Corinne llegaba con la cafetera humeante y una sonrisa cansina.
—¡Más café para mi detective!
—Gracias, eres un sol.
La joven vino a sentarse a su lado y sirviendo los cafés, miró con atención el trabajo de Yves.
—Realmente no hay quien lo entienda —dijo Corinne viendo el fallido intento en la confección de palabras con algún sentido.
—Es para darse de cabeza contra la pared. No hay manera, nada encaja, nada posee ni por asomo, un posible significado. Creo que estamos perdiendo el tiempo. Lo lamento.
—No te lamentes, has hecho lo imposible. Al menos nos queda el consuelo de haberlo intentado. De otro modo, siempre estaríamos con la duda de preguntarnos si el hallazgo era importante o no. Mejor así.
Yves sacó su paquete de Gitannes y encendió un cigarrillo exhalando volutas en dirección al techo. Estaba absorto contemplando los círculos que conseguía formar de vez en cuando. Alargó su mano hacia la joven para que tomara uno.
—No gracias, prefiero los míos. Cada cual tiene su propio veneno —dijo ella sacándole la lengua como una niña traviesa. Él sonrió y dio unas cuantas caladas al mismo tiempo que cogía de nuevo aquel inmenso rompecabezas de letras y números. De repente dio un brinco. Miró atentamente la estrella y empezó a emborronar de nuevo otras cuartillas como un poseso, sin descanso. A los pocos segundos tenía ante sí unas cuántas letras que había destacado dentro de un círculo.
—¡Malditas sean esas letras del Demonio! ¡Por fin! ¡Dimos con ello Corinne, dimos con ello! —exclamó el joven alborozado, mientras se levantaba abrazando a su amiga efusivamente.
—¡Yves, menudo achuchón! —replicó ella retocándose el pelo.
—¡Mira querida, fíjate bien! No estábamos equivocados del todo. Cada dígito tenía su letra correspondiente, pero en ocasiones, al ser consecuencia de reducciones que provenían de otros números, obviamos dichas reducciones. ¿Comprendes?…
—No del todo.
—¡Observa! Arriba el 6 puede proceder del 15, ¿no es así? Entonces tenemos que este 15 puede estar formado por el 1 = A o por el 10 = K. De no ser así, el 15 correspondería a la letra P. Sigamos. Arriba a la izquierda tenemos el 1, el cuál también puede ser resultado de la reducción del 10. Obtenemos entonces que 1 = A y 10 = K. Al otro lado…
—¡Pero bueno! Si es lo mismo que vimos anteriormente —replicó Corinne interrumpiendo las explicaciones de su amigo.
—¡Espera, espera! No seas impaciente y déjame terminar —repuso Yves, mientras ella ponía cara de circunstancia—. Sigamos. Al otro lado se encuentran el 1 y el 5, en consecuencia deducimos igual que antes de que el 1 puede provenir del 10, obteniendo de nuevo 1 = A y 10 = K. Además el 5 puede ser la reducción del 23, es decir 2 + 3 = 5. Pero también puede ser un 5 simplemente… ¿Es que no ves lo que intento decirte, Corinne? A veces se utilizó un número cuyo valor era por sí mismo y en otras ocasiones no. En otras se usó el número de procedencia… ¿Lo ves más claro ahora? —la joven dudaba.
—Te lo mostraré directamente sin contarte todo el proceso —prosiguió Yves—, tal vez así será más fácil. Observa. Arriba de todo está el 6 que NO es el buen número. El bueno es el 15 = P, del que proviene. A la izquierda está el 1 cuyo valor válido es A, pero su procedencia, el 10, NO es el válido. Al otro lado, a su derecha, aparece el 15, formado por un 1 o bien un 10. En esta ocasión, el que nos vale es el 10 = K. Ahora tenemos al 5, que proviene del 23, es decir Z, que NO nos vale, sino que el correcto en este caso es el 5 que es la E. Siguiendo hacia abajo a la derecha tenemos el 2 y abajo del todo, otro 2. Sabiendo que dicho número puede proceder del 11 = L, el 19 = T, el 20 = V o el 2 mismo, o sea B, en este caso el número correcto es el 19 = T. Ahora, el número que aparece abajo del todo, NO daremos valor alguno al 2, al 19 y al 20, pero SÍ al 11 = L. Finalmente abajo a la izquierda tenemos el 54. NO daremos valor al 23, pero SI al 5 = E. Y ahora para finalizar nos queda el 4, al que NO daremos importancia, así como tampoco al 22, pero SI al 13 = N. Suponiendo que en latín no se usara la letra Y, como algunos eruditos aseguran, entonces el 22 sería la Z, y no el 23 como te he dicho antes. En resumen, tenemos ante nosotros la posibilidad de unir en el primer triángulo con el vértice hacia arriba, las letras P-EN-T, y en el otro las letras A-KE-L. Es decir, PENTAKEL, el Pentáculo… mira el dibujo y lo comprobarás.
Corinne miró estupefacta las cifras y letras que Yves había combinado y su conclusión.
—¡Es… es cierto! ¡Componen la palabra pentakel!
—Pentakel significa en alemán Pentáculo. Estamos ante el Pentáculo de Salomón. Un talismán antiquísimo que forma parte de la magia de todos los tiempos y la de sus practicantes. Si no me equivoco, creo que Paul sabe algo al respecto.
—¡Voy a llamarle! —dijo Corinne yendo rauda hacia el teléfono.
—¿Estás loca? ¡Son más de las dos de la madrugada! ¡Si le llamas, te aseguro que mañana salimos en la página de sucesos de Le Soir!
—No me negarás que ahora tenemos motivos más que suficientes para que no se burle de nosotros. ¡Llámale tú entonces, si lo hago yo persistirá en la idea de que soy una histérica y una paranoica!
—No mujer, mejor hazlo tú. Si verdaderamente te considera todo eso, no se extrañará que precisamente seas tú quien le llame. Además le… gustas, aunque no lo demuestre a causa de su carácter.
—¿Qué?... ¿Qué has dicho? —preguntó la joven intrigada y curiosa.
—Bueno, yo… a veces hablamos… igual que vosotras lo hacéis sobre un chico u otro. Cosas… ya sabes… Margot, Julie… en fin… cosas de la facultad.
—Voy… voy a llamarle —añadió la joven.
—¿Paul?... Sí, soy yo… Lamento despertarte… ¡Espera, espera!... ¡Déjame hablar!... Esta vez va en serio, sí… tenemos… ¡Que sí, te lo aseguro!... Queremos saber tu opinión… No, mañana imposible, no estaré en la ciudad… Ven por favor…
—¿Y bien? —preguntó Yves mientras la joven se hurgaba la oreja debido a los gritos de Paul.
—Ahora viene.
Ambos se sentaron repartiéndose aquel arsenal de papeles emborronados. Sólo se oía el tictac del pequeño reloj de la cocina. Al cabo de media hora aproximadamente, oyeron los tres golpes y un cuarto. La contraseña. Yves no se atrevía a abrir, creía más oportuno que fuese la joven, evitando encontrarse en primera línea cuando Paul entrase en tromba y echando chispas. Su amigo entró bostezando, con el pelo revuelto y con aspecto desaliñado debido a la premura.
—Hola chicos, espero que las novedades valgan la pena. Sacarme a estas horas de la cama… Por cierto, ¿tenéis un poco de café?
—Toneladas —respondió Corinne yendo hacia la cocina.
—Veamos que tenemos por aquí… —Paul se sentó atusándose el pelo. Su aspecto cansado y adormilado cambió de súbito cuando vio la estrella de David.
—¡Caramba!, esto parece interesante. A pesar de lo intempestivo, habéis hecho bien en llamarme. De repente observó gravemente a sus amigos, tomó un cigarrillo del paquete que se hallaba en la mesa y lanzando unas volutas de humo, preguntó directamente a la joven.
—¿Cuántas personas tienen conocimiento de todo esto?
—Pues… Moreau sabe algo, pero nada en concreto. Él fue quién nos mandó hasta un primo lejano suyo, el rabino Meyerbeek, quien a su vez nos entrevistó con Kurt Timmermans, el cabalista, y… —en aquel momento Corinne cesó de hablar bajando los ojos.
—¡Por todos los santos, y además cabalista! ¿Y porqué no os pusisteis en contacto conmigo desde un principio? ¡Puestos así, podíais hacer fotocopias de