derecho se ha dado en otras experiencias con evidente éxito.
El libro El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración, además de ser una obra de denuncia sobre situaciones de injusticia ecológica, nos propone que desde la existencia de muchos valores plurales; del movimiento por la justicia ecológica, el ecologismo popular, la ecología de los pobres, la ecología de la liberación, y el propio movimiento indígena aportan en la esperanza de un mundo de equilibrio y armonía ambiental con la madre tierra. Un mundo de justicia ambiental y social.
El Perú de estas últimas décadas ha sido escenario de movimientos de resistencia territorial, ambiental y de pueblos indígenas originarios que incluyen con claridad la defensa de la vida, frente a las industrias extractivas (minera, petrolera y forestal). Sin embargo, esta movilización social no ha sido acompañada con la misma intensidad por los estudiosos y la academia, tampoco han habido voluntades en difundir tratados como los realizados por el autor.
El esfuerzo invalorable de contar con esta primera edición peruana del libro de Joan Martínez Alier no sólo nos compromete a su lectura sobre y desde los conflictos ecológicos actuales e históricos, nos conduce también a una mayor conciencia ambiental y nos invita a ser protagonistas en la defensa de la vida, de nuestras futuras generaciones y de la especie humana que se extinguen a un ritmo jamás antes visto.
Como CONACAMI Perú, organización de las comunidades afectadas por las actividades mineras, desde los pueblos quechuas y poblaciones andinas en lucha por proteger la vida, la madre tierra, la vigencia de nuestros pueblos indígenas originarios y el patrimonio natural del conjunto de la humanidad, compartimos y hacemos extensivo el principio de reciprocidad – todas las cosas están estrechamente unidas – expresada en la frase que se le atribuyó al Gran Jefe Seattle: “Lo que le acaece a la Tierra, también le acaece a los hijos de la Tierra”.
1. Mario Palacios Panéz ha sido presidente de la Confederación Nacional de las Comunidades del Perú Afectadas por la Minería - CONACAMI Perú. Es comunero y socio de la CAP. Pucayacu – Yanacancha. Departamento de Pasco.
PREFACIO
Hay una nueva corriente del ecologismo o ambientalismo global que surge de los conflictos sociales en torno al derecho o a los títulos sobre el medio ambiente, a causa de los riesgos de la contaminación y por la pérdida del acceso a los recursos naturales y servicios ambientales. Por ejemplo, hay un auge en la extracción minera y petrolera en los países tropicales: ¿Se paga compensación por los daños reversibles e irreversibles? ¿Es posible la restitución de esos daños? Otro ejemplo, los manglares se sacrifican a causa de la producción camaronera de exportación: ¿Quién tiene título sobre los manglares? ¿Quién gana y quién pierde como resultado de su destrucción? Muchos conflictos ecológicos, tengan lugar dentro o fuera del mercado, sean locales o globales, ocurren porque el crecimiento económico implica un incremento en el uso del medio ambiente. Las futuras generaciones humanas sentirán los impactos ambientales, como los experimentan plenamente otras especies. Algunos impactos ya caen de manera desproporcionada sobre ciertos grupos humanos. Esos impactos se notarían aunque no hubiera crecimiento económico pues el actual nivel de actividad económica ya agota muchos recursos y sumideros. Por ejemplo, los sumideros de carbono (océanos, nueva vegetación) ya están llenos, el resto de emisiones aumenta la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. La pregunta es: ¿quién tiene derecho a usar esos sumideros y en qué medida? ¿de quién es la atmósfera?
La Ecología Política estudia tales conflictos ecológicos distributivos; es un campo creado por geógrafos, antropólogos y sociólogos ambientales. El enfrentamiento constante entre medio ambiente y economía, con sus altibajos, sus nuevas fronteras, sus urgencias e incertidumbres, es analizado por la Economía Ecológica, otro nuevo campo de estudios creado por ecólogos y economistas que intentan «tener en cuenta a la naturaleza», no sólo en términos monetarios sino, sobre todo, en términos físicos y sociales. La Economía Ecológica coloca en el centro de su análisis la inconmensurabilidad de los valores. Así pues, este libro explícitamente contribuye al establecimiento de estos dos nuevos campos de estudio, la Ecología Política y la Economía Ecológica, e investiga la relaciones entre ambos.
El contenido del libro es el siguiente: El primer capítulo explica las más importantes corrientes ambientalistas, poniendo el acento en el ecologismo de los pobres. Hoy en día, el movimiento ecologista o ambientalista global sigue dominado por dos corrientes principales, la del culto a lo silvestre y (cada vez más) el credo de la ecoeficiencia. Sin embargo, una tercera corriente, llamada «justicia ambiental», «ecologismo popular» o «ecologismo de los pobres» está creciendo, consciente de sí misma. Los capítulos II y III consideran los orígenes y el ámbito de la Economía Ecológica, abordando cuestiones como la asignación de valores monetarios a las externalidades negativas y a los servicios ambientales positivos, los vínculos entre el crecimiento económico y el uso de energía y materiales, el manejo de peligros inciertos a través de la ciencia posnormal, el debate sobre la «desmaterialización» del consumo, los indicadores físicos de la insustentabilidad, la aceleración en el uso del tiempo y la tasa de descuento, el equilibrio entre población y recursos, y los debates sobre la capacidad de carga de la población humana y el neomalthusianismo feminista de los últimos cien años.
Tras explicar algunos de los conflictos actuales e históricos en la minería de cobre como ejemplos de conflictos ecológicos causados por el crecimiento económico, el capítulo IV examina en sus últimas secciones el nacimiento de la Ecología Política y su desarrollo desde la década de los ochenta. Estudia además las relaciones entre formas de propiedad y gestión de recursos, discutiendo la idea errónea de la «tragedia de los comunes». Los capítulos V y VI constituyen el corazón empírico del libro, contienen detallados estudios de casos de ecologismo de los pobres en distintos países. No argumento que los pobres sean siempre y en todas partes ecologistas, sería absurdo hacerlo. En cambio, planteo que en los conflictos ecológicos distributivos los pobres muchas veces son partidarios de la conservación de los recursos y de un ambiente limpio, aun cuando ellos mismos no pretendan ser ecologistas. En estos capítulos se consideran elementos tanto estructurales como culturales. Los pobres tienen mejores posibilidades de defender sus intereses en un terreno no económico. A veces utilizan el lenguaje de la compensación económica pero a veces apelan a valores no económicos que están disponibles en sus repertorios culturales. Veremos en este libro que los conflictos ecológicos se expresan en muchos lenguajes, y que la valoración económica de los daños sólo representa uno de ellos. ¿Cuál es la interrelación entre valores no materiales como lo sagrado y el interés material de asegurarse el sustento? ¿Quién tiene el poder de imponer lenguajes específicos de valoración?
El capítulo VII trata de los conflictos sobre planificación urbana y sobre contaminación y tráfico urbanos. ¿Producen las ciudades algo de valor conmensurable o comparable con sus importaciones de energía y materiales, y con los desechos que excretan? ¿Contribuyen de alguna manera a la creciente complejidad del sistema del cual forman parte? ¿Debemos ver las ciudades como «parásitos», o más bien (para utilizar otra metáfora), como «cerebros» que, con su metabolismo más intenso, dominan y organizan todo el sistema? ¿En qué escala geográfica se debe evaluar la insustentabilidad de las ciudades? ¿Son los indicadores de insustentabilidad urbana simultáneamente indicadores de conflictos sociales a diversas escalas?
Estados Unidos y Sudáfrica son dos países distintos pero con algunos elementos en común. El capítulo VIII analiza los movimientos organizados de «justicia ambiental» que luchan contra el «racismo ambiental» en ambos países (incluyendo las disputas en Estados Unidos sobre la localización de incineradoras urbanas y las querellas alrededor de la disposición de desechos nucleares en territorios de nativos americanos, e incluyendo el debate en Sudáfrica sobre las necesidades vitales de agua y electricidad en contextos urbanos). El movimiento de Justicia Ambiental tuvo un gran éxito hace diez años al lograr que el presidente Clinton firmara una Orden Ejecutiva (11 de febrero de 1994) por la cual todas las agencias federales debían identificar y evitar los impactos desproporcionadamente grandes de sus políticas y actividades sobre el medio ambiente y la salud.