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El retorno del enemigo, la conclusión. Obra literaria que manifiesta el final de la saga de siete escritos de Germán Darío Cardozo Galeano. Se vale de un recurso simbólico apocalíptico, mediante el cual va revelando la situación política y social de Colombia desde la realidad de las periferias. Por tanto, es una producción literaria de crítica, de resistencia y con un fuerte componente teológico.
El término apocalipsis quiere decir revelar, desocultar, sacar a luz lo que está oculto y se opone al término ideología, como falsa conciencia que encubre la opresión y legitima la dominación. Y esto es justamente lo que el autor hace al sacar a la luz inequidades sociales perpetradas en un sistema económico, político, social y religioso injusto y que se percibe de manera especial en la falta de ética de muchos de nuestros gobernantes. Para ello, utiliza la simbología bíblico-numérica del SIETE (plenitud), representada en los capítulos que conforman la obra, precedida por un anuncio “he regresado” ambientada en el altiplano cundiboyacense y con un clima de suspenso, característico del autor; en torno a los siete pozos, nos va deleitando con el realismo mágico de las bellezas naturales apenas contrastadas, con la realidad de pobreza del entorno de donde actúan los personajes principales. Y termina con “la conclusión” donde relaciona explícitamente cada una de las obras escritas y publicadas desde la última hasta la primera: La otra cara del crimen, En nombre de la Bestia, ¿Nace o se hace?, Cuando se acaba el amor, El regreso del último de la estirpe, En terreno del enemigo y El último de la estirpe, siendo esta obra el origen de la saga.
El primer pozo descifra: miseria, muerte, dolor, desempleo, descomposición social agudizada por la realidad de pandemia, la cual ha revelado y con mayor perversidad las exclusiones sociales que vive un gran contingente humano situado en la periferias de las grandes urbes.
El segundo y tercer pozo, también ambientados en el municipio de Soacha, se centran en la denuncia a los muchos abusos de poder mediatizados contra cuerpos sexualizados al interior de las instituciones religiosas y la contradicción en el pensar, decir y actuar de la sociedad colombiana. El segundo pozo toma como referencia el clero de la Diócesis Desconocida, simbolismo que representa la falta de identidad de la institución con la misión encomendada por Jesucristo y sus muchos abusos de poder, especialmente los relacionados con una sexualidad de favores que se cruza con el mundo delincuencial de la región. El tercero, protagonizado por una mujer, revela a una sociedad intolerante y homofóbica, al tiempo que describe los traumas que viven las mujeres en una sociedad heteronormativa. La tenacidad de esta protagonista la lleva a estudiar medicina y desde este espacio se manifiesta otra de las denuncias en tiempos pandémicos que es la estigmatización del sector salud.
El cuarto y quinto pozo sacan a la luz cómo el drama de muchas familias en tiempos de confinamiento social por el virus de la Covid-19 toca a la puerta. El confinamiento, la disminución de salarios, la violencia intrafamiliar, la infidelidad, la prostitución juvenil y la muerte, se convierten en un flagelo nacional y mundial.
El sexto pozo continúa revelando cómo desde las periferias se ha enfrentado a la pandemia; entre salud y enfermedad se percibe un sistema de salud colapsado y las estrategias de supervivencia mediadas por las plantas ancestrales medicinales, al tiempo que la realidad de violencia juvenil y las pandillas delincuenciales van fortaleciéndose.
El séptimo pozo, la vida y la esperanza comienza a brillar, solo la fe triunfa sobre las fuerzas ocultas que parecen reinar sobre la humanidad.
Estamos ante una obra que ante tiempos difíciles de caos y exclusión, las comunidades buscan alimentar su fe y su esperanza desde una profunda experiencia de Jesús, que es Dios mismo en comunión con el Padre y el Espíritu Santo; y de la Iglesia, comprendida como comunidad de personas y no una institución particular, a través del recurso literario de la apocalíptica.
La apocalíptica tiene como característica básica la creación de un universo simbólico, del cual depende la vida de la comunidad. Universo simbólico alternativo a un sistema dominante que oprime. Por ello, es un entender el accionar de Dios en medio de situaciones extremas.
En periodos de crisis la experiencia de Dios, en un primer momento, puede ser desconcertante, porque provoca en los creyentes preguntas como estas: ¿será que Dios está actuando? ¿Dónde está actuando? Tal pareciera que los poderes del mal condujeran la historia, que Dios está ausente. Por eso, la apocalíptica descubre un Dios fuerte actuante que controla la historia.
Pero para poder entender las raíces histórico-sociales, este género literario tiene como pretexto tres situaciones históricas:
El nivel histórico, es el pre-texto y responde a la pregunta ¿qué historia está detrás del texto? La historia en la apocalíptica tiene un presente, un pasado y un futuro. Lo básico es el presente en el que se ubican el autor y sus oyentes. Ciertamente el presente es un tiempo de crisis pero también de presencia activa de Dios. Se pone esperanza en el anuncio de un fin, que va a poner punto final al sufrimiento del tiempo presente y dará inicio a un nuevo tiempo. Para responder a esta pregunta el autor, ambientado en el municipio de Soacha, va al pasado para contarnos la historia de cada uno de los protagonistas, al tiempo que proyecta un futuro de esperanza que pone fin al drama social que está describiendo.
El nivel teológico o de experiencia de vida. Se pregunta por el cómo esos hechos históricos fueron interpretados por un grupo o comunidad determinada. Es el contexto. Y responde a la pregunta ¿qué cosmovisión o experiencia de fe tiene esa comunidad? La experiencia de Dios es trascendente, Dios actúa a través de sus mensajeros o ángeles que acortan la distancia entre Dios y los hombres, y que interpretan sueños. Esta dimensión es evidente en la obra por medio de los intermediarios, humanos, animales, naturales, bestias, que van dándole dramatismo a la historia. Pero diremos también que la experiencia de Dios es trascendente en el sentido que está más allá de la muerte y anticipa el destino final de los protagonistas.
Y por último, el nivel literario que nos permite ubicarnos en el lenguaje simbólico para apropiarnos mejor de su sentido. Es la lectura del texto, y responde a la pregunta ¿qué me quiere decir en sí mismo el texto? Utilizando la mediación simbólica, el autor en cada capítulo utiliza personas (anciana) y animales (perro), naturales (pozos) que plantean el enigma o que necesitan ser interpretados.
Tal como si estuviera descifrando los siete sellos del Apocalipsis, el autor va develando el misterio que envuelve cada uno de los pozos, así, poco a poco nos presenta a sus protagonistas mientras que nos deleita con una crítica social sarcástica, jocosa, pero no menos política y de resistencia.
Teniendo esto como presupuesto, el autor, nos hace caer en la cuenta de que la vida humana transciende los límites entre lo bueno y lo malo. Y que el acento en estos dualismos no es más que una proyección del legado religioso que heredamos. Por tanto, estas dos realidades hacen parte de la vida misma. Entender la vida humana en medio de esta polarización es un desafío que el autor plantea a sus lectores.
Así, una de las lecciones que podemos sacar de la lectura es que la verdadera esperanza se realiza aquí y ahora desde la cotidianidad y que ella va más allá de los dualismos que tipifican y excluyen a grandes contingentes humanos. Por tanto, la superación de lo bueno o malo personificado en la humanidad invita al lector a traspasar barreras que nos abren al entendimiento de que la vida humana es diversa, cuan diversas son las experiencias de fe.
Invito a lectores y lectoras a degustar esta literatura de suspenso en el que la vida cotidiana se hace vida, desde la vida misma.
PhD. Maricel Mena López
Coordinadora de investigación
Facultad de Teología Universidad Santo Tomás – USTA
- Posdoctora en Teologia, Doctora en Ciencias de