios, es decir, síntomas que van en dirección contraria. Esta búsqueda no es lineal, a veces lo opuesto aparece en niveles diferentes, y muchas veces camuflado, ya que en la clínica las cosas raramente se manifiestan de modo evidente, como cuando una persona padece simultáneamente hipotensión e hipertensión, donde el antagonismo es obvio. La mayoría de las veces la cuestión es más cercana, por ejemplo, al paciente que tiene síntomas de agresividad y anemia ferrosa. No se trata de dos signos sino de una misma estructura que se muestra hacia dos direcciones: la expresión agresiva y la inhibición de la misma.

      En el diagnóstico de situación, buscamos la totalidad de padeceres, así como también inquirimos por la totalidad de los recursos con los que el paciente cuenta para enfrentar estos sufrimientos. De esta manera, este diagnóstico opera como una radiografía general de la persona en el hoy, y es útil para guiar al terapeuta en la toma de decisiones clínicas inmediatas, que bien pueden no ser de fondo, pero que resultan imprescindibles para el bienestar del paciente.

      El diagnóstico vital o histórico responde a la pregunta por la existencia de una persona. ¿Cómo fue? ¿Qué clase de historia vive? ¿Cuál es el argumento en torno al cual se organiza su vida? Es bueno insistir en que sin el entendimiento de la historia no es posible comprender la situación, ni a la persona en su totalidad. Por el contrario, al indagar por las raíces biográficas de una situación se hacen evidentes los conflictos, ambivalencias, pasiones, pendientes, descarríos, etc., que se dramatizan en los padecimientos que el paciente sufre. Pero la historia no es la cronología de los hechos que le sucedieron, sino lo que se hizo con esos hechos. Es decir, se pone el acento en la historia como construcción emocional y no en los eventos en sí.

      La historia de cada quien es su más cercana cronicidad, y las cronicidades clínicas no hacen otra cosa que amplificar el argumento y la trama sobre la que se sustenta. Bach otorgó un lugar especial a siete remedios (Los Siete Ayudantes) para trabajar las cronicidades: Gorse, Oak, Heather, Rock Water, Olive, Vine y Wild Oat. Por ejemplo, la historia Gorse se fundamenta en la creencia de la existencia de un destino inexorable e inmodificable, de tal modo que esto lleva a la persona a la desesperanza y, como corolario, al abandono de toda lucha. Gorse deja de luchar porque no tiene esperanza, porque ya está todo escrito. Tanto como frente a la enfermedad como frente a la vida, y la biografía revela esta estructura de la existencia.

      Claro está que si vamos a las palabras de Bach en cuanto al diagnóstico de situación, este proceder de evaluación histórica parecería inútil. Sin embargo, hay una clave importante. Bach dice: “Jamás les permitamos ni por un momento pensar en el pasado; esto está cerrado y clausurado”. Pero ¿qué ocurre cuando sucesos que cronológicamente son del ayer no están cerrados ni clausurados, sino que son, todavía, puro presente? Hay que recordar que en el inconsciente no hay tiempo. Por otra parte, en todo el texto Seamos nosotros mismos, la orientación está puesta en el tratamiento y la actitud del paciente y no en el tema diagnóstico. En otro libro, Ustedes causan su propio sufrimiento, aporta lo siguiente: “A partir de la vida y la historia del paciente, el médico deberá ser capaz de determinar el conflicto, o la falta de armonía entre el cuerpo y el alma que están provocando la enfermedad, y de ese modo poder brindarle el consejo y el tratamiento necesario para aliviar al enfermo”. En ese mismo texto agrega: “La verdadera naturaleza de nuestro Yo Superior, el conocimiento de vidas previas y posteriores, aparte de la presente, ha significado muy poco para nosotros, en lugar de convertirse en la guía y el estímulo de cada una de nuestras acciones”. Creo que las citas son lo suficientemente claras en torno de la necesidad de comprender la historia del paciente antes de poder da cuenta de la naturaleza del mal que lo aqueja.

      Ahora bien, detrás de las manifestaciones históricas