Muy distraído
Período de atención y persistencia
Alta persistencia .............................................................. Baja persistencia
El nivel general de actividad de un niño puede variar de lento a extremadamente enérgico. La mayoría de los niños están en la mitad de la escala, ni muy activos ni lentos. Acercamiento y aislamiento describen la manera como un niño reacciona ante situaciones nuevas y ante la toma de decisiones. Algunos niños son extremadamente cautelosos cuando se enfrentan con una nueva situación, mientras que otros se zambullen precipitadamente en ella y parecieran no tener temor. A muchos niños les resulta difícil tomar decisiones, mientras que otros son impulsivos. Un grupo de niños se adapta fácilmente a los cambios, mientras que otros requieren un tiempo más largo para adaptarse.
Las diferencias de temperamento afectan también las reacciones de los niños frente a los asuntos espirituales. David es, por lo general, el primero en levantar la mano cuando se piden voluntarios para alguna actividad de servicio. Usualmente no se pone a pensar si tiene tiempo para ello o si entra en conflicto con alguna otra cosa que ya ha prometido hacer. José quizá no logre decidirlo hasta que sea demasiado tarde para unirse al grupo. Los organizadores ya han hecho planes sin incluirlo a él, porque aparentaba no tener interés en ayudar a otros. En realidad, no le faltaba interés, pero su aproximación cautelosa fue lo que lo excluyó.
Cristina tiene reacciones emotivas intensas a todo. Al vivir la vida con gran sentimiento, será tocada profundamente por la historia de la crucifixión y parecerá estar “verdaderamente convertida”, debido a sus fuertes emociones. Melisa, por otra parte, es calmada y más bien fría. Uno no puede juzgar cómo se siente por sus reacciones exteriores. Como no se la ve muy emocionada por la historia de la crucifixión, sus padres y maestros pueden preocuparse acerca de su salvación. Sin embargo, íntimamente ella está tan “convertida” como Cristina.
Una actitud general de optimismo y pesimismo pareciera ser parte del temperamento que el niño trae desde su nacimiento. Miguelito ha sido siempre feliz por naturaleza. Sonríe y ríe mucho y confía en que todo va a salir bien al final. El solo hecho de estar cerca de él hace que todos los demás se sientan más felices. Micaela, por otra parte, piensa en todas las “malas posibilidades” a la vuelta de la esquina y necesita recibir mucha seguridad de que las cosas van a salir bien. La fe en Dios en tiempos de dificultad es más natural para Miguelito que para Micaela, debido a su optimismo heredado. Sin embargo, una experiencia espiritual sólida puede ser de una gran ayuda para Micaela, mientras lucha contra su inclinación heredada a ver los posibles problemas y a desconfiar del futuro.
¿Has dicho alguna vez algo como: “Me pregunto por qué Cristian es tan revoltoso. Sus hermanos tienen buenas notas y son verdaderos líderes religiosos. No puedo creer que vengan del mismo hogar”? En efecto, no es así. En realidad, cada niño de una familia crece en un ambiente relativamente diferente. El hijo mayor y el menor viven una experiencia distinta en el seno de la misma familia.
Además de las diferencias que crea la posición del niño en la familia, la familia pudo haberse mudado a otra parte del país o la mamá o el papá puede tener un trabajo más exigente. Las escuelas, las iglesias y el vecindario pueden ser diferentes. Pregúntale a cualquier maestro acerca de cómo las clases también tienen su personalidad. Algunos grupos de niños son mucho más espirituales que otros, menos inclinados a las drogas y más interesados en estudiar.
Aun en el mismo lugar las experiencias pueden diferir grandemente. Asistiendo a la misma escuela de iglesia, con una diferencia de solo cuatro años, uno de nuestros hijos recibió una sólida educación de parte de maestros excelentes, y el otro tuvo un año flojo tras otro con maestros poco calificados. Le tomó años ponerse al día en algunas materias. La misma situación puede ocurrir en la Escuela Sabática.
Todas estas diferencias: personalidad, lugar que ocupa en la familia y experiencias de la vida afectarán la forma de reaccionar del niño ante las influencias espirituales. Cuando tratamos de ayudar a nuestros hijos o alumnos a crecer espiritualmente, debemos adaptar nuestros esfuerzos a cada niño en particular. Ninguna fórmula se adaptará bien a todos los niños. La salvación es un asunto individual.
Cuando mi esposo y yo visitamos el vivero cada primavera, lo hacemos deseosos de adquirir nuevos rosales para nuestro jardín. Sabemos lo que queremos: rosas té, fragantes y hermosas, que florezcan en plantas resistentes a la enfermedad y resistentes al frío. ¡Algo nada fácil para nuestro clima de Míchigan! Muy felices, traemos nuestros rosales a casa, los plantamos cuidadosamente, los regamos y fertilizamos, y esperamos que den flores. Al hacer todas estas cosas, tenemos la esperanza de disfrutar de las rosas todo el verano.
Cuando ayudamos a nuestros niños a crecer espiritualmente, nosotros también necesitamos saber qué nos hace falta. Al mirar el rostro inocente de nuestro bebé recién nacido, nuestro principal objetivo es claro: salvación y una eternidad en compañía de Dios. Pero necesitas también hacer algunos planes para llegar allá, de la misma manera como el jardinero los tiene que hacer para su jardín: metas para este año y algunas para el futuro. A veces, el jardinero tiene que cambiar de planes. Una tormenta o alguna enfermedad afecta algunas plantas. Parte del jardín puede requerir trasplante. Pero el plan principal del jardinero es siempre el mismo: un arreglo atrayente de la belleza natural.
Aunque la meta principal para tu hijo siga siendo la misma –salvación y una eternidad en compañía de Dios–, necesitas trazar planes más detallados, a fin de alcanzar el objetivo principal. Quisiera sugerirte que el primer paso de tu plan debiera ser ayudar a tus niños a conocer a Dios. Satanás ha estado representando erróneamente la naturaleza y el carácter de Dios, desde cuando moraba en el cielo. Uno de sus esfuerzos principales ha sido dar a los seres humanos una imagen distorsionada de Dios, de modo que crean que es un juez injusto, severo, exigente, que no le importan las necesidades de sus súbditos terrestres y cuyos requerimientos son irrazonables e imposibles de cumplir. Si Satanás no puede lograr que la gente crea en esta imagen, tiene una alternativa para ofrecer: Dios es tan amante y bondadoso que no va a castigar a nadie por portarse mal. Cualquier manera de vivir está bien. A Dios no le importa lo que hacemos. Él conoce nuestra naturaleza humana y sabe que nos es imposible vencer nuestras malas inclinaciones. De modo que una de nuestras metas más importantes es presentar al verdadero Dios a nuestros niños: el que “es nuestro guía eternamente” (Sal. 48:14, DHH). ¿Cómo podrían nuestros hijos aprender a amar a Dios si no saben cómo es?
Pero necesitamos conocer a Dios nosotros primero, si hemos de presentárselo a nuestros hijos. Cuando lo conozcamos íntimamente, les daremos a nuestros hijos una imagen precisa del Señor. Si el pensamiento de Dios te produce un frío que te corre por la espalda al imaginártelo como un juez colérico y agresivo, necesitas encontrarte con la verdadera Deidad. Nada podría agradarle más que ayudarte a conocerlo.
Sin embargo, ¿cómo llegas a familiarizarte con Dios? ¿Cómo logras librarte de las deformaciones humanas acerca de su carácter, que nos bombardean en nuestro mundo distorsionado por el pecado? Comienza por buscar en una concordancia bíblica todos los textos del Nuevo Testamento que describen a Dios y sus formas de interactuar con su pueblo. Luego haz lo mismo con los Salmos. Haz una lista de las características de Dios. Medita en cada una de ellas cada día, en tu tiempo privado con el Señor. Los libros El camino a Cristo, El discurso maestro de Jesucristo y El Deseado de todas las gentes ofrecen maravillosas descripciones de Dios, por cuanto nos presentan a su Hijo Jesús, la revelación perfecta de Dios. A medida que lo conozcas más íntimamente, reflejarás una imagen más precisa de él a tus hijos.
La segunda meta principal podría ser ayudar a tus niños a desarrollar caracteres cristianos. Salomón, el anciano sabio, tenía algunos de los más modernos puntos de vista cuando escribió: “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta” (Prov. 20:11). Una de las grandes responsabilidades de los padres es enseñar a los hijos a vivir en armonía con su familia, los amigos y otras personas que conocen y frecuentan. Los especialistas en el desarrollo infantil llaman a este proceso “socialización”: ayudar a los niños a comportarse de maneras socialmente aceptables.