Germán Darío Cardozo Galeano

El retorno del enemigo


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       He regresado

      Era la madrugada del 26 de diciembre de 2019 en el municipio de Soacha, el reloj marcaba las 3:00 a. m., hace un año y dos días acaecía el estreno de la película “La otra cara del crimen” con gran aceptación dentro del público. Padre e hijo se habían vuelto a separar por cuestiones laborales, pero estaban en continua comunicación. Juan, quiso disfrutar unos días en compañía de su familia; todo está listo para una travesía por el centro oriente del país, un viaje en auto recorriendo pueblos maravillosos del departamento de Boyacá y deleitando la vista con sus alumbrados navideños. Su hermana Alicia, quien lo había criado, que era como su segunda madre, aquella que lo acogió en su casa cuando era niño, en tiempos cuando algunos de sus hermanos varones mayores lo rechazaban, se burlaban y lo agredían1 y a quienes la vida les enseñó con sus propios hijos el adagio popular “el que escupe para arriba, a la cara le cae” y Eunice, hermana mayor de aquella familia Cárdenas González, se preparaban a partir con gozo y alegría para compartir y festejar las bendiciones de un año que estaba por culminar. Antes de salir, desayunan chocolate y queso acompañado por las deliciosas almojábanas y garullas2 típicas del municipio, un deleite para el paladar. Cada uno se cepilla los dientes, sacan el equipaje, lo echan en el baúl del auto y se disponen a partir.

      Juan conduciendo, Alicia de copiloto y Eunice en la parte de atrás, entablan una charla informal; al tomar la Autopista Sur para dirigirse al norte de Bogotá, observan en cada cuadra muchos venezolanos pidiendo dinero; son demasiados, a lo que Alicia dice: cada día hay más y más. ¿Qué estará pasando realmente?, porque hay más de 1.825.0003, el inconformismo de los colombianos crece cada día, y no por xenofobia o cosas así, sino por los homicidios, robos y ataques en masa que han causado muchos de esos extranjeros a las personas que les han tendido la mano y la indiferencia del presidente Duque que sigue dejando ingresar sin ningún tipo de control, ¡y no por humanidad! sino por el dinero que llega al país para atender a la población migrante. Su hermano replica: a propósito, vi las noticias donde entrevistaron al alcalde y afirmó que actualmente en Soacha hay más de 35.0004 migrantes agudizando la problemática social de nuestro municipio.

      Al instante, Eunice como de costumbre con su imprudencia y característica sui generis afirma: Uy sí, en esa noche de terror que vivimos en Soacha, la que no nos dejó dormir el 21 de noviembre, cuando decían que se iban a meter a las casas para saquearlas y a los conjuntos residenciales, dicen mis amigas de la parroquia que la mayoría eran venezolanos acompañados de delincuentes colombianos. Juan voltea su rostro hacia donde están sus hermanas y con una sonrisa de mofa les replica: ¡ni venezolanos ni colombianos!, el poder corrupto, los hilos invisibles se burlaron de nosotros, usaron el pánico colectivo para desvirtuar la protesta social y deslegitimarla; ¿no recuerdan que estamos en pleno paro cívico nacional? ¿Quién sabe qué estarán tramando contra el pueblo colombiano?, además, el inconveniente no es la nacionalidad, sino las acciones negativas que están haciendo algunas de esas personas, y el problema socioeconómico de miles de familias colombianas que han perdido sus fuentes de empleo en los restaurantes, centros comerciales, peluquerías, almacenes, trabajo informal en Transmilenio, ventas ambulantes (Periodismo Público.com, 2020)5; también el desconsuelo por los robos y homicidios que han tenido que padecer sus familiares o conocidos6. En ese instante, Juan sintió un frío que recorrió todo su cuerpo, pasaron cinco segundos cuando les dijo: mejor cambiemos de tema. Alicia, ponga música que vamos de paseo no a un funeral. Todos soltaron la risa, dando inicio al esparcimiento y diversión.

      Al pasar por el templo de la catedral de la Diócesis Desconocida, Eunice dijo: ¡ahí debe estar monseñor Fandiño Bustamante, un santo que ilumina nuestra iglesia!, lo veo por Cristovisión todos los días, predica tan bonito, dice cosas tan bonitas, como todos los sacerdotes… Juan por el espejo retrovisor la miró, se sonrió y pensó: ¡pobre hermana, morirá engañada! Y al divisar hacia el templo, vio un perro negro echado en la puerta; de sus ojos parecía que le salía fuego y de su hocico saliva; en ese momento frenó el auto en seco a causa de un hueco, es que a las calles del sector hace mucho tiempo no le hacen mantenimiento. Todos se asustaron y en su interior Juan escuchó una voz que le decía: ¡he regresado! Aquel incidente pasó desapercibido por un chascarrillo que dijo Alicia a su hermana: Eunice, baje y dígale a monseñor Fandiño que venga y la acompañe en este paseo, que la siente en las piernas y la acaricie mientras le canta, con eso usted aprovecha, le coge las pelotas y comprueba si le sale agua bendita; todos soltaron la risa, menos Eunice, quien se hacía cruces con su mano derecha y decía: oiga Alicia, respete a monseñor, por eso es que este país está como está, porque se burlan de esos santos hombres; nuevamente a carcajadas los viajeros siguieron su camino.

      Al llegar a la Autopista Norte para salir de Bogotá, siguieron la ruta que los llevaría a Boyacá. Efectivamente muy contentos llegaron a su primera parada: elPuente de Boyacá”, lugar hermoso y emblemático para la historia de nuestro país; eran algo así como las 7:30 a. m., hace mucho frío; los viajeros se bajan del auto y se disponen a observar la decoración navideña del lugar y a recorrer el sitio a pie, leyendo las placas con los relatos históricos de los hechos ocurridos aquel 7 de agosto de 1819. Divisan el contraste de la vegetación, la decoración y la construcción histórica, se toman fotos y resuelven ir al baño, menos Juan, quien se queda sentado al borde del pequeño puente donde se libró la heroica batalla de nuestros campesinos colombianos contra el ejército español, conocida como “La Batalla de Boyacá”7.

      En ese intervalo, una anciana vestida con una ruana de color negro “su rostro maltratado, cansado y su físico caracterizado por una joroba en la espalda que no le permitía estar erecta”,8 se acerca a Juan, le dice: bonito lugar; él la mira y le responde: así es, además con una riqueza histórica muy grande. La mujer le contesta: muy pronto llegará a un sitio donde se encuentran SIETE pozos naturales con aguas profundas de color verde y azul. Allí se unirán el pasado, el presente y el futuro; cada pozo representa la vida de alguien que se ha cruzado con usted de una u otra manera; luego concluirá aquello que dejó de decirse en SIETE libros: El último de la estirpe, En terreno del enemigo, El regreso del último de la estirpe, Cuando se acaba el amor, ¿Nace o se hace?, En nombre de la Bestia y La otra cara del crimen.

      Juan le dice: tuve la oportunidad de leerlos y efectivamente revelan muchas cosas y brindan una esperanza en medio del caos que reina por este tiempo, porque Dios siempre se manifiesta y acompaña a las personas, así sea imperceptible como aquel susurro de brisa suave que experimentó el profeta Elías (1 Re 19, 12). La mujer sonriendo le replica: espero no cambie su postura cuando comience a descubrir en los pozos lo que está por acontecer. Me voy señor, tengo mucho que hacer en mi vivienda, una hermosa laguna mágica ubicada en un pueblo de Cundinamarca, y soltando una carcajada desapareció. Juan no sintió miedo; muchas veces se había enfrentado a situaciones peores, pero al mirar hacia el horizonte, volvió a ver el perro negro de hace unas horas, con los mismos ojos como saliéndole fuego y la misma saliva de su hocico, reitera escuchar: ¡he regresado!, al instante llega a su mente la imagen de Bruno, la cual se diluye rápidamente.

      En ese momento se desata una tormenta similar a la que ocurrió a mediados de los años setenta9, porque todo comenzaría de nuevo, pero esta vez para concluir la historia. Juan toma aire y repite en voz baja: “Oh Señor, no permitas que nunca me separe de ti, úngeme con tu Santo Espíritu y líbrame de una mala hora”, corre hacia el carro para protegerse y se encuentra de nuevo con sus familiares pero no les comenta nada de lo sucedido minutos antes. Dentro del vehículo perciben que la tormenta pasó y continúan su viaje, pero una pregunta comienza a inquietar a Juan ¿quién ha regresado?