les condujera hasta horizontes más amplios y llenos de respuestas.
Aquel día quedaron citados en el restaurante «Le Sablon». Fue idea de Yves, pues como buen gourmet, les sugirió que ofrecía el mejor menú. Esperaron unos minutos antes de que les llegase su turno. En el local no cabía un alma. Los dueños tuvieron que colocar mesas adicionales y ello provocaba que para llegar a ellas, los estudiantes tenían que efectuar una especie de carrera de obstáculos. Esperaron casi veinte minutos antes de conseguir una mesa.
—¿Qué tal? ¿Habéis conseguido información?
Yves y Paul se miraron unos instantes. De un momento a otro esperaban la reprimenda de Corinne, y lo peor es que llevaría razón. No hubo búsqueda, ni elección selectiva ni nada que pudiera parecérsele. Cuando cambiaron impresiones momentos antes de encontrarse con ella, ambos se confesaron culpables por no haberse tomado la molestia en encontrar alguna obra interesante sobre el Temple. Tomaron el primer ejemplar que cayó en sus manos, al azar y sin verificar su contenido.
—Bueno, no os preocupéis —comentó Corinne sin darles ninguna reprimenda ante su falta de interés—. Espero que ello no os haya impedido conciliar el sueño… Estos días yo dormí como los mismísimos ángeles… si es que duermen.
—La verdad es que esta semana estuvimos algo ocupados y no nos dio tiempo para nada —se justificó Paul como queriendo tranquilizar sus respectivas conciencias.
—¿Y tú, encontraste algo?
—Sí, nada menos que tres volúmenes que creo nos serán de gran ayuda. Además a un precio razonable gracias al cara de conejo.
—¿Al cara… de conejo, has dicho? —preguntó Yves sorprendido.
—Lo siento, me refería al aspecto del propietario de la librería, recuerda las caricaturas de los dibujos animados…
—La verdad querida, es que resulta prácticamente imposible negarte nada. No me sorprende en absoluto que consiguieras un descuento. ¿Te imaginas Paul la cara que tuvo que poner el propietario ante la aparición de semejante valquiria en su establecimiento? —los tres rieron de buena gana el comentario de Yves.
—Y además es posible que vuelva a aquella especie de catacumba. Si estoy en lo cierto, creo que allí podremos encontrar información valiosa.
En aquel momento trajeron sus platos humeantes y comenzaron a dar buena cuenta de ellos con gran apetito. El almuerzo siguió por los derroteros cotidianos, olvidándose por unos minutos del tema. Sortearon de nuevo el laberinto de mesas y una vez en la calle, quedaron para el próximo fin de semana.
Tarde o temprano tendrían que consultar archivos y bibliotecas. Incluso cabía la posibilidad de que sus investigaciones les llevasen a viajar por territorios en los que la Orden del Temple se hubiera establecido. De ser así, ello representaba tiempo y dinero y en aquel momento carecían de ambas cosas. Tendrían que ahorrar todo lo posible y aprovechar fiestas y vacaciones para llevarlos a cabo.
Aquella noche, la joven consultó el calendario académico. Miró fechas de controles y exámenes. De entre ellas, destacaban las vacaciones de Pascua que empezaban el 5 de abril y terminaban el 19 del mismo mes. El segundo cuatrimestre finalizaba el 15 de mayo y la apertura de la segunda sesión de exámenes comenzaba el martes 1 de junio y el último de ellos el 30 del mismo mes. A partir de esta fecha, tenían parte del verano para poder dedicarse a las investigaciones.
Corinne esperaba no suspender ninguna asignatura al igual que sus compañeros, pues de lo contrario tendrían que olvidarse momentáneamente del asunto para dedicarse plenamente al estudio de sus respectivas carreras. Además, suponiendo que llegasen a poder compaginar ambas cosas, se verían obligados a regresar para examinarse el 23 de agosto, obligándoles a suspender su búsqueda, puesto que el último examen de la tercera convocatoria era para el 11 de setiembre, y el curso empezaba el 15. Era imprescindible superar los exámenes del 30 de junio. Así tendrían un par de meses por delante.
***
Una suave brisa azotaba su rostro y agitaba su cabellera. Los rayos del escaso sol apenas eran perceptibles en su ocaso. Oscurecía pronto por aquellas latitudes. Corinne había bajado en la parada de Lambermont y en esos instantes se hallaba cruzando cerca del pequeño lago del parque de Josaphat. Ese viento tal vez podía estar jugándole una mala pasada, pero lo cierto es que algunos de los rumores y chasquidos del suelo cubierto de hojas, estaban indicándole que alguien estaba detrás de ella siguiendo sus pasos. No podía estar segura pero ello la intranquilizaba. Posiblemente eran imaginaciones suyas y sólo se trataba de un transeúnte que, como ella, intentaba acortar camino cruzando por el parque.
Pero la idea la inquietaba. Se detuvo unos instantes para encender un cigarrillo, aprovechando la circunstancia para escuchar con atención. Los pasos se habían detenido. Si se tratara de alguien que viniese detrás de ella, ya la habría sobrepasado. Por el rabillo del ojo vio agitándose los ramajes de los árboles cercanos, pero también creyó ver una sombra proyectada en el suelo. Tiró el cigarrillo recién encendido y pisándolo, apretó el paso. A escasos metros, la luz de una farola iluminó a una pareja que se acercaba cogida del brazo. Era una buena oportunidad para alejarse rápidamente. Respirando aceleradamente, salió por fin a la avenida Louis Bertrand. Pronto estaría en casa de Yves, que vivía muy cerca de allí.
Era una suerte que su amigo residiera en la comunidad de Eterbeek, colindante con la de ella; eso les permitía estar en contacto en pocos minutos. Esta vez tocaba reunirse en su casa para un nuevo intercambio de ideas y hablar de la posibilidad de nuevos progresos en la investigación. Cuando su amigo abrió la puerta la miró algo sorprendido.
—¿Viniste corriendo? Anda, pasa y relájate. Intenta respirar profundamente.
—Deja… que… me siente —respondió ella casi sin voz.
—¿Pero mujer qué te ha pasado? Estás acalorada y sin aliento. Espera, voy a darte algo que te vendrá bien.
La joven tomó un brebaje que sabía a demonios y que la hizo toser.
—¿Pero… qué… qué me has dado?
—Nada especial. Una pócima de mi invención para cuando estoy acatarrado. Jugo de limón, whisky, algo de coñac y unas gotas de jarabe de menta para endulzar…
—¡Puah!, es vomitivo…
—Vamos cuéntame, qué te ha sucedido.
—Bien pues… normalmente cojo por el parque… como ya sabes… se acorta camino. Hoy hice lo mismo y… creí que… me pareció que alguien me seguía…
—¡Ay, ay, ay!, … ya tenemos nuestro particular expediente X. Nuestra amiga Scully perseguida por un ser fantasmal de la dimensión desconocida. Era una buena serie ¿sabes? Por cierto, también podría tratarse de tu admirador, el «cara de conejo»…
—¡No te burles!, ¡No estoy para bromas!
—No lo pretendía… lo siento…
—Perdóname Yves, estoy algo nerviosa.
—Comprendo.
—¿Te llamó Paul?
—Sí, estará aquí aproximadamente dentro de diez minutos. Mientras, voy a preparar un poco de café, no creo que le apetezca mi elixir de larga vida…
—No, más bien no.
Cuando el café estaba casi a punto, llamaron a la puerta. Corinne fue a abrir, pero Yves, saliendo rápido de la cocina, se le adelantó.
—¡Hola chicos! ¿Qué tal?
—Bien, muy bien —respondió Yves mientras miraba en dirección a Corinne. Ésta respondió a su mirada con una leve sonrisa de agradecimiento. Su amigo salía al quite, evitando que el recién llegado se diera cuenta del agitado estado en que se encontraba ella.
Una vez servidos los cafés y todos sentados alrededor de la mesa, Paul se dirigió a la joven.
—¿Qué tal Corinne, alguna novedad?