de sensor no debe hacernos olvidar que nuestras necesidades no tienen por qué coincidir con las de los fabricantes. Si para nuestro trabajo nos llega con una cámara de 15 megapíxeles no debemos cambiar de modelo porque únicamente esté de moda otro que genera tomas de mayor tamaño.
¿Realmente es necesario un sensor con un tamaño de captura de varias decenas de megapíxeles para imprimir una foto a este tamaño? Debemos pensar en el destino que van a tener nuestras fotos cuando elijamos una cámara y no deslumbrarnos por el brillo de tantos megas. Para imprimir esta flor sería más que suficiente una cámara que nos ofreciese un tamaño de captura de apenas un megabyte.
Nikon D300 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/11 y 1/60. Flash rebotado en difusor y luz ambiente subexpuesta en 1 EV.
Por otra parte contar con archivos enormes puede limitar en gran medida la profundidad de campo, al condicionarnos a trabajar con diafragmas más abiertos de lo que podríamos desear, debido a los problemas generados por la difracción, como veremos más adelante.
El otro gran elemento a tener en cuenta en la elección de nuestro cuerpo digital es el ruido del sensor. Al igual que en película al aumentar la sensibilidad aparece más grano, en las cámaras digitales se genera más ruido, que provoca una falta de definición y la aparición de artefactos en las tomas. El ruido viene a ser el equivalente digital del grano, pero sin sus connotaciones estéticas. El ruido, simplemente, es una molestia, nunca un recurso expresivo. Conviene, pues, no utilizar las sensibilidades más altas de nuestro flamante cuerpo. Aunque es cierto también que los programas digitales de reducción de ruido pueden lograr resultados sorprendentes.
El tamaño del sensor es importante. Los objetivos diseñados para el formato de 35 mm proyectan un cono de luz que cubre una superficie mayor que el tamaño de 24 x 36 milímetros. Si el sensor es más pequeño únicamente se aprovechará la parte central del mismo, la de mayor nitidez. De esta forma en macro nos beneficiamos de tamaños de sensor tipo APS que miden algo menos de 16 x 24 milímetros: aprovechamos lo mejor de la óptica y cubrimos todo el sensor con parte de la luz proyectada.
Es importante que el sensor de nuestro equipo tenga suficiente calidad para el trabajo que le vamos a encomendar. Pero adelantarse a nuestras necesidades suele traducirse en anticipar una importante cantidad de dinero que no se rentabiliza debido el corto periodo de mejora de las cámaras digitales.
Nikon D300 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/8 y 1/160. Flash a través de difusor y otra unidad ligeramente de contraluz.
El formato APS ofrece niveles de ruido mayores que el full frame, a igualdad de píxeles de captura y de tecnología. Pero una cámara APS moderna seguramente genera menos ruido que una full frame antigua. Si tiene proporcionalmente menos megapíxeles la APS puede producir archivos más limpios que una full frame.
Otro factor del que se suele hablar poco es el rango dinámico del sensor. Esto es la capacidad de diferenciar un número mayor o menor de tonos entre el blanco puro y el negro sin detalle. Una cámara con escaso rango enseguida mostrará tonos blancos puros y negros sin detalle en escenas de alto contraste, mientras que un sensor con mayor rango tardará más en llegar a ese punto y retendremos mucha más información aprovechable en luces y sombras. Si necesitamos una nueva cámara conviene que adquiramos una con un rango dinámico superior a 12-14 EV; con su ayuda generaremos archivos con más detalle en luces y sombras que con una con un rango inferior. Afortunadamente parece que la guerra de los píxeles ha finalizado y ahora el campo de batalla se libra por conseguir una mejor reproducción en los tonos extremos.
Es importante conocer el tamaño de nuestro sensor, ya que algunos fabricantes ofrecen en su catálogo lentes específicamente diseñadas para cámaras APS-C cuyo círculo de proyección es demasiado pequeño para una sensor full frame y por tanto viñetearía notablemente si lo usamos con él, o se procederá a un recorte de los píxeles oscuros de forma automática, con lo que obtendremos archivos de menor tamaño. Además conocer el tamaño del sensor nos permitirá, a partir del tamaño del sujeto, calcular la ratio a la que hemos realizado la toma.
Si utilizamos un objetivo diseñado para formato completo (24x36 mm) en una cámara con un sensor de menor tamaño sólo se utilizará la parte central de la luz que proyecta. De esta forma conseguiremos fotografiar sujetos más pequeños con la misma ratio. El efecto sería el mismo que recortar una zona y ampliarla en el ordenador.
La imagen proyectada por una óptica es invariable, pero en función del tamaño del sensor de la cámara se captará una superficie mayor o menor de la realidad.
Si utilizamos un objetivo diseñado para formato APS (24x18 mm) en una cámara con un sensor de mayor tamaño sólo se proyectará luz en una parte del mismo, con lo que sufriremos un enorme viñeteo.
Teóricamente el tamaño máximo al que podemos reproducir nuestra imagen es el resultado de dividir el tamaño en píxeles de la captura entre la resolución de impresión.
Así una cámara con un tamaño de captura de 3.000x2.000 píxeles podría imprimirse perfectamente a un tamaño de 30x20 cm sobre papel fotográfico con una resolución de 100 píxeles /cm, la más habitual para imprimir sobre este soporte.
Si queremos una copia mayor hemos de proceder a interpolar el archivo en un programa de edición como Photoshop. Mis pruebas determinan que incrementar el tamaño de archivo entre un 50 y un 100% todavía permite obtener copias de gran calidad, siempre que enfoquemos la imagen de forma adecuada una vez cambiado su tamaño.
Evidentemente tamaños de sensor mayores como 8.000x6.000 píxeles nos permitirán una copia excelente de 80x60 cm sobre el mismo papel. Pero aquí la cosa se complica algo más, ya que esta copia se observará a una distancia mayor y por tanto nuestra agudeza visual no será la misma que en el ejemplo anterior (una copia se debe valorar a una distancia similar a su diagonal). Estas copias se pueden imprimir a una resolución de 75 píxeles/cm, lo que conlleva que ese archivo podría reproducirse a algo más de un metro sin interpolar. Y si necesitamos reproducirla a dos metros la resolución también podrá bajar hasta los 60 píxeles/cm, ya que se verá más lejos sin necesidad de interpolarla más allá de un 66%.
El factor de recorte
Tradicionalmente dividimos los objetivos en angulares y teleobjetivos. En el medio estaría el objetivo estándar. Consideramos como tal a aquel que proporciona un ángulo de visión similar al del ojo humano en una observación cercana sin incluir la visión periférica, menos nítida. Numéricamente coincide con la diagonal del sensor con que realicemos la captura.
Así la focal estándar o normal para un sensor que tenga un tamaño de 24x36 mm es de 43,26 mm, aunque casi todos los fabricantes han optado por considerarlo de 50 mm, por ser un número más redondo y un cristal más fácil de fabricar. Si la cámara tiene un sensor menor, como por ejemplo el formato APS de 23,6x15,8 mm la diagonal es menor, aproximadamente 30 mm. De esta forma un mismo objetivo colocado en diferentes sensores dará imágenes de distinto tamaño.
El fenómeno no consiste, como mucha gente cree, en que la óptica multiplica su focal por un determinado factor (1,5 para Nikon o 1,6 para Canon). La distancia focal no puede variarse por arte de magia, pero al proyectarse su imagen sobre una superficie menor de un sensor APS, lo que logramos es llenar nuestro visor con sujetos más pequeños que si tenemos sensores full frame utilizando el mismo objetivo y distancia de enfoque. En realidad se trata de un factor de recorte, ya que eliminamos parte de la luz que atraviesa la óptica, conservando la que tiene más calidad. Es importante subrayar que este fenómeno no depende del propio objetivo sino del sensor sobre el que se proyecta.
En el aspecto práctico lo que nos permitirá este factor de recorte es realizar