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E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


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      –Hablarle a tu madre de su primer nieto debería ser un motivo de alegría… en el lugar y momento que tú elijas.

      –Gracias por ser tan comprensivo.

      Aceptó la servilleta y se secó los ojos, maldiciendo una vez más las hormonas. El peso de la realidad la abrumaba cada vez más. La situación de la empresa, el embarazo en solitario… No podía con todo, y Jason le estaba ofreciendo ayuda. ¿Qué podía perder si se iba con él a California, un par de semanas tan sólo, el tiempo suficiente para reordenar su vida y hacer planes para el futuro que los aguardaba como padres?

      –De acuerdo, Jason.

      –¿De acuerdo qué?

      Lauren respiró hondo y cruzó los dedos mientras dejaba brotar las palabras.

      –Iré a California contigo y durante un par de semanas me haré pasar por tu novia.

      Los ojos de Jason se iluminaron por un instante, pero su rostro adquirió enseguida una expresión seria.

      –¿Dos semanas?

      No se le había pasado por alto el detalle.

      –No puedo ausentarme de mi negocio por mucho tiempo –y tampoco podía permitirse jugar a las casitas con Jason–. Mira lo que pasó la última vez… Estuve fuera unas cuantas semanas y mi contable se fugó con medio millón de dólares.

      –¿Y en cuanto a la inyección de capital que te ofrecí?

      –Sólo la aceptaré como un préstamo, con intereses y un plazo de pago –el orgullo no le permitía otra cosa–. No me sentiría bien de otra manera, sobre todo porque no voy a instalarme en California de modo permanente.

      –Podríamos considerar ese dinero como una inversión para nuestro hijo.

      –No insistas, Jason. Puede que medio millón de dólares no signifique mucho para ti, pero para mí se trata de principios.

      –Muy bien –aceptó él–. Como quieras.

      –Claro que… aceptaré un interés muy bajo –tampoco era cuestión de que su orgullo volviera a llevarla a la bancarrota.

      –Sabia decisión.

      –Esta vez tendré más cuidado a la hora de elegir a mi sustituto. La vez anterior pensé en contratar a un gerente, pero decidí no hacerlo para reducir gastos. Un error que no volveré a cometer.

      Había recibido una segunda oportunidad y no podía permitirse un nuevo fracaso. Su hijo merecía tener una madre fuerte y segura.

      –Pero insisto –dijo, pinchando a Jason en el pecho con el dedo–, sólo serán dos semanas. Ya me resulta bastante difícil ausentarme de la oficina por ese tiempo.

      –Volverás a Nueva York dentro de dos semanas, pero dejaremos el compromiso asentado para tranquilizar a tu madre y a mi cliente –le agarró el dedo y se lo dobló suavemente contra el pecho, envolviéndola con el calor que despedían su tacto y sus ojos marrones.

      –Al cabo de un tiempo diremos que la distancia nos ha separado definitivamente.

      –Eh, ¿acabamos de comprometernos y ya estamos pensando en la ruptura? –bromeó él, acariciándole la muñeca con el pulgar.

      –Déjate de bromas –«y deja de intentar excitarme».

      Jason le sujetó los dedos con la misma firmeza que reflejaba su mirada.

      –¿Por qué? Tienes una sonrisa preciosa… Llámame egoísta si quieres, pero me gusta verte sonreír.

      El calor de su mano y de sus ojos amenazaba con prender un fuego descontrolado en su interior. Tenía que impedirlo como fuera.

      –Tengo una última condición –dijo, retirando la mano.

      –Dímela y se cumplirá.

      Lauren se aferró a los brazos de la silla para refrenar el impulso que contradecía sus palabras.

      –Bajo ninguna circunstancia volveremos a acostarnos.

      Había accedido a ir a California para recuperar fuerzas, salvar su empresa y ayudar a que Jason asegurara su empleo. Pero se negaba a perder la cabeza otra vez. Y así ocurriría si se dejaba llevar por la atracción que ardía entre ambos.

      Pero al mirar sus anchos hombros y brillantes ojos marrones, se preguntó si no sería peor el remedio que la enfermedad.

      Desde el principio Jason había sabido que acabaría saliéndose con la suya. Y aunque Lauren le había dejado muy claro que no habría sexo entre ellos, él había visto la excitación en sus ojos y los pezones endurecidos bajo el jersey.

      Aún había esperanza…

      Durante el cómodo vuelo chárter que los llevó a San Francisco, sin embargo, Jason no intentó forzar la situación. Tenía dos semanas por delante para conquistar a Lauren y no iba a fastidiarlo todo el primer día por culpa de las prisas. Lo primero era acomodarla en su elegante residencia victoriana para que pasara la mejor noche posible.

      Las farolas del Mission District iluminaban el interior del coche. Lauren pegó las manos a la ventanilla del Saab y ahogó un gemido de asombro.

      –¡Tienes una casa!

      –¿Te creías que vivía en el coche?

      Ella se rió y volvió a mirar la casa mientras Jason conducía hacia el garaje.

      –No tanto, pero sí te imaginaba en un típico apartamento de soltero… Qué jardinera tan bonita junto a la puerta. Y tiene flores, a pesar de estar en enero. Parece una casa muy hogareña.

      Jason nunca había visto la casa desde esa perspectiva, y no sabía si le gustaba aquella definición.

      –Cuando estaba en la Marina dormía en un camarote minúsculo. Necesitaba tener espacio para mí solo.

      –Los bebés pueden hacer mucho ruido y ocupar mucho espacio…

      –A menos que lleves una docena de marineros ahí dentro, no creo que tengamos problemas de espacio.

      Le hizo un guiño y salió del coche para abrirle la puerta y conducirla bajo el techado que comunicaba el garaje con el edificio histórico. Había comprado la casa principalmente por su emplazamiento, pero mientras subía los escalones de la entrada lateral se fijó en los detalles a través de los ojos artísticos de Lauren. Una mansión victoriana de color gris con remates blancos, relucientes suelos de parqué, molduras de cornisa y ventanas con vidrieras policromadas.

      –Es preciosa –dijo ella, girándose sobre sí misma. Sus apetitosas curvas tentaron peligrosamente a Jason.

      –Me gusta estar en el centro de las cosas –repuso él, aflojándose la corbata.

      –¿Quieres decir que ya no eres un adicto al trabajo? –pasó los dedos sobre la repisa de mármol de la chimenea y recorrió la habitación con una mirada de apreciación.

      Jason sabía que Lauren encontraría la casa de su agrado. No la había comprado pensando en los dos, pero había tenido mucha suerte al elegir una vivienda que también le gustase a ella. ¿O quizá sería que ambos tenían algo en común?

      –Tengo muy poco tiempo de ocio, por lo que me pareció sensato tener más a mano los restaurantes y clubes nocturnos.

      Lauren tocó pasó la mano por la moldura del friso.

      –Menudo hallazgo.

      Jason dejó el equipaje de Lauren al pie de la escalera.

      –La pareja que vivía aquí antes reformó todo el edificio, incluida la instalación eléctrica y las cañerías. Y por supuesto, modernizaron la cocina y los baños.

      –¿Cómo tuviste la suerte de quedártela? –le preguntó ella, agitando su melena caoba al mirarlo por encima del hombro.

      –Las