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Antropología y archivos en la era digital: usos emergentes de lo audiovisual. vol.1


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los autores buscaron reconectar los objetos del archivo con las poblaciones y lugares de origen, o produjeron archivos nuevos, a través de formatos colaborativos o prácticas curatoriales (Cevallos, Málaga y Ulfe; Colunge y Zevallos y Zela, en este volumen). Estas exploraciones renuevan la relación de la disciplina antropológica con el archivo como institución de producción de conocimiento. En esa línea plantean debates políticos y éticos sobre las metodologías etnográficas dirigidas a activar los archivos, en relación con asuntos como los derechos de propiedad intelectual, la democratización del conocimiento y la interacción con nuevos públicos.

      A. Lógicas de la memoria y el olvido

      Sea porque se investiga en el archivo o sobre el archivo, la discusión sobre las complejas circunstancias de producción, preservación, acceso y difusión, con el fin de dilucidar los sesgos que lo constituyen, se torna una tarea indispensable. Esta, siguiendo a Aura Reyes (en este volumen), consiste en rastrear las lógicas e historias de «la memoria y el olvido de los archivos» en el «mar documental en el que un investigador contemporáneo debe navegar».

      En esta sección los autores abordan los archivos en relación con los sesgos ideológicos y epistemológicos que los constituyen desde su origen y trayectorias, con la figura de personalidades, colecciones, áreas geográfico-culturales o instituciones específicas. Entre los archivos que investigaron se encuentran los archivos públicos como el Museo Etnológico y el Instituto Iberoamericano de Berlín, el Archivo General de la Nación y el Museo Nacional de Colombia (Reyes); el Museo Nacional del Banco Central del Ecuador (Cevallos); archivos públicos de entidades gubernamentales locales en la Amazonía, y las colecciones privadas de estudiosos de la fotografía y archivos privados como el de la Biblioteca Amazónica del Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA) (La Serna); y, finalmente, colecciones privadas cuyos materiales han sido reunidos con el fin de crear una memoria institucional o personal, o en el marco de proyectos de investigación o sociales como la colección del Taller de Fotografía Social (TAFOS) en custodia de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Colunge & Zevallos).

      En su afán por reconstruir los nexos y detallar los aportes del investigador alemán Konrad Theodor Preuss a la academia colombiana, Reyes encuentra una serie de vacíos en los diversos y cuantiosos materiales que conforman la parte de su legado que proviene de sus exploraciones en Colombia entre los años 1913 y 1915. El Museo Etnológico de Berlín alberga una cantidad importante de informes de campo, recibos y correspondencia que Preuss mantenía con personal del museo en su calidad de funcionario e investigador de la expedición a Colombia que fue promovida desde esta institución. Esta documentación, además de los objetos etnográficos y arqueológicos coleccionados en el marco de la expedición, constituyen fuentes importantes que dan el contexto de sus investigaciones. Sin embargo, esta documentación resulta parcial al no incluir testimonios de los vínculos que Preuss tuvo con otras instituciones, ni de sus contactos con personalidades colombianas, que menciona en sus publicaciones y que fueron cruciales para adquirir colecciones, gestionar los viajes e intercambiar conocimientos. Los criterios de la institución alemana para la selección de los materiales que quedaron en el museo invisibiliza los complejos flujos de personas, objetos e ideas entre ambos continentes, que dieron lugar al desarrollo de la antropología moderna. Se introdujo así un sesgo colonialista en el legado de Preuss que alberga el museo, el cual define el marco de una narrativa que jerarquiza entre centros y periferias del conocimiento. Para acceder a los materiales originales del legado de Preuss resguardado en Europa, los investigadores colombianos tienen que superar la distancia geográfica que los separa de él, lo que requiere de financiamiento adicional. Asimismo, una serie de procedimientos burocráticos de los archivos en ambos continentes dificulta o demora el acceso a los materiales. Una vez superados, es necesario enfrentar el sistema clasificatorio específico aplicado por cada institución y contar con el tiempo y la capacidad para entenderlo y abrirse camino en la recopilación de material y el descubrimiento de fuentes nuevas. Por lo tanto, la (in)accesibilidad constituye un factor central de «las lógicas de la memoria y del olvido». Este aspecto se tratará con más detalle en la sección B.

      Desde el contexto ecuatoriano, la distinción entre centro y periferia es problematizada por Pamela Cevallos como «una tensión en la cartografía» del coleccionismo de piezas arqueológicas adquiridas en la década de los años 60 del siglo XX por el Banco Central del Ecuador (BCE) como parte de una política cultural de adquisición de objetos arqueológicos y artísticos «que conformarían la reserva de la red de museos nacionales más importantes del país». En lo que se refiere a la colección arqueológica, Cevallos indica que las piezas no provenían de excavaciones científicas, sino que fueron compradas a miembros de comunidades como La Pila, dedicados a la práctica de la huaquería (la extracción y comercialización de piezas arqueológicas). En tal sentido, para que la colección pudiera ser puesta en valor como patrimonio de la nación y para que el BCR fuera reconocido como su legítimo custodio, era necesario «enmascarar la materialidad de los intercambios», así como decontextualizar las piezas a manera de restarles el sentido de totalidad y originalidad que requieren para mantener su valor patrimonial. Esto se logró a través de varios pasos: introduciendo la estética como criterio de valoración de las piezas, y estableciendo tanto una distancia física como una distinción y jerarquía epistemológica: las piezas se trasladaron a los centros como Quito y Guayaquil y se transformaron recurriendo a la «voz autorizada de los coleccionistas, los expertos» en desmedro de «las voces anónimas y estigmatizadas de los huaqueros y comerciantes de arqueología». En este caso, también la distancia geográfica restringe la accesibilidad por parte de los que originalmente fueron responsables de la extracción de las piezas. Es más: su acceso es limitado, invisibilizando y deslegitimándolos debido al trabajo improvisado e informal que supone la huaquería, y negándoles reconocimiento como agentes claves del proceso de formación de las colecciones y de su interpretación.

      Otros son los sesgos en el caso de las fotografías históricas de la Amazonía: Juan Carlos La Serna señala que estos se derivan de la precariedad institucional, así como de la inexistencia de una fototeca nacional peruana y de la falta de una política patrimonial que las ponga en valor. Las condiciones de precariedad respecto de la conservación y organización del material fotógrafico, en las que se encuentran los diversos archivos en el Perú, implica, entre otros problemas, que la accesibilidad siga «dependiendo de la “notabilidad” que pueda demostrar —carta de presentación en mano— cada investigador al momento de acercarse a la institución» (ver también sección B). Pero, como rastrea La Serna, este déficit paradójicamente va de la mano de las entusiastas iniciativas privadas y desarticuladas de investigadores de la fotografía, antropólogos y gobiernos regionales que han reunido material fotográfico de distintas fuentes, creando colecciones conformadas por fotografías de autor, álbumes familiares y documentación institucional y propagandística de las incursiones civilizatorias, misionales o empresariales. Tal entusiasmo se da en el marco de políticas culturales respecto al patrimonio audiovisual promovidas por organismos internacionales como la UNESCO con el fin de fomentar la diversidad cultural (ver también Quinteros, en este volumen), así como en el de la conmemoración del centenario del «Escándalo del Putumayo» en 2012 y de las luchas indígenas por la defensa de sus territorios. Estos eventos incitaron al gobierno regional de Loreto y los gobiernos municipales en la sierra central a llevar a cabo campañas de recolección de fotografías históricas en posesión de las familias locales, a rescatar la obra de fotógrafos regionales individuales y a diseminar estas fotografías históricas a través de las redes sociales y blogs. Además, en el marco de proyectos editoriales y curatoriales se ha «redescubierto» las fotografías alusivas a las expediciones científicas y a la colonización europea en la selva central y en Loreto, y en particular de las fotografías que el empresario cauchero Julio C. Arana mandara a producir para la Peruvian Amazon Co. con fines propagandísticos. Por lo tanto, los esfuerzos por ampliar el corpus fotográfico sobre la Amazonía están signados por la conformación de archivos que privilegian las familias o instituciones que fueron capaces de encargar, poseer y guardar fotografías. Estos archivos reproducen las narrativas visuales hegemónicas de una región dominada por la acción de agentes externos y, además, la de particulares ámbitos, como los valles de Chanchamayo-Perené, Oxapampa y Pozuzo, e Iquitos en la región de Loreto. Así, los actuales esfuerzos de archivamiento del patrimonio visual