Gonzalo Restrepo Sánchez

Breve historia de los cineastas del Caribe colombiano


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de la cinta es explicar la Guerra de Secesión, desde el punto de vista sudista.

      Aunque algunos historiadores de cine no se refieren a Floro Manco dirigiendo otros filmes, en el año de 1923, con motivo de los actos y desfiles de la coronación del poeta Julio Flórez, el italiano se pone de nuevo detrás de una cámara. Según el periódico El Liberal:

      En la avenida principal de El Prado el artista italiano Floro Manco estaba dándole vueltas al manubrio de su aparato cinematográfico. Cuánta gente habrá pensado en la inmortalidad al pasar frente al objetivo, sin recordar que la gloria de Julio Flórez se ha extendido sobre todas las cabezas (Nieto, 2005).

      Lo que la historia del cine caribeño no interroga es cómo los hermanos Di Doménico —quienes llegaron primero que Floro Manco— no filmaron el paisaje caribeño. De todas formas, en el año de 1914 los hermanos Di Doménico fundaron la Sociedad Industrial Cinematográfica Latinoamericana (S.I.C.L.A.), que funcionó hasta 1918. La empresa se dedicó a la producción de noticieros y filma La hija del Tequendama, un drama en cuatro partes; Una notabilidad rural (comedia) y Procesión del Corpus (en Bogotá), entre otras, todas ellas desaparecidas. Además, es evidente que filmaron sus travesías por el río Magdalena.

      De Floro Manco, radicado en la ciudad de Barranquilla como optómetra —quien, dicho sea de paso, fue el primer promotor de la Kodak en cámaras y películas, en la región—, no vuelve (al parecer) a filmar nada.

      Para el cine colombiano del año 1897 a 1920 debe ser un desafío para los investigadores. El cine, para los cronistas de principio de siglo, era sólo una curiosa reseña de poca importancia, muy superada por el entusiasmo y opiniones sobre espectáculos serios como el teatro, la ópera o la zarzuela (Salcedo, 1981, p. 19).

      Lo que sí parece estar claro es la pobrísima producción del cine colombiano del año 1910 a 1920. El gran éxito en esta etapa del cine nacional es el documental El drama del 15 de octubre (Francesco y Vincenzo Di Doménico, 1915). Hábiles para el negocio, los hermanos Di Doménico se valen del asesinato del General Rafael Uribe Uribe y exhiben la película en el año de 1915. Aunque no hay copia alguna, la existencia de esta cinta está bien documentada debido el alboroto que generó su presentación. Ante tal circunstancia, todos los proyectos se cancelaron o se pospusieron, noticieros incluidos, y es que, debido a la primera guerra mundial, la escasez de película virgen era cada vez mayor (Rojas, 2009).

      Al Caribe colombiano le hizo falta en su momento, y como en muchas otras etapas de la vida cotidiana, cineastas decididos o gestores culturales que ofrecieran sus influjos y entusiasmos a realizar una producción rica en situaciones y matices de la cultura de la región. Pero esto también se observa en otras artes, si bien no tanto como en la música. Con respecto al último punto, el compositor y musicólogo caribeño Alfonso De la Espriella certifica que se podría pensar en conceder a Ciénaga el justo título de la Cuna de la Música de Colombia. Desde sus orígenes, fue musicalmente privilegiada y, como sostienen algunos expertos, Ciénaga fue sede del primer Conservatorio de música. En la región funcionaban, además, la Academia de Músicos Alemanes, la Escuela del profesor Benjamín Ezpeleta (curazaleños), la Escuela de Guillermo Cuat Sille (riohachero), en 1913, y el Centro Artístico Musical de Ciénaga, dirigido por Rafael Vélez Gómez (Correa Díaz-Granados, 2001).

      Mientras en el Caribe colombiano, en esta década, la música y la tradición del carnaval seguían su camino, en el interior del país se iniciaba la producción de largometrajes argumentales como María (Máximo Calvo y Alfredo Del Diestro, 1919) que se estrena en la ciudad de Buga en el año de 1922; la película, que se constituye en el primer filme argumental del país, tuvo mucho éxito. De esta cinta, hoy apenas quedan 25 segundos. El ex-franciscano Antonio José Posada fue quien tuvo la idea de llevar la obra María (1867), de Jorge Isaacs, al cine. Dirigieron la película Máximo Calvo y Alfredo Del Diestro, ambos españoles, según el historiador Rito Alberto Torres. El primero fue el director de fotografía y el segundo fue responsable de la dirección de actores. El guion fue escrito por Emma Roldán, actriz en la cinta y esposa de Alfredo Del Diestro. La mexicana figura en muchos títulos del cine mexicano. De las varias versiones de la novela que se conocen, Gabo, en el año de 1991, la adaptó para la televisión; dirigió el cineasta Lisandro Duque Naranjo.

      Dicho de otro modo: el primer cineasta caribeño barranquillero en rodar documentales (en 16 mm) en la región Caribe es el abogado Jaime Muvdi Abufhele. Antes de él no hay datos de filmes y cineastas caribeños que se puedan cotejar. No obstante, en el archivo histórico colombiano de Arturo Acevedo Vallarino (1873-1950) y sus hijos, Gonzalo y Álvaro (quien estuvo, ya mayor, en la versión número XX del Festival de Cine de Cartagena de Indias, para un homenaje), se encuentra que en el año de 1924, aproximadamente, filmaron la ciudad Barranquilla para el noticiero —tomas aéreas de la playa y actos sociales—. En un principio, la familia comercializaba y exhibía cintas europeas de productoras como Gaumont o Pathe.

      Cartagena de Indias

      11 de noviembre (Belisario Díaz, 1916)

      Es preciso considerar como hecho historiográfico el estreno, en el Teatro Variedades, del filme El 11 de noviembre (Díaz, 1916), evento que se halla descrito en La Época, de Cartagena: “El 11 de noviembre en el Variedades”, en la edición del lunes 22 de febrero del año 1915. Así que Díaz, diligente, se valía de una fecha importante de la ciudad, como las fiestas de la Independencia, para rodar una película (Ortiz, 2011, p.7). Por aquellos años, el filme A Daughter of the Gods (Herbert Brenon, 1916), hoy sin copia alguna, es famoso por ser la primera película de Hollywood que costó un millón de dólares y por las polémicas escenas de la protagonista desnuda (Annette Kellerman).

      El negocio de las salas de cine, desde sus inicios, fue interesante. García y Puerta (1995) registran un artículo, publicado a su vez por el Diario de la Costa (Cartagena, Magazine Turístico No. 12, septiembre 21 a 28 de 1978), el cual certifica que la historia del cine en Cartagena da inicio en 1916, en el momento en que don Belisario Díaz Ruíz, recién llegado de sus correrías de negocios en Cuba y Costa Rica, se establecía con cuarenta películas que le pusieron en las manos en Panamá; cuando en el Hotel Central esperaba encontrar algo qué hacer, pues el negocio de ganado de Colombia hacia Cuba había terminado y el de curtiembres, en Costa Rica, había fracasado. En el artículo de entonces se lee: El primer salón de cine era un solar céntrico, donde está el edificio Mogollón, hoy ocupado por Sears. El público se acomodaba en bancas, pero era les era permitido llevar cada cual su silla, taburete o mecedora para proporcionarse su propia comodidad. El valor de la entrada al cine era de 15 centavos por persona. Por su parte, Ballestas (2008) atestigua:

      La razón por la cual esa calle se conoce como Calle del Coliseo es porque allí, en esa cuadra, existió el primer teatro de Cartagena, el Teatro del Coliseo, el «abuelo» de los teatros y cines de esta urbe (p. 47).

      Del pequeño salón pasó sus exhibiciones cinematográficas al Teatro Variedades, hecho por [Belisario Díaz Ruíz], en compañía del dueño del solar. Ahí se levanta ahora el complejo cinematográfico de Cine Colombia con tres modernos teatros. Se había introducido la novedad de pagar 25 centavos por la luneta y 10 centavos por la galería. Los de esta sección tenían que ver y leer los títulos de las películas al revés y había verdaderos campeones de lectura, pues se situaban en la parte posterior de la pantalla (García y Puerta, 1995, pp. 48-49).

      Vino, entonces, el incendio de los depósitos de la distribuidora cinematográfica, en lo que hoy es el Banco de la República en el Parque Bolívar y don Belisario abandonó el negocio