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E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


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      Ella se puso boca arriba y se estiró lentamente, haciendo que el camisón se le pegara a la curva del vientre. Jason recordó la sensación que tuvo al notar los movimientos del bebé. Había sido algo increíble.

      Convencer a Lauren para que se quedara era cada vez más importante.

      Ella abrió ligeramente los ojos y sonrió al verlo, y aquella sonrisa adormilada bastó para que Jason se olvidara de la paciencia. Se inclinó hacia ella y la besó en cada párpado. Su piel, exquisitamente suave, le hizo prolongar el contacto y besarla en la punta de la nariz y la barbilla. Le habría gustado seguir bajando, pero ella aún no se había despertado del todo, y él quería que estuviera completamente despejada y dispuesta la próxima vez que hicieran el amor.

      Lauren se removió lenta y sensualmente bajo él y dejó escapar un dulce suspiro que casi fue la perdición de Jason. Apoyó la frente contra la suya, y entonces ella se puso rígida y abrió los ojos del todo.

      –Jason… –lo empujó en el pecho y se escurrió hacia un lado–. Creía que te había dicho que no te acercaras a mi cama.

      Él se retiró, sintiendo que la frustración le ardía en las venas. Paciencia. Debía tener paciencia.

      –Estás en mi cama, ¿recuerdas?

      –Una mera cuestión semántica –murmuró ella, tirándose del camisón hacia abajo mientras subía la sábana con la otra mano.

      –Si mal no recuerdo, eras una persona muy madrugadora –dijo Jason, levantando la bandeja de la cama.

      –Eso era antes de que se me revolviera el estómago… Pero gracias, de todos modos –añadió al observar el zumo, la leche, las tostadas y los huevos–. Es un detalle muy amable por tu parte.

      –Siento que no te encuentres bien.

      –Ya estoy mejor. Al menos puedo comer sin vomitarlo todo –desgajó un trozo de tostada y la mordisqueó con apetito.

      Jason se levantó, satisfecho al verla comer. Por primera vez en su vida, no le importaría llegar tarde al trabajo.

      –Volveré a la hora de comer.

      –No tienes por qué hacerlo –tomó un sorbo de leche–. Tengo que trabajar con el ordenador y hacer un montón de llamadas.

      –Muy bien, entonces nos veremos en la cena. Mañana te presentaré a mi jefe, y dentro de unos días hay una fiesta muy importante.

      –Ah, así podré conocer a esa gente a la que no le gusta que tengas una novia embarazada –arrugó su bonita nariz–. Genial. Me muero de impaciencia.

      –Es el cliente quien tiene ese problema, no mis colegas –sacó una corbata del armario y se la pasó alrededor del cuello para anudarla.

      –Oh, claro… El viejo anticuado.

      Jason se ajustó el cuello de la camisa y se puso la chaqueta. Sólo hacía una noche que tenía a Lauren en casa y ya se sentía extrañamente familiarizado con la escena matinal.

      –Es quien paga y por eso se permite elegir. Si queremos su contrato, y realmente lo queremos, no nos queda más remedio que acatar sus reglas, especialmente con Golden Gate Promotions pisándonos los talones. Seguro que una empresaria como tú puede entenderlo.

      –Claro que lo entiendo.

      –Sería de gran ayuda para convencer a la gente de nuestro compromiso que llevaras esto –agarró el estuche de la mesilla y lo puso en la bandeja.

      Como hombre de negocios sabía que la exposición de un tema era fundamental para conseguir el objetivo. Si le ofrecía el anillo de diamante en la palma de la mano parecería que se estaba declarando de verdad. Pero si lo dejaba descuidadamente en la bandeja tal vez ella se sintiera menos presionada.

      Lauren tocó el estuche con la punta del dedo.

      –No puedes casarte con alguien sólo para complacer a un cliente.

      La aguda observación se le quedó grabada a Jason. No en vano Lauren era una mujer muy lista e intuitiva, dos rasgos que le encantaban de ella.

      –Sinceramente, Lauren, no sé hasta dónde llegaría con esto. Intento tomarme las cosas de una en una, pero tengo que tomar las decisiones adecuadas para asegurar el futuro del bebé, y eso implica asegurar tu futuro y el mío. Un buen modo de conseguirlo sería hacer que nuestro compromiso fuera lo más oficial posible, por lo que se hace necesario lucir este anillo en el dedo. Además, también serviría para que tu madre te dejara en paz una temporada.

      Lauren le dio un manotazo en el brazo.

      –Eso es jugar sucio.

      –Sólo cumplo con mi misión –repuso él, dándole unos golpecitos al estuche de terciopelo.

      Ella se abrazó las rodillas y miró el anillo como si fuera una bomba y no un diamante de tres quilates.

      –¿Qué diré si alguien me pregunta por la fecha de la boda?

      Jason estiró el cuello a uno y otro lado. No eran ni las siete de la mañana y ya se le empezaban a agarrotar los músculos por el estrés.

      –Di que es tu madre quien se encarga de la boda, que estamos buscando una fecha que encaje con nuestras respectivas agendas de trabajo, o que estamos pensando en casarnos en Las Vegas.

      Lauren agarró el estuche y lo sostuvo de manera que la luz de la mañana se reflejara en el diamante.

      –Se te da muy bien mentir…

      ¿Mentir? Jason siempre se había enorgullecido de decir la verdad, aunque a veces tuviera que maquillarla un poco.

      –Sólo soy un publicista que trata de vender el producto.

      Ella no dijo nada más, pero su mirada lo acusaba de estar mintiéndose a sí mismo.

      Lauren salió de la ducha envuelta en una nube de vapor, se enrolló una toalla alrededor del cuerpo y corrió hacia el teléfono. Se sentía como una adolescente que esperaba la llamada de su novio.

      Llegó jadeando y con el pelo chorreando a la mesita de noche y agarró el móvil.

      –¿Diga?

      –Lauren –la voz de su madre se transmitió a través de las ondas en un tono agudo y frenético–. Me ha llamado el albacea de la tía Eliza.

      Lauren se sentó en la cama y se reprendió mentalmente por no haber mirado el identificador de llamada antes de responder.

      –¿Por qué te llama a ti en vez de hablar conmigo directamente?

      ¿Qué problema podría haber a esas alturas? Ella ya había recibido el dinero de la herencia… el mismo que le había robado su ex contable.

      –Dijo que te estaba buscando y que no lograba dar contigo. ¿Dónde estás?

      –Estoy en viaje de negocios, pero tengo el móvil y mi correo electrónico. Lo llamaré enseguida. Gracias por avisarme –dijo rápidamente, con la esperanza de poner fin a la breve conversación.

      –Me ha dicho que tienes problemas económicos…

      Lauren midió sus palabras con cuidado antes de hablar. Sus padres tenían mucho dinero y estaban encantados de compartirlo con su hija. Pero aquella generosidad no estaba exenta de condiciones, y ella no quería depender toda su vida de papá y mamá, sin conseguir nada por sí misma.

      –He tenido algunos problemas en el trabajo, pero ya los estoy solucionando.

      –¿Problemas en el trabajo? Ya sabes que la mayoría de los negocios fracasan en el primer año, querida –de fondo se oía el tintineo de la cadena de las gafas.

      –Sí, madre, lo sé. Conozco las estadísticas –y rezaba por que su empresa no se añadiera la lista–. Gracias por avisarme.

      –Voy a llamar a mi contable ahora mismo para que hable contigo. Así que no te separes