Variedades (Miranda y Chajin, 2016, p. 130).
Avanzando en el período, las notas de los columnistas van perdiendo protagonismo y, con ellas, la crítica a las series. Hacia el año 1915, la cartelera (como pauta) empieza, por lo general, a consolidarse en la parte superior de la página, en un habitual rectángulo. Aparecen reseñas de las actrices del momento, como la Robinne, y medidas atípicas, por ejemplo: en La Época de 1919, a propósito de la cinta La Zona de muerte, la nota de cartelera se desborda en información, de modo que a lo largo de la página desfilan los personajes y la trama, dejando pocas expectativas a quienes decidan ir a ver la cinta. Sin embargo, no se recuperan del archivo más de tres datos similares (Miranda y Chajin, 2016, p. 133).
A propósito de carteleras, para un libro daría una investigación sobre las inmensas carteleras de cine dibujadas a mano por buenos dibujantes a lo largo del Caribe. De pronto, hasta entrados los años setentas del siglo pasado, se observaba a esos personajes del cine dibujados frente a las salas de exhibición. Muy poco se conoce de esos artistas; sin embargo, Alfonso Sandoval Suescún —padre de Orlando Sandoval Gómez, residenciado en Santa Marta en la calle 28 No. 1C -64, Santa Cecilia—, uno de los pioneros en el campo de la tipografía en el Departamento del Magdalena, llegó a diseñar carteles de cine en Santa Marta —incluyendo trabajos para pioneros del cine como los hermanos Di Doménico.
El 15 de febrero de 1913, nace en Sincelejo El Kine, órgano del Salón Sincelejo, sucursal de la Empresa de Kinematógrafos y editada por E. Castellanos & Cía, con la intención de “instruir, moralizar y divertir” (Imágenes de dominio público. Ley No. 23 de 1982).
2. Aunque Carnaval de Barranquilla (hnos. Acevedo, 1951) mostró los procesos industriales de Coltabaco, Molino de Gregario Mancini, LUA, Fábrica de Licores y Cementos del Caribe.
3. Construído en 1893, ante el entusiasmo de los hnos. Carlos y Fernando Vélez Daníes. Fue el primer circo de toros.
1920–1930 Salas de cine
Si bien, desde el punto de vista cinematográfico, parece no haber ocurrido nada en el Caribe colombiano desde los años veintes a los años cincuentas, sobre filmaciones de cineastas costeños, sí se pueden indicar —de forma breve— algunos sucesos interesantes de Colombia manteniendo un orden cronológico, tomando como punto de partida el período presidencial de Pedro Nel Ospina (1922-1926). En el interior del país, después del éxito de María (Máximo Calvo y Alfredo del Diestro, 1919), se filma Aura o las violetas (Pedro Moreno Garzón y Vincenzo Di Doménico, 1924), cinta de dieciocho minutos, basada en una novela corta del escritor colombiano José María Vargas Vila publicada en 1889.
El General Pedro Nel Ospina fue uno de los grandes presidentes de Colombia. Bajo su mandato contrató a un grupo de personas encabezadas por el profesor Edwin Walter Kemmerer, quien recomendó la Ley del Presupuesto Nacional, la creación del Banco de la República y la Contraloría General, entre otras entidades estatales y Leyes. Mientras surgía un nuevo modelo de vida, los colombianos podían ver en las salas de cine: Una mujer en París (A Woman of Paris: A Drama of Fate, Charles Chaplin, 1923), Safety Last (Fred C. Newmeyer, Sam Taylor, 1923) y la primera versión del clásico Los diez mandamientos (The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1924). Pero la gran influencia en el cine, en los años veinte, fue el director y actor Mack Sennett, con su comedia Slapsitck —un subgénero que implica la exageración del tropiezo y el golpe en una escena de los personajes—. El ejemplo más claro a ver está en la película El maquinista de la General (The General, Buster Keaton, Clyde Bruckman, 1926).
De 1922 a 1928 se rodaron en el país catorce películas silentes. Entre ellas, se pueden citar películas colombianas como: La tragedia del silencio (Arturo Acevedo Vallarino, 1924); Como los muertos (Vincenzo Di Doménico, Pedro Moreno Garzón, 1925) —una adaptación de la obra de Antonio Álvarez Lleras—; El amor, el deber y el crimen (Vincenzo Di Doménico, Pedro Moreno Garzón, 1925) y el largometraje Bajo el cielo antioqueño (Acevedo Vallarino, Arturo 1925). Como no surge cineasta caribeño alguno sobre el Caribe colombiano, los hermanos Acevedo ruedan para el noticiero Barranquilla (1924). En su escaso metraje se observa la comida de una delegación panameña y estadounidense con colombianos, y tomas aéreas de la playa. De la Cruz (2003), sobre los Acevedo, afirma:
La obra de los Acevedo, ExxonMobil la donó un 11 de diciembre de 2003 al Patrimonio Fílmico Colombiano […] El archivo recopila 170 piezas de los trabajos realizados de esta familia, a lo largo de 35 años, desde 1919 hasta 1952 (p. 6A).
Salón Pathé - Barranquilla
A pesar de que el país no tuvo mandato tranquilo durante la época del presidente conservador Miguel Abadía Méndez (1926-1930), sí hubo significativas transformaciones económicas y en otros aspectos de la vida común. Volviendo la mirada al cine: en Barranquilla, en la Calle de las Vacas (o Avenida Boyacá, hoy calle 30) —que con el correr del tiempo se fue llenando de inmigrantes sirios-libaneses—, un 10 de marzo del año 1928, don Rafael Prudencio De la Espriella inauguraba el llamado Salón Pathé —la primera sala de cine ubicada en esa calle—. Además, la historia de la ciudad señala que don Rafael —tío del historiador Alfredo De la Espriella— decide fundar otro Pathé en la vecina ciudad de Ciénaga, en compañía de don José María Barranco (Nieto, 2001).
También, para el año 1928, a finales de diciembre se produciría un hecho significativo para el Carnaval de Barranquilla. El musicólogo e historiador Mariano Candela (1997) sostiene en sus tertulias que por esa fecha se escuchó por vez primera una composición grabada en disco sobre el Carnaval de Barranquilla. Su título: ¡Viva el Carnaval!, de autoría de Ángel María Camacho y Cano; en ritmo de danzón, con la orquesta Brunswick Antillana, dirigida por el músico puertorriqueño Rafael Hernández; el vocalista fue el tenor panameño Alcides Briceño.
Ciénaga y sus salas de cine
Y ya que se habla del tema del carnaval —que se retomará más adelante desde la perspectiva del cine—, hay que dar la razón al sociólogo Edgar Rey Sinning (2000), el escritor Guillermo Henríquez Torres (2000) y Nina de Friedemann (2000), entre otros intelectuales caribeños, quienes sostienen que las primeras expresiones carnavalescas de la región Caribe de Colombia —y del resto del país— se hallan en Santa Marta, desde bien entrada la época colonial, y después se encuentran las de Ciénaga, sector geográfico que tuvo un desarrollo tempranero. Correa Díaz-Granados (1999) formula lo siguiente: “De todas maneras el carnaval con sus oportunidades y regocijo, es el triunfo de la «comedia» sobre la tragedia” (p. 2).
Dos ideas: la primera, Simons (como se citó en Viloria, 2008) refiere que: “A finales de la década de 1870 Ciénaga continuaba siendo la ciudad más grande del Magdalena, con cerca de 7.000 habitantes” (p. 29) y la segunda, desde el año de 1907 en Ciénaga ya se hablaba de cine, época en la que Edmond Benoit-Lévy proclama en Francia, en Ciné-Gazette, el principio del derecho a la propiedad literaria y artística de una película. Así que si desde el punto de vista de la exhibición, Ciénaga tendría una estabilidad a partir del año de 1917, entonces se puede hacer la siguiente reflexión, buscando con algún optimismo lo primero que se filmó en Ciénaga. Si la historia del cine caribeño registra a De Barranquilla a Santa Marta (Floro Manco, 1916), y si Correa De Andreis (2001) apunta:
De acuerdo con Wiedemann, la Ciénaga Grande de Santa Marta era un pantano sometido permanentemente a las influencias de las mareas y de los caudales de los ríos […] y si en el año de 1932 se produce el primer intento por comunicar rápidamente las poblaciones de Ciénaga con Barranquilla, pero, solo hasta 1956 el Ministerio de Obras Públicas realizó los primeros trabajos de la construcción, de lo que hoy es la carretera Troncal del Caribe (pp. 3-6).
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