Jorge Melgarejo

Afganistán


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cañón antiaereo durante la nevada.

      La aparición de los morteros y lanzacohetes de última generación, antes de la llegada de los misiles Stinger daría un giro importante al ritmo de la guerra. Los lanzacohetes múltiples BM 12 en su versión china —Type 63— hacían estragos sobre las posiciones soviéticas así como las ametralladoras ZB 26, la versión china del mortífero ZPUI ruso, los tan característicos lanzamorteros RPG7 en su versión china Type 69, los afamados cañones DSHK, ametralladoras antiaérea Type 75 y una larga lista de armamentos de diferentes nacionalidades, fundamentalmente chinas reemplazaban a los anticuados fusiles de la Primera Guerra Mundial con que diera comienzo la resistencia.

      Por los senderos afganos empezaba a ser rutinario observar a los muyahidines transportando minas antitanques, morteros y cargando al hombro el característico fusil de asalto soviético AK 47, más conocido como Kalashnikov aunque más abundante en su versión china AKM. A mediados de 1984 harían su aparición los primeros misiles del tipo SAM 7. A finales de 1985, llegarían a manos de la guerrilla los primeros y certeros misiles Stinger. Los comandantes declaraban que el 70% de su armamento provenía de los propios arsenales soviéticos. No carecían de razón, pero sólo en parte; un gran porcentaje tenía diferentes procedencias, desde las armas chinas descritas anteriormente, minas antitanque de fabricación estadounidense y de procedencia egipcia, municiones llegadas desde Irán hasta el apoyo económico en cantidades considerables proveniente de las arcas de Arabia Saudita. El gobierno de Pakistán mantenía en el mayor de los secretos tanto la procedencia del armamento como las estrategias utilizadas para su distribución.

      Los grupos y partidos moderados, alejados del fundamentalismo iraní, recibían un mayor apoyo de los saudíes. A pesar de la gran inyección de fuerza que significaba tan preciada ayuda, la guerrilla afgana no contaba ni de lejos con los modernos y sofisticados armamentos empleados por las fuerzas rusas: vehículos blindados BTR-60 y BMP, carros de combate T-62 y T-72. Más digna de destacar es la diversidad de aparatos de la fuerza aérea destinados en Afganistán: cerca de trescientos de los espectaculares e impresionantes helicópteros MI 24; aviones de combate Mig 21, SU 24, SU 25 y bombarderos TU 16, capaces de transportar cientos de bombas con una gran autonomía de vuelo, y los lentos aviones de transporte Antonov.

      Antes de la retirada de las fuerzas rusas, el gobierno de Kabul quedó en posesión de cientos de misiles Scud de medio y largo alcance, lo que provocó una permanente alerta en el gobierno de Pakistán, porque algunos de ellos cayeron en su territorio. Quizás el alarde más absurdo, atribuible sólo al desconocimiento o a propósitos ocultos, fue el traslado por la URSS de cañones antiaéreos, pues lo más alto que «volaban» los muyahidines era las cimas de las abruptas montañas de su país trepadas penosamente.

      Entrando en otro capítulo de lo increíble y de lo absurdo, cabe señalar que algunos medios internacionales, siguiendo las informaciones de periodistas con escasos elementos de juicio, aseguraron que durante las noches, aviones de transporte estadounidense penetraban en el espacio aéreo afgano y dejaban caer pertrechos de guerra. La opinión pública no desconoce que EE.UU. apoyó la resistencia afgana por medio de sus aliados en la zona, pero lo único que las fuerzas soviéticas de ocupación llegaron a dominar en su totalidad en Afganistán fue el espacio aéreo, por lo que resultaba prácticamente imposible que aviones de otros países sobrevolaran el territorio sin la expresa autorización de la URSS

      Cientos de mulas fueron adquiridas a países con tradición en la cría de dichos animales, especialmente a Egipto y China, para utilizarlas en el transporte de armas y víveres para los muyahidines. Quienes hemos sido testigos de las largas y sacrificadas marchas por las difíciles montañas de las caravanas de mulas repletas de armamentos, esas informaciones no dejaban de ser un elemento más para sembrar la confusión en una zona de por sí repleta de actividades poco claras.

      Trasporte de armas.

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