sanitarias y demográficas de las poblaciones en la Europa siglos XVIII y XIX.
Las revoluciones liberales y socialistas del siglo XIX y XX que impulsaron el reconocimiento de derechos políticos universales y el Estado de Bienestar
La genética de Mendel siglo XIX
Surgimiento de los movimientos feministas a comienzos del siglo XX
El nacimiento a principios del siglo XX de los comités de Bioética
Las Declaraciones Universales sobre Derechos Humanos desde 1948
Expansión de los movimientos anti-coloniales en todo el mundo
La Biología molecular de Crick – Watson, la teoría de la doble hélice ADN/ARN (1953), el comienzo de la revolución genética.
El surgimiento del movimiento ecologista en los años de 1970
La creación de los términos “biopolítica” y “biopoder” por Michel Foucault (1976)
La clonación de la Ovejita Dolly en el Instituto Roslin (1996), surgimiento de las biotecnologías y de la Bioeconomía
La creación de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo. Naciones Unidas, 1984
La Cumbre Mundial de la Tierra. Río de Janeiro, 1992
La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, 2005
A estos eventos podemos agregar todos los foros mundiales por los derechos humanos, por la ecología, por las luchas contra la pobreza. Con estos y otros elementos podemos pensar las “biopolíticas” como parte de la construcción de la Humanidad hasta nuestros días. Es decir, como un proceso histórico que trasciende las culturas y sistemas políticos en la evolución del colectivo que llamamos Humanidad.
Esto significa también que las particularidades culturales y las diferentes teorías sociales no representan más que “aspectos” o “momentos” o “singularidades” de un proceso histórico más amplio donde se definen los comportamientos humanos relativos a la preservación de la vida, a la creación de condiciones de vida digna para todos los habitantes del Planeta.
La Bioética se propone abordar cuestiones éticas relacionadas con profesiones y ciencias vinculadas con la salud, con los productos farmacéuticos, con la biología, la bioquímica,, la educación, las biotecnologías, con los cambios en las identidades de género de las personas, con las relaciones interpersonales mediadas por las computadoras. Existe una amplia jurisprudencia sobre cuestiones bioéticas en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que muestra la preocupación creciente por los problemas de la calidad de vida.
Las Biopolíticas constituyen las estrategias que los actores sociales (Estados, partidos, organizaciones sociales) adoptan en cuanto al respeto de la vida, a la creación de condiciones de bienestar humano y al respeto de la dignidad humana conforme al sistema de declaraciones internacionales sobre derechos humanos, bioética y ecología. Esta concepción amplia de las “políticas de vida” trasciende las segmentaciones ideológicas tradicionales e incluso las visiones antropocéntricas de los derechos humanos.
Como derivación de estas dos dimensiones de las prácticas sociales vemos surgir un espacio conceptual que podríamos denominar biotecnólopolis, o sea, un modelo global civilizatorio que procura la evolución sustentable de la especie humana junto con el resto de los sistemas vivientes. Esta nueva dimensión de las relaciones internacionales aparece en las manifestaciones ecologistas y en los foros donde se discuten los problemas del calentamiento global y otros. De esta concepción debería surgir un modelo de ecodesarrollo con políticas económicas y sociales que armonicen el crecimiento económico, la equidad social y el respeto del medio ambiente. Esta es la utopía que vale la pena sostener para el siglo XXI.
1 En 1985 la Unesco, junto con el Instituto Internacional de Filosofía, convocó nuevamente a un grupo de filósofos de distintas culturas y orientaciones para revisar los fundamentos filosóficos de los derechos. Ver: VARIOS AUTORES (1985) Los fundamentos de los derechos humanos. Barcelona: SERBAL – UNESCO
2 Michel Foucault (2002) Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, p.134-135
CAPÍTULO 1
NIHILISMO GLOBAL O REVALORIZACIÓN DE LA VIDA
… sabemos que el Homo Sapiens no ha usado hasta el presente sino una pequeña parte de las posibilidades de su espíritu/cerebro. Estamos en consecuencia, lejos de haber agotado las posibilidades intelectuales, afectivas, culturales, de civilización, sociales y políticas de la Humanidad. Eso quiere decir que nuestra cultura actual corresponde a la siempre presente prehistoria del espíritu humano, y que nuestra civilización actual corresponde a la siempre presente edad de hierro planetaria.
Edgar Morin, Tierra Patria , 1993, p.216
Al mismo tiempo que las biotecnologías manifiestan cada día el dominio creciente de la Humanidad sobre las leyes de la naturaleza en la medicina, la agricultura o la producción de alimentos, observamos cómo se incrementan los riesgos de vida para millones de personas y para el medio ambiente. Un proletariado creciente de más de mil millones de humanos padece hambre o son empujados a la marginación social.
Esta contradicción parece incomprensible. Más incomprensible aún resulta la negación que existe en la mayoría de las sociedades actuales respecto al significado de la vida para el destino humano. Desde los comienzos del siglo XX varios autores señalaron los peligros de la “deshumanización” o de la “alienación” provocadas por la economía capitalista, por las innovaciones tecnológicas, por los medios de comunicación o por los sistemas políticos autoritarios. En el segundo decenio del siglo XXI afrontamos problemas más acuciantes aún.
En África, América Latina o Asia la pobreza provoca millones de muertes. Si tenemos en cuenta los homicidios provocados por la criminalidad, el narcotráfico y los conflictos familiares el panorama resulta más abrumador porque nos revela sociedades en proceso de desintegración. En algunos casos a los países que más sufren estos dramas se los denomina “estados fallidos”. Pero a nadie se le ocurre denominar a Estados Unidos un “estado fallido” porque en 2017 tuvo más de 62.000 muertos por sobredosis de drogas o a Brasil porque tuvo una cifra de 58.000 homicidios en 2018.
La desintegración social o en su forma más benigna la crisis de los vínculos sociales está ocurriendo en todo el mundo. Muchos asocian este fenómeno con el capitalismo, otros con la globalización, otros con el consumismo de masas, otros con la pérdida de los valores éticos, religiosos o culturales. Los grandes factores de integración social, la familia, la escuela, el Estado, se han debilitado o deslegitimados.
La opinión pública se alarma por los actos terroristas. Pero los hechos de violencia escolar, la violencia familiar, los asesinatos cotidianos provocan muchos más víctimas en situaciones horrendas. En ciudades y países enteros las cuestiones de seguridad se han vuelto cruciales. Muchas familias buscan resguardo en “barrios cerrados” (countries), protegen sus casas o contratan vigilancias privadas. La “economía de la seguridad” se ha convertido en un nuevo ítem del PBI. De acuerdo con el Informe 2018 de UNICEFF la mitad de los estudiantes de 13-15 años en el mundo declara haber sufrido violencia escolar. .
Hablamos del “nihilismo social” como un fenómeno que engloba variadas situaciones: la desestructuración de las familias, las violencias del narcotráfico, la violencia escolar, la violencia política, la depredación del medio ambiente, el desamparo de los excluídos. “Nihilismo significa en este contexto “negación”, negación de los vínculos sociales, negación del valor de la vida.
La crisis