Donna Habenicht

Enséñales a amar


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Él no maduró sobrenaturalmente, sino que “las facultades de su intelecto y de su cuerpo se desarrollaban gradualmente, en armonía con las leyes de la niñez” (p. 49). “Durante su infancia, Jesús manifestó una disposición especialmente amable. Sus manos voluntarias estaban siempre listas para servir a otros. Manifestaba una paciencia que nada podía perturbar, y una veracidad que nunca sacrificaba la integridad. En los principios era firme como una roca, y su vida revelaba la gracia de una cortesía desinteresada” (ibíd.). María se maravillaba a menudo de la belleza de su carácter.

      Si bien ella no entendía plenamente su misión en la tierra, tomó con extrema seriedad la responsabilidad de alimentar su desarrollo espiritual. Amablemente le enseñó de las Santas Escrituras, adaptando las lecciones a su mente en desarrollo. Le explicó acerca de la bondad de Dios, su grandeza y su ley. Su madre humana lo instruyó en los caminos de Dios y le relató las historias bíblicas acerca de Israel. Y la Escritura registra que “Jesús crecía en […] gracia para con Dios y los hombres” (Luc. 2:52).

      De la manera en que María nutría amablemente a Jesús, a fin de que continuara desarrollándose, así debemos nosotros alimentar espiritualmente a nuestros hijos. “Los padres y los maestros debieran proponerse cultivar de tal modo las tendencias de los jóvenes que, en cada etapa de la vida, estos representen la debida belleza de ese período, que se desarrollen naturalmente, como lo hacen las plantas del jardín” (Conducción del niño, p. 191). Elena de White recomienda aquí que el crecimiento no sea forzado. No debe haber un empuje excesivo hacia la madurez. Sino solo el avance de acuerdo con la etapa de desarrollo. La belleza apropiada para cada edad: primero el capullo, luego la flor.

      A fin de crecer espiritualmente, los hijos requieren el tierno y amante cuidado de sus padres terrenales, la luz del sol del amor de Dios, las suaves lluvias del Espíritu Santo, el fertilizante de la Palabra de Dios, y a veces la disciplina de la poda, a fin de producir los bellos y fragantes pimpollos de una vida semejante a la de Cristo. “Al tratar con sus hijos, sigan el método del jardinero. Por medio de toques suaves, por medio de un ministerio amante, traten de moldear su carácter según el modelo del carácter de Cristo” (El Deseado de todas las gentes, p. 475).

      Una de mis citas favoritas acerca de cultivar flores en el jardín de los hijos de Dios, da énfasis a la ternura necesaria: “En los esfuerzos que hacemos por corregir el mal, deberíamos guardarnos contra la tendencia a la crítica o la censura [...]. Las flores no se abren bajo el soplo del ventarrón” (La educación, p. 291). De modo que, al ayudar a tus hijos a desarrollar espiritualidad, ten en mente la ternura de Dios y la suavidad de la lluvia y la luz del sol.

      Algunos de nuestros rosales son bastante resistentes a la enfermedad. Pareciera que los insectos no los molestan demasiado. Otros rosales dan la impresión de atraer las pestes, y tenemos que usar insecticida regularmente. Mientras algunos rosales sobreviven los inviernos año tras año, otras variedades son más sensibles al frío, y tenemos que reemplazar frecuentemente los rosales muertos.

      Cada rosal, por supuesto, produce una variedad diferente de flor. Uno de mis favoritos tiene rosas grandes, fragantes de un rosado intenso. Su fragancia llena una habitación. Tenemos unos rosales en miniatura plantados junto a una gran roca. Sus flores no son llamativas, pero si las miras de cerca, percibes una belleza especial en su pequeñez. Cada rosal es único y requiere una combinación particular de insecticida, fertilizante, luz de sol, lluvia y poda para producir hermosos pimpollos.

      Lo mismo ocurre en el florido jardín de niños de Dios. Cada uno es diferente, y cada uno requiere una combinación especial de cuidados para nutrir su crecimiento espiritual. De modo que cada niño se acerca a Dios de un modo diferente, y cada uno produce un tipo diferente de flor espiritual. Dios no tiene un catálogo de patrones con diseños de un niño cristiano perfecto. En cambio, el crecimiento espiritual de cada niño es único.

      Además, cada uno de nosotros acude a Dios y lo entiende de acuerdo con su personalidad individual y experiencias de la vida, como también de su propia mente. ¿Recuerdas a Pedro y Juan, y cuán distintos eran? Pedro, el impulsivo –quizá hiperactivo– y sanguíneo. Rápido para aceptar a Jesús, igualmente rápido para negarlo. Temeroso de las consecuencias de seguir al Señor. Transformado por el Espíritu Santo en un poderoso orador cuyas palabras movían los corazones de millares. Lo arriesgó todo por el Señor.

      Juan, de temperamento rápido, pero amante. Un verdadero amigo. Fiel hasta el fin. Un pensador, cuidadoso con las palabras, meticuloso en los detalles. Escritor claro, capaz de describir el amor de Cristo en palabras que todos pueden entender. Le fueron confiadas las profecías del fin del tiempo, las que registró conscientemente bajo circunstancias difíciles: detalles que quizás habrían abrumado a Pedro, el orador popular.

      Los escritos de Pedro están llenos de palabras de acción: preparaos, mirad, sed sobrios, id, creed, recordad, sed cuidadosos. El evangelio y las epístolas de Juan exudan relación y amor. Si bien Pedro no ignora la relación y Juan incluye la acción, cada uno describe a Dios desde el punto de vista de su propia personalidad. Cada uno está correcto: Dios es acción y Dios es relación. La suma total enriquece nuestro entendimiento y nos provee una imagen más clara de Dios. Pedro y Juan sirven a Dios, cada uno de la manera que mejor armoniza con su personalidad. Y Dios usa a cada uno de una manera diferente, al tener en cuenta sus inclinaciones naturales y su personalidad llena del Espíritu.

      Cada uno de nuestros hijos tiene una personalidad única, parcialmente heredada y parcialmente desarrollada a través de las experiencias de la vida.

      Cada niño experimentará la salvación y el amor de Dios de un modo diferente. Un aspecto importante al ayudar a los niños a crecer espiritualmente, es reconocer de qué manera su personalidad afecta su relación con Dios.

      El temperamento es una parte importante de la personalidad. Alexander Thomas y Stella Chess, muy conocidos investigadores en desarrollo infantil, han identificado tres tipos de temperamento entre los niños: fácil, difícil y lento para entusiasmarse. Piensan que estos tres tipos incluyen a dos tercios del total de los niños. El tercio restante no muestra un tipo claramente identificable. Los tipos de temperamentos de Thomas y Chess son muy conocidos y respetados entre los estudiosos del desarrollo infantil. Nos ayudan a entender mejor a los niños.

      Thomas y Chess creen que el temperamento consta de nueve diferentes características. Cada característica puede ser descrita como un valor intermedio, a lo largo de una línea entre dos extremos. Las varias combinaciones de estas características forman el temperamento del niño, el cual, creen ellos, está ya presente en el nacimiento.

      CARACTERÍSTICAS DEL TEMPERAMENTO

       Nivel de actividad

      Quieto ............................................................................................... Activo

       Ritmicidad y regularidad

      Regular .......................................................................................... Irregular

       Acercamiento o aislamiento

      Retraído .................................................................................. Extrovertido

       Adaptabilidad

      Alta adaptabilidad ......................................................... Baja adaptabilidad

       Umbral de estímulo

      Muy sensible ............................................................................... Insensible

       Intensidad de reacción

      Alta sensibilidad ..............................................................Baja sensibilidad

       Calidad de ánimo

      Pesimista ..................................................................................... Optimista