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Antropología y archivos en la era digital: usos emergentes de lo audiovisual. vol.1


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específicas de una página web. En su búsqueda de material para la edición de su documental La marcha de Cantoral, encuentra una plataforma digital que selecciona, guarda y distribuye materiales importantes que en gran parte no se encuentran en archivos institucionales. La página de Facebook Saúl Cantoral vive. Continuamos tu lucha, multiplicamos tu ejemplo es administrada desde 2014 por las hijas del líder minero asesinado en 1989. Se trata de un archivo de las redes sociales donde se registran y difunden, de forma simultánea, «conmemoraciones en espacios públicos, las marchas de homenaje y un sinnúmero de muestras al recuerdo de Cantoral», en el marco de una política de memoria y agenda de lucha por justicia. Este argumento coincide con lo elaborado por Figueroa (2018) en su investigación sobre los familiares de las víctimas del terror de Estado durante el conflicto armado interno en las décadas de 1980 y 1990, y su activismo en el marco de una política de reparaciones. En otras palabras, eventos conmemorativos, registro y difusión ocurren en simultáneo y de forma pública, de modo que activismo y archivo se constituyen mutuamente.

      A diferencia de la investigación que se hace en un archivo institucional, y que Ybazeta considera distante y segura, la consulta del archivo de la página web tuvo la fuerza de interpelarlo y de implicarlo como «asistente permanente de un proceso penal en marcha y de conocer cara a cara a los y las protagonistas del caso». Estos archivos emergentes brindan a nuestro entender una suerte de «accesibilidad performativa», de forma tal que el solo hecho de visitar su página constituye ya un acto de creación e interpretación, es decir, de intervención y activación del archivo que esta contiene. Las visitas virtuales movilizaron a Ybazeta a crear su propio archivo a partir de las grabaciones y anotaciones de las audiencias. El actor digital como archivero reta la institucionalidad y centralización de los archivos públicos y privados, así como la autoridad de sus voces expertas. Siguiendo a Ybazeta, este no solo puede otorgar el estatus de archivables a documentos poco convencionales como, por ejemplo, registros de la vida cotidiana, sino que, al incluir, además de estos documentos, los comentarios y testimonios de usuarios, pone incluso en cuestión el conjunto de información que presentan plataformas digitales institucionales como el archivo audiovisual de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). La pugna por reconocer como archivables una serie de manifestaciones culturales emergentes genera tensiones. Este asunto también lo discute Quinteros cuando imagina un archivo del documental peruano que debiera contemplar, más allá de las miradas del documental, las de los registros domésticos y materiales afines como objetos de consumo cultural igualmente dignos de archivarse.

      El estatus de documento privado con acceso restringido no es una condición estable en el tiempo (Reyes, en este volumen), y al trasladarse propiedades intelectuales de un régimen individual a uno colectivo y público surgen complejidades respecto de cómo organizar su acceso (Seeger, 2004; Menezes, 2011). La contribución de Ximena Málaga y María Eugenia Ulfe (en este volumen) nos ofrece algunas claves sobre la manera en que el proceso de archivización pública de propiedades intelectuales privadas compromete la seguridad, privacidad o representación de personas o grupos. Su investigación etnográfica estuvo dedicada a estudiar el caso concreto de la implementación de la política de reparaciones en Huanca Sancos, Ayacucho, que fue escenario de una incursión y masacre perpetrada por Sendero Luminoso durante el conflicto armado interno. Se enfocaron primero en la actuación de organizaciones regionales, especialmente las de asociaciones de víctimas y sus filiales locales, en su tarea de canalizar las demandas de los afectados por el Estado. Descubrieron entonces que el material fotográfico guardado en álbumes familiares matizaba o contradecía el lenguaje oficial de estas organizaciones, que establecía una distinción clara entre víctimas y victimarios. Por lo tanto, con el fin de reunir fotografías familiares y domésticas, realizaron tres convocatorias públicas consecutivas, a través de las cuales las solicitaron de maneras distintas. Tal procedimiento no solamente permitió construir un archivo fotográfico diversificado, sino, además, sacar conclusiones de orden metodológico tanto acerca de sus «propios procesos de “archivización” al momento de hacer campo» como de la perspectiva que tenían de los pobladores de Huancasancos del proceso de conformar un archivo visual. Al diversificar el contenido de su archivo etnográfico, recogieron nuevos testimonios que dieron cuenta de la estructura social de la comunidad y las fracturas y jerarquías que existen en ella.

      Además, este archivo fotográfico se gestionó en el marco de un plan de devolución a la comunidad, implicando el montaje de dos exhibiciones y la entrega del material digitalizado a la municipalidad de Huanca Sancos para colaborar con el proyecto municipal, ya en curso, de crear un acervo patrimonial de la memoria visual del pueblo. A nuestro entender, la transformación de las fotografías de los álbumes de familia, de propiedad individual y de índole privada, en un acervo documental y patrimonial de la comunidad, reveló tensiones en dos planos: uno concierne a la representación de las jerarquías de clase y etnicidad que organizan la sociedad de Huanca Sancos, y que se reproducen tanto al hacer visibles a aquellas familias que están en condiciones de responder a la convocatoria con una mayor cantidad de material fotográfico, como al otorgar mayor representatividad a los rostros de estas familias y a los eventos en que estos aparecen. La promesa era la creación de un archivo que recogiera la memoria de la vida cotidiana durante los años de violencia, que pudiera hacer de contrapeso al predominio de una imagen de la comunidad marcada por la violencia de la guerra y su condición de víctima. Pero no todos los miembros de la comunidad estaban en condiciones de sacar provecho de esa posibilidad de la misma manera. Un segundo plano de tensión se vincula al acceso a las copias digitalizadas entregadas a la municipalidad, ya que se perdía el control sobre la circulación de un material y contenidos hasta hace poco privados. No todos en la comunidad disponen por igual de los recursos técnicos para acceder o hacer uso del material digitalizado. Y, finalmente, la municipalidad no cuenta con los recursos necesarios para darle sostenibilidad al archivo vigente, ya que eso requiere de una inversión importante en renovación tecnológica.

      Ya hemos comentado que, en un sentido ontológico, el archivo guarda la paradoja según la cual para preservar la historia debe apartar sus rastros del flujo de la vida, interrumpir la relacion entre objetos de archivo y sujetos, entre el dato y el evento. En tal sentido, la dimensión representacional del archivo requiere que este gestione el acceso a sus objetos de manera restrictiva. Esta dimensión nos refiere a los contenidos que alberga y que se van formando a través de procesos complejos de colección, selección, almacenamiento y catalogación, que otorgan a un objeto el estatus de archivable. El archivo busca fijar su significado y mantenerlo bajo control. Como venimos discutiendo, la gestión de la distancia, la movilidad y el régimen de propiedad son aspectos claves de este esfuerzo. Una dinamización de la accesibilidad a los materiales de archivo implica entonces su reinserción en el flujo de los acontecimientos, su recuperación como repertorio (Taylor, 2003), lo cual le devuelve al archivo su poder performativo para activar la posibilidad de renovadas interpretaciones y apropiaciones de sus objetos, así como de la mediación de estos en el tejido de viejas y nuevas relaciones sociales.

      Como nos muestran las contribuciones, la conformación de archivos y la accesibilidad a sus materiales son dos dimensiones estrechamente conectadas y constitutivas, ambas, de la naturaleza misma del archivo. Sin embargo, también nos dan indicios de dos regímenes archivísticos posibles y en tensión: aquel donde prima el principio de la acumulación y ese otro regido por las lógicas de la circulación y el intercambio. Asumir el archivo como lugar antropológico nos coloca pues en la situación de problematizar nuestra propia práctica de investigación en el marco de los retos epistemológicos, políticos y éticos que ambos regímenes nos plantean. Nos interroga profundamente sobre los archivos que nosotros mismos creamos a través de nuestro quehacer etnográfico, y cómo concebimos la producción de conocimiento como práctica metodológica y política.

      C. Lógicas de activación

      En Etnografía y la imaginación histórica, John y Jean Comaroff (1992, p. 31) buscaban entender las formas en que los mundos sociales se configuran a través de una metodología antropológica que capta los «procesos donde sujetos y contextos se constituyen mutuamente, y donde ciertas cosas pueden ser dichas o hechas». Ambos abogaban por una «etnografía de los archivos» que «no puede contentarse con cánones de evidencia documental preestablecidos» (p. 33-34). La tarea consistiría más bien en construir un archivo propio en el cual las huellas de un período específico