Yulián Semiónov

17 Instantes de una Primavera


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en la cara. Uno se acostumbra con rapidez y pierde la costumbre lentamente.

      —Yo le pregunto: ¿Cuáles son sus propuestas concretas? ¿Cómo debemos salvar a los niños, mujeres y ancianos? ¿Qué propone usted? Siempre es más fácil criticar y renegar. Mucho más difícil resulta proponer un programa razonable de acción.

      —Rechazo la astrología —tras quedar pensativo durante largo rato, el astrónomo continuó lentamente—, pero admiro la astronomía. Me quitaron la cátedra en Kiel…

      —¿Por eso eres tan rencoroso, perro? —gritó Holtoff.

      —Espere —dijo Stirlitz, frunciendo el ceño con irritación—. No hay que gritar… Continúe, por favor…

      —Vivimos en el año del Sol intranquilo. Las explosiones de las protuberancias, la transmisión de una energía solar excesiva influye en los cuerpos celestes, y los planetas y estrellas influyen, a su vez, en nuestra pequeña Humanidad…

      —Por lo que veo —le interrumpió Stirlitz—, usted ha elaborado algún horóscopo. ¿Por eso está tan nervioso?

      —Un horóscopo es un fenómeno intuitivo, tal vez hasta genial, pero no convincente. No, me baso en una hipótesis corriente y nada genial que intenté presentar: las relaciones recíprocas de cada habitante de la Tierra con el cielo y el sol… Esta correlación me permite evaluar con mayor exactitud y sensatez lo que está ocurriendo en mi patria…

      —Me gustaría que tratásemos el tema más detalladamente —dijo Stirlitz—. Creo que ahora mi compañero le permitirá volver a su celda para que descanse un par de días. Después, reanudaremos nuestra conversación.

      Cuando se llevaron al astrónomo, Stirlitz dijo:

      —Hasta cierto punto es irresponsable de sus actos ¿no lo ves? Todos los científicos, escritores y artistas son irresponsables a su modo. Hay que tratarlos de manera distinta, porque viven una vida propia inventada por ellos. Manda a este tonto a nuestro hospital para que lo examinen. Tenemos demasiado trabajo serio como para perder tiempo con charlatanes irresponsables aunque, tal vez, de talento. Si hubiera paz, lo mandaríamos a un campo de concentración. Allí podrían reeducarlo y luego sería útil al Reich y a la nación trabajando en un instituto o en una cátedra. Pero ahora…

      —Habla como un verdadero inglés de la radio londinense… O como un maldito socialdemócrata ligado a Moscú.

      —Los hombres inventaron la radio para escucharla. Bueno, él la ha escuchado demasiado. No, esto no es serio. A nosotros, la inteligencia, no nos interesa. Sería bueno verlo dentro de varios días, simplemente para tantearlo y saber si es un científico de verdad o sólo un loco. Si es un científico serio, veremos a Müller, o a Kaltenbrunner, para pedirles que le den buenas raciones de comida y lo manden a las montañas donde ahora está la flor y nata de nuestra ciencia. Que trabaje allí. En seguida dejará de hablar, cuando no haya bombardeos, sino mucho pan con mantequilla y tenga su casita cómoda en las montañas, en un bosque de pinos… ¿No cree?

      Holtoff sonrió.

      —Con una casita en las montañas, mucho pan con mantequilla y ni un solo bombardeo, nadie protestaría.

      Stirlitz miró a Holtoff con atención, hasta que éste no pudo soportar su mirada y comenzó a cambiar apresuradamente los papeles de su mesa de un lugar otro. Después dirigió a su subordinado una sonrisa franca y amistosa…

      «Documento taquigráfico de una reunión con el Führer:

      »Estaban presentes Keitel, Jodl, Havel, enviado del Ministerio de Relaciones Exteriores, Reichsleiter Bormann, Obergruppenführer SS Fegelein, representante del Cuartel General del Reichsführer SS, el ministro de industria Speer, también el almirante Foss, el capitán de corbeta Ludde-Neurat, el almirante Von Putkammer, ayudantes y taquígrafas.

      »Bormann: ¿Quién anda por ahí todo el tiempo? ¡Molesta! Silencio por favor, señores militares.

      »Putkammer: Pedí al coronel Von Belof que me diera datos acerca de la situación de la Lutfwaffe en Italia.

      »Bormann: No se trata de esto. Todos hablan al mismo tiempo y hacen un ruido constante y fastidioso.

      »Hitler: A mí no me molesta. Señor general, en el mapa aún no se han marcado los cambios recientes en Curlandia.

      »Jodl: Mi Führer, usted no se ha fijado; aquí están las correcciones de la mañana de hoy.

      »Hitler: El mapa tiene letras demasiado pequeñas. Gracias, ahora veo.

      »Keitel: El general Guderian insiste de nuevo en evacuar nuestras divisiones de Curlandia.

      »Hitler: Es un plan insensato. Ahora las tropas del general Rendulitsch que se quedaron en la retaguardia de los rusos, a cuatrocientos kilómetros de Leningrado, atraen de cuarenta a setenta divisiones rusas. Si retiramos nuestras tropas de allí, cambiará en seguida la correlación de fuerzas alrededor de Berlín y no a favor nuestro, como cree Guderian. En caso de retirar nuestras tropas de Curlandia, por cada división alemana en Berlín tendremos por lo menos tres divisiones rusas.

      »Borman: Hay que ser un político sensato, señor mariscal de campo…

      »Keitel: Soy militar y no político.

      »Bormann: En este siglo de guerra total son nociones inseparables.

      »Hitler: Para evacuar las tropas que se encuentran ahora en Curlandia, necesitamos por lo menos seis meses, teniendo en cuenta las experiencias de la operación en Libau. Es ridículo. Tenemos horas, precisamente horas para conquistar la victoria, basándonos en hechos reales y no en invenciones quiméricas. Todo el que pueda ver, analizar y sacar conclusiones debe responderse una sola pregunta: “¿es posible una victoria cercana?” No pido que la respuesta sea ciega y categórica. No me convence una fe ciega; busco una fe que vea. Jamás el mundo ha conocido una unión tan paradójica y contradictoria como la coalición de los aliados. Las ideas raras, las aspiraciones, elementos y caracteres diferentes sólo pueden coexistir sin perjuicio en una situación sin salida. Me refiero a un campo de concentración donde, como se dice, viven perfectamente en una barraca, por ejemplo, nuncios papales, ateos comunistas y radicales franceses junto a conservadores británicos. Una situación sin salida engendra unión. Es una unión de desesperados, una unión sin esperanzas y sin objetivos. Mientras que los objetivos de Rusia, Inglaterra y América son diametralmente opuestos, nuestro objetivo está claro para todos nosotros. Mientras ellos se mueven dirigidos por las diferencias de sus aspiraciones ideológicas, a nosotros nos mueve una sola aspiración, a la que hemos subordinado nuestra vida. Mientras que las contradicciones de ellos aumentarán cada día más, nuestra unidad tiene ahora, como nunca antes, aquella solidez por la que luché durante muchos años en esta campaña difícil y grande. Sería utópico ayudar a destruir la alianza de nuestros enemigos por vías diplomáticas o por otras. Utópico en el mejor caso, si no es logrando que manifiesten pánico y pierdan toda perspectiva. Solamente asestándoles golpes militares, demostrando la fortaleza de nuestro espíritu y nuestro poderío inagotable, aceleraremos el término de esta coalición, que se derrumbará con el estampido de nuestros cañones victoriosos. Nada impresiona tanto a las democracias occidentales como la demostración de fuerza. Nada disipa tanto la embriaguez de Stalin como la confusión de occidente por un lado y nuestros golpes por el otro. Tengan en cuenta que ahora Stalin tiene que hacer la guerra no en los bosques de Briansk o en los campos de Ucrania. Ahora tiene sus tropas en los territorios de Polonia, Rumania, Hungría. Al establecer contacto directo con “la no patria”, los rusos ya están debilitados y, hasta cierto punto, desmoralizados. Pero mi máxima atención no está dirigida actualmente a los rusos ni a los americanos. ¡Dirijo mi mirada a los alemanes! ¡Sólo nuestra nación puede y debe alcanzar la victoria! En estos momentos todo el país se ha convertido en un campamento militar. Todo el país: hablo de Alemania, Austria, Noruega, parte de Hungría e Italia, un territorio considerable de los protectorados de Bohemia y Moravia, Dinamarca y parte de Holanda. Este es el corazón de la civilización europea. Es la concentración del poderío material y espiritual. En nuestras manos ha recaído el material de la victoria. De nosotros, los militares,