J. I. Packer

En pos de los puritanos y su piedad


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peculiarmente alegre pensar que este material haya sido tan significativo para mí, tanto en su estilo como en su sustancia. Es posible que aquí tu experiencia no coincida con la mía (ya que, particularmente, el pesado lenguaje latinizado de Owen, es algo que deleita a muy pocos); sin embargo, tiene que haber algún aspecto de tu propia experiencia que te permita entender la mía, y por eso quería que comprendieras plenamente de dónde viene mi motivación para, como dicen los estadounidenses, «celebrar» a los gigantes puritanos.

      Yo espero que los siguientes capítulos sean estimulantes para ti, porque en ellos te comparto los descubrimientos que durante 40 años me han estimulado personalmente. Estos ensayos no consisten solamente de historia y teología histórica; sino que, como en todas las cosas que he escrito, mi intención es promover la espiritualidad; los ensayos se enfocan en la manera en la que, desde mi punto de vista, los puritanos son gigantes en comparación con nosotros. Y en ese sentido, si buscamos crecer espiritualmente, necesitaremos la ayuda de estos gigantes. Aprender de los héroes cristianos del pasado es, en todos los sentidos, una dimensión importante de ese compañerismo edificante, que, en términos más apropiados, es llamado: la comunión de los santos. Los grandes puritanos, aunque muertos, aun nos hablan a través de sus escritos; y nos dicen cosas que necesitamos escuchar urgentemente en medio de los tiempos presentes. De manera que, en los siguientes capítulos intentaré transmitir algunas de esas cosas.

      Fuentes

      Gran parte del material de este libro es una reproducción o una revisión de algunos artículos que ya han sido impresos anteriormente: por esa razón habrá algunas repeticiones ocasionales.

      «Por qué necesitamos a los puritanos» se basa parcialmente en un capítulo del libro de Leland Ryken, Worldly Saints [Santos del mundo] (Zondervan: Grand Rapids, 1986), p. ix–xvi.

      «El puritanismo como un movimiento de avivamiento» fue publicado en la revista The Evangelical Quarterly [Publicación trimestral evangélica], LII: i (enero 1980), p. 2–16.

      «Los escritos prácticos de los puritanos ingleses» surgió originalmente como una conferencia para la Biblioteca Evangélica (Evangelical Library) en 1951.

      Y de entre un grupo de escritos que originalmente eran publicaciones privadas y después se convirtieron en los reportes de la conferencia anual puritan and Reformed Studies Conference surgen los siguientes ensayos: «John Owen y la comunicación de Dios» (One Steadfast High Intent, 1966, p. 17–30); «Los puritanos como intérpretes de la Escritura» (A Goodly Heritage, 1958, p. 18–26); «La conciencia puritana» (Faith and a Good Conscience, 1962, p. 18–26); «“El desarrollo y el declive de la doctrina de la justificación entre los puritanos» (By Schisms Rent Asunder, 1969, p. 18–30); «La visión puritana de la predicación del Evangelio» (How Shall they Hear?, 1959, p. 11–21); «El testimonio del Espíritu en el pensamiento puritano» (The Wisdom of our Fathers, 1956), p. 14–25; «John Owen y los dones espirituales» (Profitable for Doctrine and Reproof, 1967, p. 15–27); «Los puritanos y el día del Señor» (Servants of the Word, 1957, p. 1–12); «El enfoque puritano de la adoración» (Diversity in Unity, 1963, p. 3–14); «Jonathan Edwards y el Avivamiento» (Increasing in the Knowledge of God, 1960, p. 13–28).

      Parte del material de «La espiritualidad de John Owen» fue impreso en mi introducción a la obra de John Owen, Sin and Temptation [Pecado y tentación], condensado y editado por James M. Houston (Multnomah Press: Portland, 1983), p. xvii–xxix, y otra parte fue tomada de «The puritan Idea of Communion with God [La idea puritana de la comunión con Dios]» (Press Toward the Mark, puritan and Reformed Studies Conference report, 1961, p. 5–15).

      «La predicación puritana» en su forma original, fue escrito para la revista The Johnian (Lent 1956), p. 4–9.

      «El evangelismo puritano» fue publicado en inglés por la editorial The Banner of Truth bajo el título puritan Evangelism, 4 (1957), p. 4–13. Una parte del material de ese capítulo proviene de mi introducción a la obra de Richard Baxter, El pastor renovado, editado por William Brown (Banner of Truth: Londres, 1974), p. 9–19.

      Y finalmente, «Salvados por Su preciosa sangre» es mi introducción a la reimpresión de 1958 de la obra de John Owen, The death of death in the death of Christ [La muerte de la muerte en la muerte de Cristo] (Banner of Truth: London).

      Citas

      La consistencia absoluta en la reproducción de material de los siglos XVI y XVII no ha sido algo que estaba en mis planes, ni algo que se haya logrado en este libro. Los materiales se citan tal como aparecen en los libros impresos que estaba usando mientras escribía cada artículo. Así que, en los casos en los que existen reimpresiones más modernas de material puritano, generalmente las cito, pero no siempre.

EL PERFIL DE LOS PURITANOS

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      POR QUÉ NECESITAMOS

      A LOS PURITANOS

      1

      

e dice que las carreras de caballos son el deporte de los reyes. Sin embargo, el deporte de arrojarle lodo a otros tiene un mayor número de seguidores. En ese sentido, el deporte de ridiculizar a los puritanos ha sido por mucho tiempo un pasatiempo muy popular en ambos lados del Atlántico, y la mayoría de las personas todavía tiene una imagen del puritanismo que ha sido deformada por todo el lodo que se le ha arrojado, por eso es necesario remover toda esa suciedad.

      De hecho, la palabra «puritano» en sí misma ya desde el principio fue una manera de arrojarles lodo. Fue acuñada en los primeros años de la década de 1560, y siempre fue utilizada como una palabra que denotaba una calumnia satírica y que servía para describir irritabilidad, censura, arrogancia, y cierta medida de hipocresía; y por encima de todo, tenía la implicación básica de un descontento de carácter religioso que era motivado por el comportamiento comprometedor y el Laodiceanismo de la Iglesia de Inglaterra, la cual era encabezada por la reina Isabel I. Después de un tiempo, esta palabra adquirió una connotación política, y se utilizaba para referirse a todo aquello que se oponía a la monarquía de los Estuardo, o para describir alguna especie de republicanismo; sin embargo, la referencia primaria de esa palabra seguía transmitiendo la idea de aquello que era visto como una forma extraña, molesta, y deforme de la religión protestante.

      En Inglaterra, se le dio rienda suelta al sentimiento anti puritano en el tiempo de la Restauración, y desde ese entonces hasta ahora, es un sentimiento que ha fluido con toda libertad. En Norteamérica, este sentimiento se desató lentamente después de los días de Jonathan Edwards, y alcanzó su cenit hace cien años en la Nueva Inglaterra post–puritana. Sin embargo, durante los últimos 50 años los eruditos han estado limpiando meticulosamente el lodo, y así como los restauradores de la Capilla Sixtina han removido el barniz oscurecido de los frescos de Miguel Ángel y hoy en día éstos parecen tener colores inusuales, de la misma manera, la imagen convencional de los puritanos ha sido radicalmente renovada, al menos para aquellos que son conocedores (lamentablemente, en algunas partes del mundo el conocimiento viaja lentamente).Gracias a las enseñanzas de Perry Miller, William Haller, Marshall Knappen. Percy Scholes, Edmund Morgan, y una serie de investigadores más recientes, la gente informada ahora puede reconocer que los puritanos típicos no eran hombres salvajes, feroces, extraños, fanáticos religiosos, ni extremistas sociales, sino que eran ciudadanos sobrios, concienzudos, y cultos: personas devotas, determinadas, disciplinadas, con principios y con virtudes domésticas sobreabundantes; y no tenían defectos muy notorios, excepto su tendencia a utilizar muchas palabras para decir algo importante, ya sea a Dios o a los hombres. Y al final, eso ha clarificado la imagen de los puritanos.

      Pero a pesar de esto, la sugerencia de que necesitamos a los puritanos —para nosotros que somos personas occidentales de finales del siglo XX, con toda nuestra sofisticación y con todo el dominio que tenemos tanto en las áreas sagradas como en las seculares— puede resultar ser una idea que ofenda y provoque el descontento de algunos. Y eso se debe a que no es fácil