Gonzalo Restrepo Sánchez

Breve historia de los cineastas del Caribe colombiano


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Olivia. En Orihueca (corregimiento de Ciénaga) el doctor Wenceslao Mestre Castañeda comenta:

      En esta última población el dueño del teatro era el señor Álvaro Barón, que era itinerante por otras localidades de la Zona Bananera, injustamente condenado a raíz de la huelga bananera y liberado luego del debate realizado por Jorge Eliecer Gaitán (Restrepo, 2014).

      También hubo salas de cine en Riofrío. Los teatros Simón Bolívar y El Tayrona, de El Rodadero (ambos cerrados), ya forman parte de la historia de una región donde la cinefilia está casi desaparecida, aunque la empresa Cinemark ha construido modernas salas de cine en un centro comercial. Volviendo un poco al pasado, a finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta, del Cine Club de Santa Marta, ubicado en la calle 17 No. 2-44 (dirigido por Darío Henao Restrepo), ya no queda ni su sombra.

      Con toda seguridad, el Programa Cine y Audiovisuales de la Universidad del Magdalena, del cual, el cineasta Luis Fernando ‘Pacho’ Bottía fue su primer director, y hoy en día es dirigido por la egresada del Programa, Laura Morales Guerrero, será el inicio de una nueva etapa para el cine —casi inexistente— en el Magdalena y en toda nuestra región Caribe; en el contexto de una cinematografía de altibajos. Los mismos altibajos de los cineastas caribeños.

      Cartagena de Indias

      (Noticiero Nacional No. 30)

      Acerca de la primera filmación en Cartagena de Indias, todos los comentarios se dirigen a Floro Manco —radicado en Barranquilla—, al momento en que filma, en el año de 1916, De Barranquilla a Cartagena. No obstante, sería acertado destacar una vez más, del diario cartagenero La Época, la película 11 de noviembre (Belisario Díaz, 1915), que se proyectó un 22 de febrero (20 de febrero, según otras fuentes). El asunto del filme se desarrolla sobre la celebración del día de la independencia de la ciudad. Belisario Díaz Ruíz también grabó con su cámara una película sobre la famosa fiesta popular de La Candelaria. Dice la historia que un incendio en la casa de Díaz destruyó todos sus archivos.

      Respecto a las salas de cine, a través de una remembranza de Daniel Lemaitre, Ballestas (2008) da testimonio de que:

      Fue en el Teatro Mainero donde se estrenó con lleno completo para ver: Edison en su Laboratorio, Desfile de un Batallón, Saltos de Bañistas en una Piscina y otros documentarios por el estilo. Recuerdo que el mago de Menlo Park me dio dolor de cabeza (p. 50).

      A la base de esta reminiscencia, Ballestas estaba hablando de Thomas Alba Edison, quien en 1876, creó una fábrica de inventos, en Menlo Park, New Jersey, que más tarde le valdría el remoquete de el mago de Menlo Park. Allí nacieron muchas de las invenciones para el siglo XX: el primer micrófono, el fonógrafo y la primera lámpara eléctrica, entre muchos otros.

      El teatro se llamó Mainero por ser de propiedad del comerciante y filántropo italiano, Juan Bautista Mainero y Trucco, quien lo había adquirido de su anterior propietario, Manuel González Brieva.

      En el año de 1934, y siguiendo cronológicamente la filmografía de los Acevedo —todas sus películas pertenecen a la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano—, ruedan el Noticiero Nacional No. 30, presentando la visita del presidente Franklin Delano Roosevelt a la ciudad de Cartagena de Indias. Aunque no hay seguimiento total del encuentro entre el mandatario Rooselvet y el presidente colombiano Enrique Olaya Herrera, existen muchas imágenes mudas en archivo. Sin olvidar la experiencia del chocoano Belisario Díaz, el Noticiero Nacional No. 30, podría ser lo segundo que filmaron los cineastas colombianos en Cartagena de Indias. Como dato curioso demostrable, de todo lo que se ha filmado en Cartagena de Indias, en documentales y ficción, el ochenta o noventa por ciento corresponde a cineastas extranjeros y del interior del país. Con esto, quizás observa el estereotipo que marca al caribeño: alegre, parrandero, mamador de gallo, lúdico, simpático, que no accede a cultivar la inteligencia, el conocimiento y la investigación. Un estereotipo que nace del interior del país.

      Algunas ideas sobre el tópico del hombre del Caribe colombiano: la imagen del hombre en la hamaca, desprevenido, despreocupado y en plan de meditación, está más cerca de la figura del maestro Echandía que de la del empresario Julio Mario Santodomingo (...) Es cierto que el tiempo transcurre más apaciblemente en la Costa. Se vive mejor y más intensamente porque se vive más lento. Andar acelerado no equivale, en manera alguna, a ser más eficiente; ni siquiera a producir mejor. Parece que muchos Bancos, en el oriente, están buscando como gerentes a filósofos y no a apresurados economistas. Pero la siesta —la dulce siesta— no es exclusiva de la Costa. Por lo menos en el Tolima y en el Huila, la tenemos como una institución, y además somos lentos al hablar (Gómez, 2002).

      Existen otros estereotipos, desde luego, como el que los habitantes del Caribe son abiertos, claros y francos y los del interior son taimados, astutos, ladinos y calculadores. Ni todos los habitantes del interior son falsos en la expresión de sus sentimientos, ni todos los costeños son perezosos. Hay de todo un poco, en las regiones de Colombia. Entonces, como propone, a propósito del caribeño, Bell (1999):

      Por qué insistir en ese falso, lastimoso y finalmente indignante estereotipo sobre la costeñidad (...) Contrario a lo que se piensa, el atraso regional, a pesar de las profundas diferencias en recurso humano, no es producido por sus gentes. La Academia y los centros de investigación deben seguir buscando las causas estructurales del subdesarrollo, la pobreza y la estrechez económica (p. 5).

      En espera de que surja el debate, volvamos a la revisión historiográfica del cine en el Caribe. Al revisar la década de los años veinte, destaca el filme documental: Barranquilla Moderno (Francesco y Vincenzo Di Doménico, 1925), que se exhibe un 18 de septiembre. La empresa S.I.C.L.A., creada por los hermanos italianos, rodaría sin prisa los trabajos en Las Flores —un antiguo corregimiento, hoy un barrio de Barranquilla— para la apertura de Bocas de Ceniza y otros semblantes de la vida local. Al mismo tiempo que la familia Acevedo filma para su noticiero: Carnavales estudiantiles en Bogotá, Olimpiadas de Cali, actos sociales, etc., el cine de los Estados Unidos produce sus últimas obras maestras anteriores al advenimiento del sonido: Moana (Frances H. Flaherty, Robert J. Flaherty, 1926) y Alas (Wings, William A. Wellman, 1927). Otras películas producidas en 1926 son: El pirata negro (Albert Parker, 1926) y Mare mostrum (Rex Ingram, 1926). La llegada del cine sonoro supuso el inicio de la industria de Hollywood como hegemonía mundial.

      Para el mes de abril de 1926, de acuerdo con Restrepo (1980):

      Los hermanos Warner obtienen la patente Vitáfono e inician la sonorización musical de una película muda en rodaje con Don Juan (Alan Crosland, 1926) y actuada por el actor John Barrymore, con acompañamiento musical de la Ópera de Mozart —grabación en disco—. Esto no convenció a nadie, pero estimuló a un nuevo ensayo: El cantor del jazz (The Jazz Singer, Alan Crosland, 1927). El filme está basado en una obra de teatro homónima, de mucho éxito en Broadway por aquellos años. A finales del año de 1926, tres métodos permiten la realización de los primeros filmes sonoros: dos procedimientos norteamericanos con registro sobre discos (el Vitáfono y sobre película el Movietone) y un procedimiento alemán con registro sobre película Tobis. De todas formas, la primera película enteramente hablaba se produce en los Estados Unidos: Las luces de Nueva York (The light of New York, Bryan Foy, 1928, p. 48).

      Es imprescindible recordar como un aspecto trascendental de la cinematografía universal que el ruso Eisenstein dirige, en la década de los años veinte, dos películas vitales para la historia del cine: El Acorazado Potenkin (Bronenosets Potyomkin, Sergei Eisenstein, 1925), por un lado —cinta de culto y objeto de estudio por parte de estudiantes de cine— y Octubre (Oktyabr, Sergei Eisenstein, Grigori Aleksandrov, 1927), rodada en la ciudad de Leningrado —capital que cambió de nombre muchas veces—, donde el cineasta había vivido los primeros ocho meses de la revolución.

      El año de 1928 —época de la huelga de trabajadores en la región bananera del Departamento del Magdalena, que termina con la masacre de Ciénaga— también sería una fecha importante para la literatura universal, el 6 de marzo nace Gabriel José García Márquez en Aracataca, quien, en el devenir de la vida, sería: periodista, crítico de