Jen Wilde

Fuera de guión


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de esos. En fin, espero que te lo tomes en serio; no quiero que nadie pierda el tiempo aquí. Si permito que mis guionistas saquen tiempo para ti, tengo que estar seguro de que vas a esforzarte al máximo. No tengo ningún interés en proporcionarte una «experiencia épica para fans». —Vuelve a hacer el gesto de las comillas—. Tienes que mostrar iniciativa y demostrar que esto te interesa a largo plazo.

      Dejo de sonreír y pongo mi cara más seria.

      —Me lo tomo muy en serio. Deseo esto más que nada.

      —Bien, bien. —Tamborilea con el bolígrafo en la mesa—. ¿Tienes experiencia escribiendo alguna cosa?

      Me estiro las mangas de la camisa.

      —Llevo años escribiendo en FanFic.com. Mi historia más popular tiene más de dos millones de lecturas.

      —FanFic.com —repite él con tono prejuicioso, y vuelve a centrarse en el portátil.

      Noto que me pongo a la defensiva, pero lo controlo.

      —También he escrito guiones y, lógicamente, también he tenido que escribir escenas y episodios para las solicitudes de prácticas.

      —Lógicamente. —Hay una pausa cuando él comienza a escribir en el portátil—. ¿No te has presentado a ningún concurso de guiones, a ningún programa de escritura?

      Me desinflo un poco. No quiero decirle que no podía permitirme los costes de participación, así que mejor ser lacónica:

      —No.

      —Mmm… Bueno. Aquí tienes que venir los cinco días de la semana. La pausa de comer es de media hora.

      —Sí, señor —digo despacio.

      El estómago se me revuelve. Según la descripción de las prácticas, el horario iba a ser de lunes a miércoles. Tenía previsto buscar un trabajo a tiempo parcial para ganar algo de dinero, ya que las prácticas no son remuneradas. Pero él es mi jefe y, si dice que tengo que estar aquí de lunes a viernes, lo tendré que hacer. Tendré que estirar un poco los ahorros y pasarme del presupuesto una vez más. Uf. Los músculos se me agarrotan de pánico solo de pensarlo.

      En ese momento, entra en la sala un chico bajito con pelopincho y un portátil. Pasa a mi lado y se sienta en el sofá.

      —Dirk, llegas tarde —le dice Malcolm.

      —Ya, ya lo sé —se disculpa él—. Es que he estado buscando como un loco la pluma que usted quería, pero está agotada en todas partes, incluso en internet.

      —No me cuentes tu vida —dice Malcolm poniendo los ojos en blanco—. Solo tienes que hacer tu trabajo. Y cambia de actitud. Últimamente te estás relajando demasiado.

      Dirk asiente, sin más, y en la sala vuelve a reinar un silencio incómodo. Yo, que sigo de pie cerca de la puerta, me pregunto si debería marcharme.

      Por fin llega más gente. Algunos me miran y me saludan con la cabeza; otros ni siquiera parecen percatarse de mi presencia. Me decepciona (pero no me sorprende) que solo haya una mujer en la mesa y que todos los guionistas sean blancos. Espero no ser la única persona LGBT, pero no me apostaría el cuello. Aguardo a que Malcolm me presente, pero en vez de eso, él comienza la reunión:

      —Buenos días, feliz lunes y al grano. ¿Qué nos traes, Andy?

      Un hombre con una sudadera gris con capucha y gafas de montura negra reparte copias del guión por toda la mesa. Me mira, le echa un vistazo fugaz a la última copia que tiene entre las manos y luego mira a Malcolm, como si no supiera si dármela o no. Malcolm dice:

      —Ah, sí, esta es nuestra nueva becaria.

      Todo el mundo se gira para mirarme y yo, nerviosa, me froto las zapatillas de lona una contra otra. Me pregunto qué opinarán de mí. Una chica de hombros anchos con rizos naranjas, gruesas gafas en la punta de la nariz, una camisa manchada de sudor y vaqueros negros. Intento reunir un mínimo de confianza, pero no basta para mirar a nadie a los ojos.

      —Hola —les digo a mis zapatillas—, soy Bex.

      Todos sonríen y me saludan. Andy me entrega el guión y advierte:

      —Por si acaso, esto es secreto profesional, así que no te hagas selfis con él ni nada.

      Niego con la cabeza.

      —No lo haré. Lo mantendré a buen recaudo.

      Mis dedos acarician el papel. Quiero llorar. Seguro que así es como se sentía Gollum cuando sostenía el Anillo Único en sus manos.

      —Ah, Becky —dice Malcolm.

      Pienso en corregirle y decirle mi nombre correcto, pero me siento tan intimidada que no emito ni un sonido.

      Supongo que ahora me llamo Becky.

      —Me tomaría un café —continúa Malcolm—. ¿Puedes ir a por él? ¿Alguien más quiere uno?

      Otros guionistas de la sala me piden café. Yo apunto frenéticamente todos los pedidos en el móvil y digo:

      —Vale, ahora mismo vuelvo.

      —Gracias, muñeca —me dice Malcolm al salir.

      ¿Muñeca? Puaf. Casi prefiero Becky.

      5

       film2

      Cuando regreso con los cafés, la reunión está por terminar.

      —¡Ah! —dice Malcolm al verme—. Me preguntaba dónde estabas.

      —Lo siento —me disculpo mientras él coge una taza de café de la bandeja que llevo—. La cola era tan larga que se salía de la cafetería.

      Y, además, me había perdido. Estos estudios son más grandes que todo Westmill.

      Los otros guionistas toman su taza de café antes de salir por la puerta. Todos me dan las gracias, lo que me anima. Comienza a vibrarme el móvil en el bolsillo de atrás y consigo sacarlo mientras sostengo la bandeja de los cafés. Uf, es mi madre. Sabe lo importante que es este día para mí, ¿por qué me llama ahora? ¿No entiende el corte que me da que me llame el primer día en un trabajo nuevo e importante? Rechazo la llamada, me meto el móvil en el bolsillo de nuevo y me dejo una nota mental para llamarla después.

      En ese momento, solo quedamos la única guionista y yo en la sala. Ella me sonríe mientras se echa al hombro la mochila del portátil. Yo hago lo mismo, aún con la bandeja vacía en las manos.

      —¿Qué tal? —me pregunta—. ¿Te ha dado Malcolm algo que hacer? Alguna escena que reescribir, un guionista al que quitarle un poco de trabajo…

      —Eh… no —digo despacio—. ¿Tenía que hacerlo?

      Sonríe, como si sintiera pena por mí, pero no responde.

      —¡No pasa nada! Ven conmigo si quieres, seguro que te encuentro muchas cosas que hacer.

      —¡Genial! —Me llevo los dedos índice y corazón a la sien y le hago un saludo militar, porque… porque, aparentemente, ahora hago esas cosas—. A su servicio.

      Se ríe, nos marchamos de la sala y comenzamos a caminar por los pasillos.

      —Me llamo Jane.

      Me estrecha la mano. Sus ojos de color esmeralda brillan bajo unas pestañas oscuras y unas cejas perfectamente arqueadas. Probablemente sea la primera persona que conozco en Los Ángeles que está más pálida aún que yo.

      —Soy productora ejecutiva de la serie. Empecé como guionista júnior ya en la primera temporada, así que si tienes alguna pregunta o necesitas algo mientras estés aquí, estaré encantada de ayudarte.

      Le