Jen Wilde

Fuera de guión


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se lleva los platos medio vacíos de macarrones con queso a la cocinita.

      —Me tienes que contar si Alyssa Huntington va a quedarse toda la temporada. Ya era hora de que añadieran a otra persona queer al reparto. Seis temporadas con un solo gay no es buena proporción.

      Asiento.

      —Espero que su personaje también lo sea.

      Parker pone los platos en el fregadero y junta las manos con una palmada.

      —Ojalá —dice con un suspiro, como si se lo estuviera rogando a los Dioses Gays.

       star

      A la mañana siguiente estoy sentada en el asiento del copiloto del viejo Buick LeSabre de Parker. El coche tiene la pintura desleída, y la tapicería manchada y rota debido a todos sus cafés mañaneros, pero funciona; eso es lo único que me importa. Hubo un tiempo en el que ninguna de nuestras madres podía permitirse tener coche, así que poder ir motorizados a cualquier parte nos sigue pareciendo un lujo. Incluso en Los Ángeles, donde nadie va a pie nunca.

      En la radio suena el último éxito de Bleachers y el sol ya calienta, aunque no son ni las ocho de la mañana. Me siento como una gelatina que se agita y sacude mientras el coche avanza rugiendo entre el tráfico. Estoy tan nerviosa por mi primer día de trabajo que no he podido desayunar. Ahora sudo a través de la camisa abotonada de color azul marino que escogí tan a conciencia para hoy.

      Parker me pilla mientras me olisqueo y abre la guantera.

      —Tranqui.

      Saca un desodorante en espray, y yo me lo meto rápidamente bajo la camisa y lo uso.

      —Gracias, guapetón —le digo.

      Pronto paramos en la entrada del recinto de los estudios. El corazón me late tan fuerte que se me va a salir del pecho. Un arco enorme de bronce con las palabras ROSEMOUNT STUDIOS se erige sobre la entrada. ¡Y pensar que algunos de los actores, guionistas y directores más famosos han cruzado estas puertas a lo largo de las décadas, y ahora voy a seguir sus pasos! Hago una foto y se la mando a mi madre y a mi mejor amiga, Gabby, mientras Parker se pone en la fila de los coches que pasan el control de seguridad de la puerta.

      El móvil me vibra con un mensaje de Gabby:

      Gabby: BUENA SUERTE HOY, PRECIOSA

      Gabby: manda muchas fotos!!!

      Gabby es prácticamente mi única amiga en la vida real. Fuimos al mismo instituto y comenzamos a juntarnos porque éramos las niñas con las que más se metían los abusones. A las dos nos gustaban los fanfics y la música, y nos pasábamos la mayor parte del tiempo compartiendo las publicaciones en Tumblr de la otra. Somos como hermanas, pero ni siquiera ella sabe que soy lesbiana.

      Bex: tengo tantos nervios que me va a dar algo.

      Gabby: LOL, te cambias por mí??? Acaba de empezar el verano y ya estoy aburrida como una ostra.

      Bex: me vale.

      Gabby: ni de coña! Esto lo es todo para ti.

      Sería una traición a todos mis sueños, pero sinceramente, me cambiaría por Gabby ahora mismo. Tiene el verano libre antes de ir a la universidad. Los días de dormir hasta tarde, sentarse delante de la televisión y no hacer nada suenan maravillosamente bien cuando estás sentada en un coche asfixiante, tan tensa que crees que el corazón te va a explotar. Cierro los ojos con fuerza y me imagino en casa, en la cama, cubierta por el edredón. Sin responsabilidades, sin presiones, sin posibilidad alguna de fracasar. Pero cuando vuelvo a abrir los ojos, sigo aquí. Y estoy aterrorizada.

      —No puedo hacerlo —murmuro.

      Parker sonríe con suficiencia, como si se lo esperara.

      —Claro que puedes.

      —No. —Sacudo la cabeza—. Ha sido una mala idea. No estoy lista, ¡no soy más que una cría!

      Él suelta una carcajada.

      —¡Bex, tienes dieciocho años! Ya eres mayorcita. Lo harás bien.

      —No, no, no, da la vuelta. Quiero volver a Westmill. No estoy lista para ser adulta.

      Parker deja de reírse y gira la cabeza para mirarme.

      —Cariño, esto es con lo que llevas soñando desde que tenías siete años y te llevé a ver Crepúsculo. No pienso permitir que te rajes.

      Me cruzo de brazos.

      —En primer lugar, es un golpe bajo sacar mi fase de Crepúsculo en la conversación. En segundo lugar, a lo mejor no estoy lista aún para hacer realidad mi sueño. Volveré a intentarlo el año que viene.

      El vigilante permite el paso a uno de los coches que tenemos delante y avanzamos en la cola.

      —¿Qué harías en Westmill un año entero? —pregunta Parker—. ¿Trabajar en el Sonic con tu madre todo el día, y luego volver a casa y escribir fanfics de Silver Falls toda la noche?

      —¿Y qué tiene eso de malo? —pregunto ofendida.

      —¡Nada! —Su voz se vuelve más aguda—. Nada, si es lo que quieres de verdad, pero no lo es. Quieres entrar en ese plató y ser la mejor becaria del mundo. Quieres codearte con la crême de la crême y conseguir un trabajo en el que escribas sobre licántropos buenorros.

      El estómago se me contrae y aprieto los brazos contra mí con más fuerza.

      —Voy a vomitar.

      —Pues vomita. —Él se encoge de hombros—. No serías la primera que pota en este coche. Pero después vas a entrar igualmente en la sala de guionistas y hacer el trabajo por el que tanto has luchado.

      Tiene razón. He luchado mucho por esta oportunidad. Trabajé casi cada día después de clase y los fines de semana durante casi dos años para ahorrar el dinero suficiente para venir a Los Ángeles. Seguí todas las redes sociales de las productoras de televisión, me apunté a todos los boletines de noticias y me uní a todos los grupos de Facebook para encontrar prácticas de guionista. Rellené montones de solicitudes de trabajo. Y todo mientras intentaba terminar el instituto. Me prometí a mí misma que todo merecería la pena una vez cruzase estas puertas.

      Otro coche entra en los estudios. Ya solo queda uno delante de nosotros.

      —Te odio —digo, y suspiro.

      —Yo a ti también, cariño —responde Parker, juguetón.

      Cuando nos llega el turno, le digo quién soy al vigilante, un señor mayor con gafas y pelo blanco ralo, le digo que he venido a hacer unas prácticas, y le enseño el documento de identidad y los demás papeles. Me tiemblan las manos que sujetan las páginas y él me dirige una sonrisa cálida. En la chapa de su nombre pone PETER, pero me asegura que puedo llamarlo Pete y me da la bienvenida a la productora. Ya me cae bien.

      Las puertas se abren y entramos en el recinto. Siento como si entrase en una ciudad secreta de magia y maravillas, como cuando Thor llevó a Jane a Asgard por primera vez en Thor: El mundo oscuro.

      Parker estaciona el coche en el aparcamiento de visitantes y me da un abrazo.

      —Ahora vete y pásalo bien.

      —Gracias, P.

      Los dedos me tiemblan al abrir la puerta del coche. Me bajo. La frase «fake it till you make it»[1] se repite en bucle en mi cabeza. Intento mostrarme tranquila con todas mis fuerzas. Mantengo