hacer con el hedonismo que lleva al consumismo, pero tal parece que el solo placer no es suficiente.20 El hombre necesita la dimensión religiosa, al menos estar abierto a ella.
Aspecto sociológico o comunitario
Ya que la persona es un ser en relación, podemos darnos cuenta de que se vincula con las cosas, pero, sobre todo con las personas. Con las cosas puede conectarse para disfrutarlas; por ejemplo, en su belleza estética, tanto natural como artística, pero también para poseerlas, en la acumulación que promueve el capitalismo. Sin embargo, se vincula en especial con las personas, y eso a varios niveles.
Puede vincularse con ellas en el estar en sociedad, lo que Heidegger llamó el ser-con, pero que tuvo que desarrollarlo un discípulo suyo, Karl Löwith.21 Este tipo de relación hace surgir la ética, la política y el derecho. Es la vida en sociedad, donde se despliega un personalismo comunitario, que veremos al trasluz del concepto de analogía.
En ese nivel las personas se relacionan para el trabajo, y para un aspecto del amor que es la solidaridad, o amistad social. No en balde ya desde Aristóteles y Santo Tomás se decía que nos unimos en comunidad o sociedad para satisfacer mejor nuestras necesidades mediante el trabajo y la amistad.
Hay otro nivel de relación humana, que es la amistad misma. Puede tener todavía rasgos de utilidad, pero ya los tiene también de placer, pues los amigos se deleitan con su compañía. Y lo mejor es que sea una amistad honesta, es decir, de benevolencia, en la que se quiere el bien del amigo, esto es, su perfección o autorrealización, por la virtud.
En el ámbito de la moral, se ha dado una ética de virtudes, dado que se ha visto rebasada la ética de leyes. En la filosofía analítica, muchos la han adoptado, como Peter Geach, Elizabeth Anscombe, Philippa Foot y Bernard Williams; en el lado posmoderno, ha sido Alasdair MacIntyre quien la ha promovido.22 Él se dio cuenta de que la ética de leyes, como la de Kant, con sus imperativos, había caducado. Y quedaba elegir entre Nietzsche y Aristóteles. Él optó por este último, y elaboró una ética basada en las virtudes.
También en filosofía política se ha dado el giro hacia la virtud. Los teóricos del republicanismo más reciente, sobre todo del comunitarista, han insistido en la necesidad de virtudes cívicas, para la convivencia.23 Son, por ejemplo, la participación en los diálogos o debates públicos, el voto deliberativo, y otras semejantes, las que ayudan a la convivencia comunitaria.
Esto no debe extrañarnos, pues la noción de virtud ha vuelto incluso a la epistemología.24 Ya se trata de una epistemología de virtudes, con virtudes epistémicas tales como la parsimonia en la experimentación, la creatividad en las hipótesis, la relevancia en la argumentación, etc.
Y lo mismo ha pasado en la educación, con una pedagogía de virtudes.25 Ya no se ve al alumno como un saco al que hay que llenar de información, sino como algo vivo y orgánico, en el que hay que formar ciertas virtudes. Si la enseñanza consiste en desatar el dinamismo del conocimiento, es necesario estudiar la epistemología para hacerlo. Y una epistemología de virtudes lleva de modo natural a una pedagogía de virtudes. Por eso trataremos de aplicarla a la formación de valores.
Formación en valores (y virtudes)
Creo que lo mejor para formar en valores es acompañarlos con una ética de virtudes. Los valores son abstractos, mientras que las virtudes son concretas y prácticas. Servirán para hacerlos vida. Por otra parte, no hay nada tan analógico como la noción de virtud. Los griegos la pensaron como el término medio entre dos extremos en las acciones. Era un término medio proporcional, y proporción en griego se dice analogía. Por tanto, la virtud no es otra cosa que una actitud analógica o mediadora en el fluir de las acciones.
Las virtudes clásicas: prudencia, templanza, fortaleza y justicia, son sumamente analógicas, son el sentido de la proporción. La prudencia es la sensibilidad para encontrar el justo medio, el equilibrio proporcional, por eso era vista como la puerta hacia las virtudes. La templanza es el equilibrio proporcional o analógico en la satisfacción de las necesidades, tiene que ver con el apetito concupiscible. La fortaleza da el equilibrio proporcional de la resistencia ante lo arduo o difícil, se relaciona con lo irascible. Y la justicia es dar a cada quien su proporción, tanto en la conmutación, como en la distribución y en el ámbito legal.
Son virtudes que se necesitan para la vida social. MacIntyre añade la veracidad,26 pues sin ella se destruye la sociedad misma, no se puede vivir a base de engaños, como lo señalara ya Nietzsche: es el poder de la mentira.
Pues bien, los valores tienen que acompañarse de las virtudes, que los ponen en la vida diaria, en el mundo de la vida. El gran campeón de la axiología, Max Scheler, llegaba a decir que los valores no son, sino que valen, y los veía como esencias platónicas; además, decía que los valores se captaban por intuición, y lo peor es que con una intuición emocional, ni siquiera intelectual.27 Esto hace la situación muy peligrosa, pues lo que yo intuyo tú no lo intuyes, y una polémica de intuiciones nadie la gana. Tiene que haber recurso a la razón.
Nietzsche fue el campeón de la valoración, al punto de que su superhombre era el transvaluador de todos los valores, el que se iba a atrever a ponerlos a todos al revés, de cabeza. Pero este mismo pensador cayó en valores tan extraños como buscar la inmortalidad a través del eterno retorno, quitando así la libertad que tanto apreciaba, para dar cabida al destino, a la fatalidad, de la que no hay escapatoria.28
La mejor compañía para los valores es, entonces, las virtudes. Una educación en valores conlleva una en virtudes. Éstas se aprenden con la práctica, formando en la persona un carácter que lo haga realizar las acciones correspondientes de manera fácil, agradable y sin error.
Hay mucho material sobre formación en valores, lo hay menos en formación de virtudes; pero ambas modalidades son complementarias, y pueden acompañarse. La axiología precede a la ética. Y tal vez siempre la acompaña, pero entre los valores se encuentra el moral, y es el que lleva a la ética. Creo que la antropología filosófica fundamenta la ética, y lo hace a través de la axiología, porque según la naturaleza del hombre son los valores que establece y son los que llevan a plasmarlos en la conducta ética, la cual, a su vez, se vale de las virtudes para encarnar los valores. Así tenemos el círculo completo. Y no es un círculo vicioso, sino virtuoso, precisamente porque se elabora por medio de las virtudes.
Ya cayó la acusación de falacia naturalista a ese fundar la ética en la antropología, ya que ahora se considera que debemos saber al menos medianamente lo que es el hombre, la persona, para saber qué le vamos a normar tanto en la ética como en el derecho y en la misma política. Si no nos ponemos a estudiar al hombre, a la persona, ¿cómo podremos saber qué le resulta conveniente y adecuado?
La persona es, pues, un sujeto moral, jurídico y político. Vive en comunidad, por eso se trata de un personalismo comunitario, que proviene de Maritain, pasa por Mounier, y llega hasta nuestro momento a través de Carlos Díaz y de Juan Manuel Burgos.
Los valores están presentes en todos esos ámbitos. La ética realiza valores, los norma a través de la conciencia. El derecho también realiza valores, por eso se habla de una axiología jurídica que es cada vez más importante a la hora de comprender los derechos y las leyes. De modo que, si el derecho no va de acuerdo con la ética, dará leyes injustas que ahora no se consideran como obligatorias, sino como malas. Y la política realiza valores, que plasma en la vida social, tanto a partir del estado como de la sociedad civil.
Pues bien, los valores éticos necesitan de las virtudes, ya que la prudencia es imprescindible para llevarlos a la práctica. La templanza y la fortaleza la ayudan a cumplirlos. Los valores jurídicos también requieren de la prudencia, pues las leyes tienen que interpretarse para ser bien aplicadas. Y a eso se añade la justicia legal. Los valores políticos también requieren de la prudencia para ser llevados a la práctica, y de la justicia distributiva, así como de otras virtudes cívicas (según se las llama ahora), para que haya igualdad en la sociedad.29 E incluso de la justicia conmutativa, para que haya equidad en la vida económica. Lo mismo en cuanto a la dimensión religiosa del hombre, la virtud de la religión es la que nos hace rendir