de Dios, ¿Eso no presagia a caso que Norteamérica está predestinada a guiar al mundo entero?
»La historia de vuestra nación no tiene paralelo en la tierra. Se puede notar cada una de las etapas sucesivas que la han llevado a su perfección. Alguien que no fuera un Maestro del Pensamiento no hubiera sabido provocar semejante desarrollo. ¿Dudáis vosotros que el destino del país sea guiado por el Gran Dios Omnipotente?
»El grano de mostaza es una de las más pequeñas semillas. Por tanto tiene poder (la fe) de saber que posee la capacidad de expresar el mostacero, el más grande de todos los arbustos. Cuando se vuelve árbol, los pájaros pueden vivir en sus ramas. Lo mismo que el grano sabe que puede exteriorizar la planta, lo mismo nos es necesario conocer nuestro poder interior de expresar nuestro ser más grande. Contando esta parábola, Jesús hacía alusión a la cualidad de la fe y no a la cantidad. “Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a una montaña: Sal de aquí, ponte allá, y ella lo hará y nada os será imposible”.
»Las más frágiles semillas de adormidera, las semillas de los banianos más colosales, los bulbos, los esquejes y todas las verdaderas semillas saben por fe que pueden expresar el gran ser de su especie. Del mismo modo es necesario que nos representemos interiormente una imagen exacta de aquello que nosotros queremos expresar. Debemos perfeccionarla de hora en hora por una preparación interior antes de que su perfección se manifieste. Jamás una flor en eclosión se expande completamente sin un esfuerzo preparatorio de perfeccionamiento interior. En un momento dado la yema está confinada en el interior de los sépalos, del sentido de sí misma, del egoísmo. Cuando acaba su perfección interior, eclosiona en su belleza.
»Es necesario que el grano puesto en la tierra renuncie a sí mismo para crecer, desarrollarse, multiplicarse. Es necesario también que renunciemos a nosotros mismos para llegar a desarrollarnos. Para que el grano crezca, es necesario que su envoltura haga eclosión. Lo mismo para comenzar, es necesario que haga eclosión nuestra envoltura de limitaciones. Cuando nuestro perfeccionamiento interior sea acabado, nos expandiremos intensamente en nuestra belleza a semejanza de la flor.
»Esta ley vale para una nación, como para un individuo. ¿No podéis imaginaros a una nación donde la conciencia del Cristo hubiera llegado a su pleno desarrollo y donde los habitantes emprendieran cualquier cosa colectivamente? Ello se traduciría seguramente en un bienestar general, ya que el corazón de un gobierno echa verdaderamente raíz en la conciencia de los gobernados.
»Al no haber comprendido su propia importancia espiritual, vuestra nación ha cometido graves errores en el curso de su historia. En su gran mayoría está sumergida todavía en el materialismo. Sé bien que grandes almas han guiado sus destinos, mas yo sé también cuán poco sus obras han sido apreciadas en vida. Hasta aquí, vuestro camino ha sido duro, áspero y pedregoso, porque vuestros ciudadanos tienen concepciones limitadas y se han apoyado para trabajar en sus pensamientos materialistas. Y si embargo, ¿qué maravilla no han realizado? Pero, ¿cuánto más no habrían de haber realizado y más grande, si hubieran comprendido y aplicado el sentido espiritual profundo del mensaje? En otras palabras, prodigios increíbles serían revelados hoy si el Cristo hubiera sido colocado en la proa de vuestro navío gubernamental, y si cada uno hubiera podido como Jesús ver que en verdad el Cristo está en todos y no hacen más que uno. Ese día de gloria llegará cuando se haya comprendido el sentido espiritual profundo de la divisa “E pluribus unum”. Uno para todos, todos para uno, es una de las grandes leyes de Dios. Así es expresada por la multitud.
»Considerad entre todas las naciones aquellas que han durado más largo tiempo. Habrían durado siempre, si no hubieran permitido que se insinuara el materialismo y disgregara progresivamente su estructura. Vino un tiempo en el cual cayeron por la anomalía de su propio peso, o bien fueron consumidas por haber usado mal la ley que les había dado nacimiento.
»¿Qué pasa cuando llega una cada tal? El principio, la parte de Dios es preservada hasta que los fallos sucesivos permitan discernir una subida gradual, un empuje hacia lo alto en cada estado. Finalmente es necesario que todo se termine en Dios, uno para todos. Queridos hermanos, no se necesita un profeta para hacer comprender esto.
»Mirad la nación española, en la época de la partida de Colón para su viaje de descubrimiento y ved en lo que se ha convertido. Dentro de poco estará en guerra con sus propios hijos. Constataréis su debilidad y su impotencia. A duras penas será capaz en su desatinada marcha de emprender un buen combate o de retirarse de uno malo. Hay que atribuir su impotencia a su extrema desvitalización. Es a lo que llega un cuerpo o un país saciado. Codicias o pasiones producen el mismo efecto. Puede haber un tiempo de logro y de suceso aparente, pero eso dura poco. La estructura de los países, decrépita, mancillada, derrochada, es el testimonio de una marcha titubeante e incierta, que descubre la vejez. Un hombre que conserva y desarrolla su poder espiritual guarda su plasticidad y actividad a los quinientos o a los cinco mil o a los diez mil años o eternamente como en el tiempo del ardor de su adolescencia.
»Nosotros aspiramos a la luz blanca y pura de la Edad de Cristo. Vemos despuntar la aurora que se expande. El mundo verá bien pronto el esplendor y la plena eclosión. No habrá más tinieblas ni limitaciones, sino un progreso eterno a falta del cual todo se reintegrará en el seno de la Sustancia Universal. Es necesario avanzar o retroceder. No es posible un término medio ni pararse. Cuando vuestra nación reconozca su dominio, su verdadera misión irá de la mano del Espíritu, se expresará según el deseo de Dios y dejará al espíritu crecer en el interior. Entonces vuestro gran país se volverá una maravilla desafiando toda descripción.
»Sin duda fue necesario la gran fuerza del pico y las garras del águila para mantener la cohesión de vuestra nación durante su desarrollo inicial, pero la verdadera luz espiritual va a venir. No se advierte que la paloma es más poderosa que el águila, y la paloma protegerá eso que el águila guardaba. Contemplad las palabras grabadas en vuestras monedas: “In God we trust”, “E pluribus unum”. Todos para uno es la divisa del espíritu cuando la paloma reemplaza al águila en el seno de la nación».
Emilio terminó ahí, diciendo que iba a dejarnos por algunos días, y se trasladaría a un pueblo a unos trescientos o cuatrocientos kilómetros para encontrarse con unos amigos que se reunían allí. Prometió encontrarse con nosotros en un pequeño pueblo de la frontera a un centenar de kilómetros, lugar al que llegaríamos en cuatro días. Después desapareció. Fue igual que en la cita, cuando vino acompañado de sus cuatro amigos.
XI
Al llegar al pueblo fronterizo, llovía a cántaros y estábamos empapados hasta los huesos. Se nos instaló en un confortable alojamiento que comprendía una gran habitación amueblada, extremadamente alegre y cálida, destinada a servir de salón y comedor. Uno de nosotros preguntó de dónde venía el calor. Pero nuestra inspección no nos reveló ninguna estufa o entrada de calor. Nos sorprendimos un poco, pero ya empezábamos a estar habituados a las sorpresas, y no hicimos más comentarios seguros de que obtendríamos una respuesta más tarde.
Acabamos de sentarnos a la mesa para cenar, cuando Emilio y sus cuatro amigos entraron sin que supiéramos de dónde venían. Los cinco aparecieron en un extremo de la gran habitación en donde no había ninguna abertura. Todo sucedió sin ruido, muy simplemente. Emilio nos presentó a sus cuatro amigos extranjeros y estos se sentaron a la mesa al igual que quien está en su casa. Antes que nos diéramos cuenta, la mesa se colmó de cosas buenas para comer, pero no había carne, ya que estas gentes no comen nada que haya gozado de una vida consciente.
Después de la comida, uno de nosotros preguntó acerca del calor de la habitación. Emilio dijo: «El calor que vosotros percibís, proviene de una fuerza tangible y utilizable por cada uno de nosotros. Los hombres pueden entrar en contacto con esta fuerza superior de todo poder mecánico y servirse de ella bajo la forma de luz, calor y también energía para hacer mover las máquinas. A eso le llamamos nosotros fuerza universal, un poder divino procurado por el Padre para uso de todos sus hijos. Si la utilizarais la llamaríais movimiento perpetuo. Puede mover no importa qué máquina, efectuar transportes sin el menor consumo de combustible, y dar igualmente luz y calor. Está disponible en todos lados, en cada uno, carece de tarifas y no necesita ser comprada».
Uno