Gustavo Jordán Astaburuaga

1891: Historia naval de la Guerra Civil


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el país en su conjunto. En lo material, experimentaba un positivo momento de renovación del poder naval, con varios nuevos buques en construcción en Europa prontos a arribar al país, para reemplazar a las unidades que estaban entrando gradualmente en obsolescencia.

      Este proceso de recambio del material se correlacionaba con una mejora en las capacidades profesionales del personal, lo cual era, por lo demás, necesario e inevitable. La Escuela Naval y las dos escuelas de aprendices a marineros habían consolidado su estabilidad, y la creación de la especialidad de Ingeniería, en 1889, anunciaba el mejoramiento del nivel profesional, con las escuelas de especialidades que se irían creando posteriormente.

      Oficial naval chileno. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 31 de enero de 1891.

      Un factor adverso que se mantendría constante sería la escasez de personal, agudizado por las nuevas adquisiciones navales que implicaban, naturalmente, el incremento de las dotaciones. Señalaba el ministro del ramo en 1890: “hasta hoy ha sido imposible subsanar la escasez de oficiales, a lo menos el Gobierno se empeña en que su instrucción militar y marinera no decaiga, sino que al contrario siga al nivel de los importantes progresos que en el último tiempo ha alcanzado el ramo de la Marina”184.

      A los progresos del material y el personal se sumaban las mejoras en infraestructura, que incluían una nueva sede para la Escuela Naval comenzada en 1884, pero lo más trascendente para la operatividad de la Armada, era la decisión de construir en Talcahuano, su principal base naval, un dique seco, obra que fue inaugurada, como ya sabemos, por el Presidente el 15 de diciembre de 1890185.

      En la política de adquisiciones navales, había jugado un papel principal el contralmirante Juan José Latorre, designado Jefe de la Misión Naval establecida en Francia186 y quien era, además, políticamente cercano a Balmaceda.

      El escalafón de oficiales ejecutivos (de mando a flote) estaba compuesto por: 5 contralmirantes, 9 capitanes de navío, 24 capitanes de fragata, 27 tenientes 1°, 22 tenientes 2° y 33 guardiamarinas187.

      La Escuadra contaba con los blindados Blanco Encalada, Cochrane y Huáscar, el crucero Esmeralda, las corbetas Chacabuco, O’Higgins y Abtao y las cañoneras Magallanes y Pilcomayo188. Es decir, después de la Guerra del Pacífico, la fuerza naval había experimentado escasas variaciones, con la excepción del moderno crucero Esmeralda, a lo que debía agregarse la modernización de la artillería de los blindados Cochrane y Blanco. Como buques auxiliares se contaba con los vapores Toltén y Lautaro, los buques escuelas N°s 1 y 2, las escampavías Toro, Gaviota, Valparaíso, Cóndor y Huemul y los pontones Thalaba, Miraflores y Kate-Kellock189. Finalmente, se contaba con 9 torpederas de botalón de la Guerra del Pacífico y una más moderna, la lancha torpedera Sargento Aldea190.

      ENERO, 1891: LA REVOLUCIÓN LLEGA EN EL AÑO NUEVO

      La tensión política acumulada durante 1890 llegó a su punto máximo el 1° de enero de 1891, cuando la Comisión Conservadora volvió a solicitar al Presidente Balmaceda, ahora por última vez, que convocase al Poder Legislativo a sesiones extraordinarias para aprobar las leyes necesarias para que el país pudiese funcionar, sin lograr convencerlo.

      En respuesta, Balmaceda promulgó un decreto-manifiesto, emitido ese mismo día, donde declaraba su resolución de mantener funcionando las Fuerzas Armadas y demás reparticiones públicas sin un presupuesto aprobado por el Congreso, fundamentando esta resolución con un manifiesto en que declaraba que no lo guiaba la ambición, ya que solo le quedaban algunos meses para dejar el poder, y que tampoco pretendía implantar una dictadura, habiendo tenido una vida política de un cuarto de siglo respetando los cauces institucionales191.

      La oposición reaccionó confeccionando un Acta de Deposición de Balmaceda192, con el fundamento de que el Presidente había violado el ordenamiento constitucional y estaba absolutamente imposibilitado para seguir gobernando. Esta acta fue firmada por 16 senadores y 73 diputados, los que representaban la mayoría de las dos cámaras del Congreso Nacional.

      El 5 de enero, un Decreto Supremo declaraba que, mientras se dictase la Ley de Presupuesto de 1891, regía la del año anterior. Al revés de lo que había sucedido a fines de 1890, en los primeros días de 1891, la lucha política se limitó a la prensa, en especial la de oposición, que renovaba sus diatribas contra quien ahora llamaban el “dictador” Balmaceda y hacía llamamientos a la acción a las Fuerzas Armadas193. Uno de dichos llamados afirmaba que el Ejército y Marina debían obediencia “a las autoridades regulares, pero de ningún modo a los usurpadores, ni siquiera a los que derivan su derecho de la ley, puesto que la ley está derogada”194.

      En las calles de las ciudades chilenas, se percibía una tensa calma, sin embargo, esta calma era solo aparente. Mientras la población permanecía a la expectativa, las fuerzas que pronto irían al enfrentamiento se ordenaban y, así como en La Moneda se aseguraba la lealtad de los principales mandos del Ejército, los líderes del Congreso hacían otro tanto con los mandos de la Armada.

      Uno de los factores que los líderes del Congreso tenían en su favor, era que la Escuadra no se hallaba organizada como tal, por lo que se necesitaba asegurar las lealtades de los comandantes de los buques y sus dotaciones, y buscar a un jefe que liderase a la Escuadra. Encontrar a este último fue tarea relativamente fácil, ya que se trataba de un oficial experimentado, de una extensa carrera naval, veterano de la Guerra de 1879, y con gran ascendencia sobre el personal naval; en cambio, no tenía el favor del Gobierno y se sentía políticamente opositor a este: se trataba del capitán de navío Jorge Montt Álvarez. La estampa de Montt se distinguía por su pequeña estatura que contrastaba con su fuerte carácter. En 1891, tenía un ascendiente indudable sobre la oficialidad joven. Además de ser una de las personalidades más influyentes de la Marina de su época, representaba uno de los polos que existían en el seno de la misma, siendo el otro el contralmirante Juan José Latorre, el vencedor de Angamos195.

      Oficialidad del blindado Blanco Encalada. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 31 de enero de 1891.

      Marinería del blindado Blanco Encalada. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 31 de enero de 1891.

      El 6 de enero, el Vicepresidente del Senado, Waldo Silva, y el Presidente de la Cámara de Diputados, Ramón Barros Luco, hicieron llegar al comandante Montt el Acta de Deposición del Presidente Balmaceda, antes comentada, firmada por la mayoría de los diputados y senadores integrantes del Congreso Nacional, documento donde se disponía que se organizara una División Naval “para hacer comprender al Presidente de la República que la Armada obedece a la Constitución”196. En dicha acta se nombraba como jefe de esta fuerza naval al capitán de navío Jorge Montt, quien aceptó su cargo el mismo día 6.

      Pese al gran homenaje que le efectuaron los partidos políticos de oposición en el mes de noviembre y otras actividades similares, finalmente, el general Baquedano permanecería neutral durante la Guerra Civil de 1891. De esta manera, “ni el general Baquedano ni ningún otro general se atrevió a encabezar el movimiento, y el ejemplar de la nota del Congreso (el Acta de Deposición del Presidente Balmaceda) destinada al Ejército quedó con el nombre de este líder en blanco”197.

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