de claves y mensajes cifrados nos llevarán por este camino? —interrogó la joven.
—No lo sé —repuso Paul— pero lo cierto es que en un principio no podemos descartar cualquier posibilidad, a pesar de que son cientos los buscadores de tesoros que lo han intentado. Autores como Robert Charoux, Gérard de Sède y Louis Charpentier, entre otros, ya lo habían citado en sus obras.
—¡Curioso! Hace tiempo leí uno de los trabajos de Sède titulado «Les templiers sont parmi nous. L’énigme de Gisors», y recuerdo que en él, se citaba ese posible tesoro y los extraños graffitis que dejaron en el castillo de Gisors, durante su cautiverio —comentó Yves.
—La iconografía templaria será un apartado que seguramente tendremos que tratar en su momento —aclaró Paul—. Todo a su debido tiempo.
—¿Cabe la posibilidad de que esos dibujos estén ahí para que, una vez disuelta la Orden, los supervivientes que pasaron a formar parte de otras órdenes pudieran tener conocimiento de ello? —preguntó acertadamente Corinne.
—Como casi siempre sucede en estos casos, grupos y sectas fueron añadiendo con el tiempo otros dibujos, convirtiendo el lugar en un maremagnum de símbolos. Actualmente resulta difícil distinguir unos de otros. Y respondiendo a tu pregunta, te diré que todo es posible. Bueno… creo que hoy hemos dado otro paso más… aunque ello no puede alejarnos de nuestros estudios. Tenemos prioridades que cumplir —dijo Paul levantándose de la mesa y tomando su chaquetón.
—¿Querrás acompañarme a casa? —dijo Corinne, no sin cierto nerviosismo.
—Con mucho gusto.
—Hasta el lunes, Yves.
—Hasta luego, chicos.
Yves se había dado cuenta de que su amiga se puso algo tensa cuando la reunión estaba terminando. Era evidente de que no le apetecía volver sola a su casa y atravesar de nuevo el inmenso parque. Era ya tarde y a pesar del alumbrado, cualquier sombra furtiva o simplemente un ruido podrían provocarle pánico. Mejor regresar acompañada por Paul. El portal de enfrente se encontraba vacío. Sólo una docena de colillas eran prueba de la presencia de aquella sombra. Paul la cogió del brazo y bajaron la calle en dirección a la avenida Bertrand.
—¿Cansada?
—Un poco.
—Yo también. Espero poder descansar el día de la fiesta patronal.
—¡Ah sí, el 2 de febrero!
—Pienso que nos estamos obsesionando demasiado con todo este asunto. ¿No crees?
—Es cierto, pero es difícil, por no decir que imposible, dejar de pensar en ello. Hay días en que no logro dormirme como hacía antes. Hace meses todo era distinto. Lo cotidiano era siempre la misma canción. Una existencia gris, como el de la inmensa mayoría.
—Hasta que se rompió la rutina.
—Efectivamente. El hallazgo acabó con ese día a día monótono y reiterativo. Era como si una puerta se hubiese abierto hacia algo nuevo y desconocido que podría convertirse en un estímulo. El comienzo de una interesante búsqueda por caminos que la Historia desconocía…
—Y así fue como poco a poco, despertaste también nuestro interés. Confieso que al principio me pareciste algo alocada. Que buscabas algo sin saber el qué, para sentirte viva y encontrarte a ti misma. En el fondo eso nos pasa a todos. Nos preguntamos cuál debe ser nuestro camino y el motivo por el que tenemos que recorrerlo. El porqué de nuestra existencia y si hay motivos para ser y existir. Demasiados porqués…
—Ese sería un buen tema para discutirlo con Yves el filósofo…
—Tal vez algún día hablemos sobre ello.
El trayecto se hizo mucho más corto de lo habitual debido a la conversación. Ya estaban llegando al domicilio de Corinne. Se detuvieron unos segundos en el umbral. Paul observó cómo ella hurgaba en el bolso en busca de las llaves, mientras oía el apagado ruido que producía su mano al revolver todos y cada uno de esa cantidad de objetos que portan las mujeres. Con las llaves ya en su mano, levantó su cabeza hacia Paul para despedirse. Por un momento, la luz del vestíbulo recortó el perfil cercano de sus rostros. Paul inclinó un poco su cabeza hacia ella. Corinne ladeó la suya dudando. Fue un instante de incertidumbre que ella resolvió bajando los ojos y abriendo la puerta.
—Buenas noches, Paul.
—Buenas noches.
Cerró la puerta con llave mientras veía a su amigo alejarse con las manos metidas en los bolsillos. Sí, estuvo a punto de besarle. Sintió como le ardían las mejillas y como su corazón latía fuertemente cuando entró en el estudio. ¿Se trataba de una simple atracción pasajera o bien se estaba enamorando?
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.