Varias Autoras

E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


Скачать книгу

muchos ánimos, ¿eh?

      Lauren apretó los puños.

      –Ya sé que suena absurdo. No es que estemos pensando en seguir casados, pero me molesta que mi madre quiera desplumarte. Me ha hecho pensar en el medio millón de dólares –descargó un puño contra el cojín–. Debería haber permanecido firme aunque la empresa se hundiera… Pero lo fastidié todo.

      –Espera un momento –le agarró los hombros y la hizo girarse hacia él. Tal vez tuviera asuntos que tratar con ella, pero de ningún modo iba a permitir que Lauren dudase de sí misma. Maldijo a Jacqueline por atacar la seguridad de aquella mujer tan increíble–. Vamos a analizarlo paso a paso. Primero, el dinero te lo robó un sinvergüenza, y es algo que por desgracia ocurre con mucha frecuencia en las empresas. Segundo, nuestro compromiso es el bebé, y eso significa que tenemos que ayudarnos mutuamente. No creo que me dejaras en la estacada si yo me viera en apuros, ¿verdad?

      Ella negó con la cabeza y esbozó una sonrisa más firme.

      –Claro que no, y te confieso que me gusta lo que dices.

      –Y por último, deja de preocuparte por lo que piense tu madre. No quiero que siga haciendo daño a la madre de mi hijo.

      Ella le puso las manos a ambos lados del cuello y ladeó la cabeza.

      –Ese último punto no es tan razonable como los otros dos.

      Jason estaba de acuerdo, sobre todo porque él mismo se había dejado influir por su padre durante gran parte de su vida.

      –Puede que contigo me cueste ser todo lo razonable que debería… Y ahora ven a la cama.

      Lauren le sonrió sensualmente.

      –¿Me estás seduciendo?

      –¿Pero es que sólo piensas en eso? –le rodeó los hombros con el brazo y le acarició el pecho con los nudillos–. Te estoy pidiendo que duermas conmigo.

      –Con mucho gusto –aceptó ella con un bostezo, pero sin entender el verdadero significado de lo que él intentaba decirle.

      Ni siquiera lo estaba mirando. Caminaba con la cabeza en su hombro hacia el camarote.

      Jason intentó convencerse de que era la impaciencia lo que lo hacía sospechar, pero cuando se acostaron y Lauren se acurrucó junto a él, sintió que estaba negándole una parte de ella. No parecía tener ningún problema en compartir sus fantasías sexuales, pero cuando se trataba de enfrentarse a los sentimientos se encerraba en sí misma.

      Mucho después de que Jason se quedara dormido, Lauren miraba la luna y las estrellas por la ventana. El suave balanceo del barco le habría provocado sueño cualquier otra noche, pero en aquellos momentos estaba demasiado nerviosa.

      Tiró del edredón y metió la pierna entre las de Jason para deleitarse con el calor de su cuerpo. Si pudieran quedarse así para siempre, o adentrarse en alta mar hasta que se perdiera la cobertura…

      No iba a llorar. Las llamadas nocturnas de su madre no eran ninguna novedad, y tendría que haberse esperado su último sermón. Era lógico que su madre se tomara mal las noticias sobre el bebé. Pero había confiado en que por una sola vez…

      Cerró los ojos y se reprendió por esperar tanto de su madre. Era una estúpida por albergar ilusiones como elegir con su madre la decoración del cuarto de los niños o discutir nombres para el bebé. En vez de eso, sólo había conseguido el nombre de un abogado matrimonialista.

      De una cosa estaba segura, y era que no iba a ponerle a su hijo el nombre de Horace… como el abogado favorito de su madre.

      Se acurrucó contra Jason y él la abrazó por la cintura sin despertarse. Suspiró y se permitió bajar la guardia para aceptar el consuelo que tanto necesitaba.

      Era mucho mejor mantener las cosas en un plano superficial. De esa manera el sufrimiento no sería tan grande cuando llegara el momento de despedirse.

      –Maldita sea, Jason, se supone que un modelo ha de estar quieto. Lo estás haciendo más difícil de lo que debería ser.

      Era cierto, pero Jason no creía estar hecho para posar desnudo. Y si además de ser el modelo era el lienzo, quedarse quieto era más difícil de lo normal.

      Los músculos le dolían por el esfuerzo sobrehumano que suponía no moverse cuando era Lauren quien lo miraba y tocaba.

      –¿Todavía no se te ha acabado el sirope?

      Lauren estaba desnuda en el cuarto de baño bajo cubierta, mientras él «posaba» dentro de la ducha. Estaban desayunando gofres belgas cuando Lauren miró los restos de comida, agarró un pincel de cocina y un cuenco de sirope caliente y le ordenó a Jason que se dirigiera a la ducha. Él, naturalmente, no se negó.

      Una gota de sirope de arce cayó en el pie de Jason.

      –Si no dejas de moverte, lo dejaré yo.

      –Eres mala.

      –Sólo estoy cumpliendo otra fantasía.

      –Aprovéchate conmigo, entonces –le hizo un guiño, imaginándose una vida entera explorando fantasías juntos–. Soy todo tuyo.

      Lauren mojó el pincel en el cuenco y le untó el pecho de sirope. El olor a azúcar impregnaba el aire. Movió el pincel en círculos sobre los pectorales, y fue estrechando la circunferencia hasta tocarle el pezón. A Jason se le aceleró el pulso. Estaba más que dispuesto a tumbarla boca arriba y penetrarla, pero la mirada de Lauren volvió a advertirle que no se le ocurriera moverse.

      Dio una larga pincelada descendente, recorrió sus costillas y siguió bajando hasta que Jason contrajo los abdominales y se mordió el labio.

      –¿Tienes cosquillas?

      Él jamás lo admitiría.

      –No. ¿Qué estás dibujando?

      –Un árbol grande y poderoso –el pincel le acarició los costados como si fueran las ramas. Debía de ser un árbol muy frondoso–. Pues a mí me parece que sí tienes cosquillas… Va a resultar que el grandullón tiene una debilidad.

      Jason empleó toda su fuerza de voluntad en mantenerse inmóvil.

      –Sólo es una debilidad si dejo que me afecte.

      –¿Me estás provocando?

      Él se limitó a arquear una ceja. Entonces vio la intención en sus ojos y se obligó a quedarse quieto mientras ella seguía moviendo el pincel, muy lentamente.

      Cada vez más abajo.

      Llegó a la punta de su sexo, que apuntaba enhiesto y endurecido hacia el vientre, y él se dejó caer contra la pared de azulejos. Esa vez Lauren no lo reprendió por moverse, sino que le sonrió con su poderosa sensualidad femenina y siguió descendiendo hasta la base del miembro. Entonces se arrodilló, amplió su sonrisa y se lo metió en la boca. Al sentir el tacto de su ávida lengua, lo invadió una sensación sin par mientras ella lamía hasta la última gota del sirope, con un gemido de deleite que retumbó en el pecho de Jason.

      El pincel cayó al suelo, un segundo antes de que los dedos de Lauren empezaran a masajearlo al mismo tiempo que la boca. Jason apretó la mandíbula y apoyó las manos en la pared para no caer de rodillas. Si aquella tortura duraba mucho más tiempo acabaría perdiendo el control, y no podría comprobar si ella estaba tan excitada como él.

      De manera que, lamentándolo mucho, le agarró la muñeca y la separó de él. Pero el remordimiento desapareció en cuanto vio sus pupilas dilatadas y las mejillas encendidas por la excitación. Aquellos síntomas demostraban hasta qué punto la afectaba su compañía, algo de lo que él pensaba aprovecharse hasta el fondo. Tiró de ella hacia la ducha y abrió el grifo. El chorro inicial de agua fría cayó como una lluvia de agujas sobre su piel hipersensible, pero enseguida se calentó.

      La besó en la boca y degustó el sabor del sirope, el calor y el deseo. Pero por mucho que bebiera no podía saciarse. Tal vez cuando acabaran