calladita.
Me dura unos tres segundos.
—Tú escribiste el episodio del baile en el instituto la temporada pasada, ¿verdad? —le pregunto cuando salimos del edificio.
Abre mucho los ojos, como sorprendida de que lo sepa. Después esboza una pequeña sonrisa.
—Sí, es mío.
Me llevo la mano al pecho.
—¡Es uno de mis episodios favoritos de toda la serie! Ese momento en el que Jonah finalmente admite lo que siente por Sue… —Echo la cabeza atrás, embelesada—. Lloré.
La sonrisa le llega a los ojos.
—Caray, ¡me alegra mucho que te gustara tanto!
Sigo bombardeándola con preguntas acerca de cómo es el trabajo en esta casa, en qué otros sitios ha estado y cómo se metió en la industria. Me responde con anécdotas inconexas rebosantes de emoción que absorbo como agua de mayo. Jane se dirige a mí como si fuera una persona y, por primera vez en todo el día, siento que no me irá mal en el trabajo.
Estoy tan metida en la conversación que no me entero de adónde vamos hasta que llegamos a una puerta doble de acero.
—¿Llevas viendo la serie desde el principio, entonces? —pregunta Jane mientras la abre con ambas manos.
—No me he perdido ni un solo episodio.
De pronto me doy cuenta de dónde estamos y me quedo paralizada. Ante nosotras se extiende un plató del tamaño de un hangar. El ruido se oye desde donde estoy y abro la boca de asombro. Hay gente caminando en todas las direcciones; unos hablan por sus micrófonos de corbata, otros desplazan todo tipo de equipo sobre el suelo de cemento. Es como abrir un portal a otro mundo.
Jane camina delante de mí y me apresuro a alcanzarla. Muevo la cabeza de izquierda a derecha, tratando de captar todo lo que sucede.
—Bienvenida a Silver Falls —dice.
Me detengo fascinada. Estoy delante del exterior de la cabaña donde Jonah y Tom (interpretados por Will y Archer) se refugian cada luna llena, que se encuentra en el bosque que hay a las afueras de Silver Falls. Es como si me hubiera metido dentro del televisor.
—¿Estás bien? —pregunta ella con una risita.
Me repongo y asiento.
—Es solo que me siento muy feliz —acierto a decir.
Intento contener mi alegría recordándome que estoy aquí para aprender y trabajar: tengo que ser profesional. Pero me dejo una nota mental para celebrarlo con saltos y brincos en cuanto vuelva al piso de Parker.
—Toma.
Jane me alarga una copia del guión del episodio que están filmando. Su nombre aparece en la primera página.
—¿También has escrito este episodio?
Asiente.
—A ver, es un trabajo colaborativo, pero sí.
Comienzo a pasar las páginas hasta que llego a una que dice…
EXT. CABAÑA. NOCHE.
Jonah, Tom y Sasha están fuera de la cabaña. La niebla les envuelve los tobillos. Jonah y Sasha están metiendo sus maletas en la camioneta para marcharse de Silver Falls. Tom los observa desde el porche.
—¿Esta es la escena que están preparando? —pregunto.
Jane echa un vistazo a la página y asiente.
—Solo son unas pocas frases de diálogo, pero probablemente nos pasemos aquí toda la hora de comer.
—¡Me muero de ganas de verla en vivo!
—¡Bien! ¿Por qué no tomas notas? A veces los diálogos cambian o se añade algún que otro detalle. Necesito a una persona que vaya modificando el guión sobre la marcha.
Saco el estuche de lápices de la mochila.
—Claro.
Justo entonces aparecen Alyssa Huntington y Will Horowitz, enfrascados en una conversación acerca de su diálogo. Alyssa es negra, de cuerpo esbelto y atlético y sonrisa contagiosa. Suele llevar el pelo muy corto, pero me fijo en que le ha crecido un poco por arriba y lo lleva rapado por los lados. La ropa le oculta los tatuajes: lleva una chaqueta de cuero granate, vaqueros entallados y botas de combate. Will es alto, mide más de metro ochenta. Tiene la piel clara, el pelo castaño ondulado y una sombra de barba perpetua que le hace parecer mayor, aunque solo tiene veintitrés años. Parker va a estar celosísimo de que haya respirado el mismo aire que su amor platónico.
No puedo creerme lo cerca que estoy de mis actores favoritos. Alyssa me mira y le sonrío. Ella me devuelve la sonrisa y siento que el tiempo se ralentiza. Me quedo mirándola mientras se sienta en una silla que lleva su nombre, apenas a unos metros.
—Está bien poder ver todo esto, ¿verdad? —me pregunta Jane.
—Es lo mejor.
Un hombre joven camina arriba y abajo cerca de nosotras, hablando por un walkie-talkie.
—¿Alguien ha visto a Archer? ¡Lo necesitamos en plató!
Oigo un montón de pasos que atraviesan el plató y me doy la vuelta. Un grupo de gente que parece muy importante viene hacia las cámaras. El centro de atención es una mujer de piel marrón oscuro y tacones altísimos.
—Enseguida vuelvo —dice Jane, que se levanta a toda prisa para hablar con ella.
Cuando el séquito se acerca más, reconozco a la mujer: salió en un reportaje de Teen Vogue el año pasado. Se llama Ruby Randall y es la primera mujer negra a la que nombran directora de una cadena de televisión. Es la jefaza suprema.
—¡Bex! —Jane me hace una seña—. Esta es Ruby Randall, la directora de la cadena. Señora Randall, Bex es la nueva becaria de guión. Es su primer día.
La señora Randall me sonríe como a una vieja amiga.
—¡Vaya, vaya! Tu primer día y ya te han traído al plató. ¡Me alegra ver que empiezas fuerte!
Le estrecho la mano, un pelín demasiado entusiasmada, pero no parece que le importe.
—¡Estoy encantada! Muchísimas gracias por esta oportunidad.
—Siempre digo que hay que ayudar al compañero —asegura—. Espero que aprendas mucho el tiempo que estés aquí.
Le muestro el guión que tengo en la mano.
—Ya he empezado a tomar notas.
Ella se ríe:
—Eres de las mías.
En ese momento, Malcolm entra en el edificio. Dirk le sigue como una sombra.
—Parece que todo va bien —dice Malcolm, que se vuelve hacia Dirk—. Dirk, tráeme un hojaldre danés.
Dirk se escurre hasta la mesa del catering y toma un plato.
—Hola, Malcolm —lo saluda la señora Randall—. Qué bien que hayas traído a la becaria a que vea de primera mano lo que se hace en plató. Ojalá yo hubiera tenido a alguien así en mis prácticas. —Me mira y pone los ojos en blanco—. Todo lo que hacía era llevarle cafés a gente que no se acordaba ni de mi nombre.
Estoy a punto de decir que es Jane quien me ha traído, pero Malcolm se me adelanta:
—Sí, bueno, los becarios son el futuro, como siempre digo.
Toma ya. Miro a Jane, que sonríe y le sigue el rollo, así que sigo su ejemplo. Esto no es el instituto, donde podía simplemente hincar los codos, hacer mis tareas y evitar el contacto visual con los demás.