Jen Wilde

Fuera de guión


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      El viernes por la mañana entro en la sala de guionistas con la bandeja habitual de cafés y el guión terminado en la mochila. He dormido un total de cinco horas desde el miércoles, pero tengo suficiente adrenalina y Ritalina en el cuerpo para aguantar todo el día. Espero.

      Todos están sentados en torno a la mesa. Dirk está listo para tomar notas en el portátil y yo me siento en una silla vacía en el rincón para escuchar en silencio.

      —Malcolm —dice Jane justo antes de terminar la reunión—, ¿cómo va el episodio 612? Solo para que todos sepamos dónde estamos.

      Malcolm ha estado extrañamente ausente los últimos dos días y, cuando se ha dejado ver, ha estado muy callado. Tiene ojeras, una sombra de barba y el pelo revuelto. Parece que lleve meses sin dormir.

      —Va bien —dice—. Estará listo para revisar en la reunión del lunes.

      —¡Estupendo! —responde Jane—. Tengo muchas ganas de ver cómo presentas a la nueva cazadora.

      —Como te he dicho, lo verás el lunes —dice él algo molesto.

      Sin más preámbulo, se levanta y se marcha de la sala. El resto de guionistas intercambian miradas, pero una vez más, nadie dice nada. Yo quería darle mi guión antes de que se marchase, así que salgo a toda prisa y lo persigo por el pasillo.

      —¡Señor Butler! —lo llamo. Él vuelve un poco la cabeza, pero sigue andando—. ¿Puedo hablar un momento con usted?

      Suspira y se da la vuelta.

      —Sea lo que sea, pregúntale a Dirk.

      —Es importante —insisto mientras le alargo el guión—. He escrito mi propia versión del episodio 612. —El corazón me late tan fuerte que apenas oigo mi propia voz—. Solo para demostrarle lo que puedo hacer.

      Me mira como si le hubiese pedido un riñón.

      —Oye, Becky, llevas aquí… ¿cuánto, cinco días? Así que supongo que esto es producto de tu inocencia; supongo, vaya. Tengo que supervisar una producción entera, ¿te crees que tengo tiempo para leer el trabajo de una becaria? Dirk es mi asistente de guión desde hace un año y jamás me ha pedido que me lea nada suyo.

      Se me cae el alma a los pies. Me muero de vergüenza. En vez de demostrarle que tengo iniciativa, lo que he hecho es demostrarle lo poco que sé de cómo funcionan las cosas.

      —Lo siento mucho —digo, incapaz de mirarlo siquiera, y me doy la vuelta para marcharme.

      —Espera —dice Malcolm—. ¿Dices que has escrito el borrador del 612?

      Asiento.

      —Sé que ya lo habrá hecho usted, pero…

      —Sí, sí —dice él. Da un paso hacia mí y clava la mirada en el guión que tengo en la mano—. ¿Me dejas verlo?

      Alzo las cejas y él sonríe un poco. Se lo entrego y espero, conteniendo el aliento, mientras lo hojea.

      —Mmm… —Malcolm echa un vistazo al pasillo, que está vacío salvo por nosotros dos, cierra el guión y se lo pone bajo el brazo—. A ver, no te prometo nada, pero si tengo tiempo, me lo miro este fin de semana.

      Estoy tan contenta que podría ponerme a brincar, pero mantengo la compostura.

      —Muchas gracias, señor Malcolm, de verdad.

      Se encoge de hombros.

      —Puedo ser majo cuando quiero. Eso sí, no le digas nada de esto a Dirk, ¿vale?

      Hago un gesto de cremallera sobre mi boca.

      —Hecho.

      Se da la vuelta y se marcha. Yo me quedo allí, fascinada. Gran parte de mí nunca se creyó que Malcolm fuera a cogerme el guión, pero creo que Jane tenía razón: a veces tienes que luchar para que te escuchen.

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