de este tiempo. Sin embargo la costumbre general, profundamente arraigada, es hablar de velocidad y no de tiempo, por lo que usaré de forma indistinta ambos nombres.
Como podemos apreciar cada número es el doble que el anterior. Cada uno de estos saltos se denomina, como no podía ser de otro modo, también punto. Abriremos un punto al pasar de una velocidad a la anterior, ya que la luz que entra es el doble al duplicarse el tiempo de exposición. Cerramos un punto al pasar de una velocidad a otra situada a la derecha. Hemos de aclarar que los obturadores de las cámaras actuales son capaces de dar velocidades intermedias entre las señaladas, separadas entre sí en fracciones de medio o un tercio de punto.
(1) Para conseguir que todo el cuerpo de esta abeja estuviese a foco fue necesario recurrir a un diafragma muy cerrado.
Nikon D200 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/16 y 1/60. Flash a través de difusor, muy cercano para evitar sombras densas y brillos muy especulares en la zonas más brillantes.
(2) Una velocidad de disparo muy breve fue imprescindible para lograr la nitidez de esta flor. El fuerte viento hacía imposible realizar la toma a velocidades bajas. Fueron necesarios varios intentos para conseguir que las hojas estuviesen enfocadas.
Nikon D800 con MicroNikkor 60 mm 1:2.8 a f/8 y 1/250. Flash a través de difusor para suavizar toda la escena.
Con la velocidad se abre una nueva relación de equilibrio. Velocidades lentas dejan entrar mucha luz pero si el sujeto no permanece estático saldrá movido y velocidades rápidas nos permiten congelar el movimiento.
Como podemos intuir, entre velocidad y diafragma se establece una estrecha relación. Una vez que determinemos cuál es la exposición correcta para un sujeto en función de la luz que reciba, podemos mantener ésta cerrando un punto la velocidad siempre que abramos el diafragma otro punto. Evidentemente, seguiremos con el mismo valor de exposición si abrimos un punto el diafragma y cerramos un punto el tiempo de exposición.
Supongamos que un sujeto está correctamente expuesto a 1/125 con un diafragma de f/8. Podríamos mantener esta exposición idónea aumentando la velocidad hasta 1/250 y abriendo el diafragma hasta f/5,6. También podríamos aumentar la velocidad en tres puntos, hasta 1/1.000, si abriéramos el diafragma hasta f/2,8. Igualmente podríamos disminuir la velocidad en dos puntos, hasta 1/30 y cerrar el diafragma otros tantos hasta f/16. O subir la velocidad en un tercio de punto, si compensamos el diafragma abriéndolo en otro tercio de punto.
Para entender un poco mejor la relación que existe entre la velocidad y el diafragma vamos a comparar el sistema luminoso con uno hidráulico.
De esta forma el diafragma lo podemos equiparar al diámetro de la tubería que necesitamos para llenar un determinado envase. Si el tubo es pequeño, es decir usamos un diafragma cerrado (número f alto) el flujo de líquido es muy limitado y es necesario un tiempo prolongado para llegar a colmar el vaso (3).
Si abrimos algo el diafragma, número f bajo, pasa más luz y el tiempo para llenar el recipiente disminuye proporcionalmente (4).
Los diafragmas más cerrados equivalen a llenar un envase gota a gota, lo que supone tiempos de exposición mayores.
Nikon D300 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/11 y 1/125. Flash rebotado en difusor.
Si todavía usamos una cañería más gruesa, número f muy bajo, podemos acabar la tarea mucho antes (5).
Los diafragmas más cerrados nos permiten obtener una gran profundidad de campo.
Nikon D200 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/14 y 1/15. Flash rebotado en difusor muy lateralmente del lado izquierdo y otro difusor por la derecha para aclarar las sombras. Luz ambiente subexpuesta en dos puntos.
El recipiente que hemos de llenar con agua no es otro que el sensor de nuestra cámara. Hemos de conseguir que le llegue la cantidad adecuada de luz regulando el diafragma y la velocidad de obturación. Al aumentar uno de estos parámetros tenemos que disminuir el otro en la misma proporción, pues de lo contrario la foto nos quedará quemada o muy oscura.
La Sensibilidad
Los sensores de nuestras cámaras están formados por una gran cantidad de dispositivos, los fotocaptores, que transforman la luz en electricidad. Cuanta mayor cantidad de luz reciban más electricidad generan. Un conversor analógico digital transforma esta tensión en un código binario y de esta forma definimos si en una parte del sensor tenemos blanco, gris o negro.
Los valores de sensibilidad se llaman valores ISO, una herencia de la película química, y son:
50 - 100 – 200 – 400 – 800 – 1.600 – 3.200 – 6.400 – 12.800 – 25.600 – 51.200 – 102.400 y siguen subiendo día a día
El rendimiento de cada sensor es único, y por tanto su sensibilidad. Pero con ayuda de amplificadores de señal podemos incrementar la señal eléctrica del sensor. Estos amplificadores mejoran la señal útil, pero también amplifican el ruido. Por esa razón al aumentar la sensibilidad aportamos más ruido a la toma. El problema es que los fabricantes sólo integran amplificadores para valores múltiplos de la sensibilidad nominal. Por eso, y a pesar de que las cámaras permiten seleccionar valores intermedios de la secuencia anterior, no lo recomiendo. En realidad al hacer una toma a ISO 125 la cámara la realiza a ISO 100 y desplaza el histograma a la derecha.
En el valor nominal de nuestra cámara conseguiremos trabajar con el nivel más bajo de ruido posible. Además el rango dinámico máximo del sensor se alcanza a esa misma sensibilidad. A medida que aumentamos el valor ISO estamos acrecentando la cantidad de ruido y disminuyendo el número de tonos que podemos captar. En conclusión: sólo elevaremos la sensibilidad de la cámara cuando sea realmente imprescindible y el resultado compense la pérdida de calidad.
La sensibilidad se puede elegir a través de los menús de las cámaras o a través de un botón o dial dedicado a ello. Evidentemente, este último método es mucho más rápido y eficaz.
Al observar la secuencia se hace evidente que los valores del sensor siguen el mismo sistema de puntos que la velocidad y el diafragma. De esta forma si queremos aumentar la velocidad en dos puntos y mantener un determinado diafragma, tenemos la posibilidad de utilizar un valor ISO que compense estos dos puntos.
Contar con un sensor de calidad que mantenga controlado el nivel de ruido hasta valores como 1.600 – 3.200 ISO supone una gran ventaja en macro, ya que podemos disponer de gran profundidad de campo y tiempos de exposición muy cortos con cantidades de luz disponible relativamente bajas.
La ventaja de trabajar en puntos es que posibilita resolver fácilmente el eterno conflicto que se crea entre la exigencia de mantener una elevada zona de nitidez, para lo que necesitamos diafragmas muy cerrados, y una alta velocidad de disparo que impida que las fotos salgan movidas, para lo que precisamos diafragmas muy abiertos. Con este sistema podemos intentar encontrar fácilmente un equilibrio entre una profundidad de campo suficiente y una velocidad que garantice que el sujeto no salga movido. Basta con aumentar en el diafragma los mismos puntos que disminuimos en la velocidad o viceversa. A esta relación entre diafragma y velocidad se la conoce con el nombre de Ley de Reciprocidad.
Si disponemos