Gustavo Jordán Astaburuaga

1891: Historia naval de la Guerra Civil


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colocado al Gobierno fuera de la Constitución172. El mismo general Barbosa fue el encargado de efectuar una limpieza de los oficiales que no eran balmacedistas, asegurándose la lealtad de los mandos de los regimientos, por diferentes métodos.

      El general Velásquez, también abiertamente balmacedista, pronunció el 12 de febrero de 1890, en su calidad de ministro, las siguientes palabras en un discurso: “Como militar y como hombre de sentimientos no puedo permanecer indiferente ante las ideas manifestadas por mis colegas de gabinete, encaminadas a la unificación del Partido Liberal. Así únicamente podremos alcanzar la realización de los nobles y sinceros propósitos expresados por el honorable ministro del Interior. En mi calidad de miembro del Ejército pido una copa por los antiguos militares que nos dieron la unión nacional, precursora de la unión no menos legítima que el ministerio y el país reclaman: la unión noble y gloriosa del Partido Liberal”173. Como puede apreciarse, este fue un discurso eminentemente político.

      Pocos meses después, el 26 de mayo, se produjo una nueva intervención política pública de un militar, esta vez desde la oposición, de parte del coronel del Canto, uno de los máximos héroes en la Guerra del Pacífico, quien afirmó en un discurso: “Sabéis, señores, que nunca he tenido otra insignia que me guíe que la de la Patria; sabéis, también, que no he educado soldados sino para el servicio de la Patria; que el honor del soldado está ceñido al puño de su espada; que debe obedecer a sus jefes, y respetar sobre todo los poderes constituidos: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. La Constitución, señores, no ha podido ponerse en el caso de un divorcio entre estos poderes. El Ejército, aunque en una situación difícil, sabrá cumplir con los mandatos de la Constitución, porque es digno y ama a su Patria”174.

      A juicio de los algunos balmacedistas, este fue un discurso subversivo contra el Presidente de la República175. Lo que está claro es su ambigüedad, que deja abierta la posibilidad de que Fuerzas Armadas se pronunciaran por cualquiera de los dos bandos en conflicto en caso que se vulnerara la Constitución. Las reacciones no se dejaron esperar: el coronel del Canto fue duramente atacado por la prensa cercana al Gobierno y fue el propio general Barbosa quien lo sancionó con sesenta días de prisión y se le destinó a la guarnición más alejada del Ejército: Tacna y “desde entonces se transformó en uno de los principales enemigos del Gobierno y en una de las figuras más confiables para la oposición”176.

      El general Barbosa, comandante de la guarnición militar de Santiago, por su parte, volvería a deliberar políticamente en la lectura de un discurso efectuada en agosto de 1890: “¡Los políticos a sus puestos! ¡Los soldados a cubrir la guardia! Los que hemos llegado a cargar galones después de rudas y penosas pruebas, los que hemos sentido la satisfacción del deber cumplido, sabemos bien, como lo sabe el último ciudadano alistado en nuestro Ejército, que la Constitución nos prohíbe deliberar y que la Ordenanza nos enseñan a acatar y a rendir ciega obediencia a las autoridades legalmente constituidas; a cumplir y hacer cumplir sus órdenes cuando no van reñidas con el honor y la dignidad…. Usando del derecho que dejo apuntado, el que da la disciplina militar, voy a rogaros me permitáis el honor de beber una copa por S.E. el Presidente de la República, que tan bien ha sabido mantener la Constitución y sus fueros; por los señores ministros que han estado como él, al pie de la bandera, y por los que han sostenido con tranquilidad y brillo la buena causa”177. De esta manera finalizaba su discurso con un brindis de carácter político.

      En noviembre, como ya se mencionó, la oposición organizó un gran homenaje al general Baquedano, el más famoso de los héroes de la Guerra del Pacífico, que había regresado recientemente de un viaje a Europa, el cual tuvo todas las características de un acto político: los opositores querían manifestar su gran afecto a dicho general. La situación política interna estaba muy tensa: “En la práctica el general Baquedano, como muchos pensaban, era el garante de la Constitución en los momentos difíciles que vivía Chile”178, como lo expresó con claridad el embajador de Alemania en Chile, asistente a este homenaje. El hecho de que la oposición hubiera llamado al general Baquedano el “Jefe Supremo del Ejército Chileno, guardián de la Constitución” en este acto era un claro mensaje para Balmaceda. Este multitudinario acto fue duramente criticado por los partidarios del Gobierno y alabado por sus opositores.

      En diciembre, la intensidad del conflicto político interno llegó a niveles insostenibles y los llamados de todos los sectores políticos a los uniformados para intervenir en el conflicto político interno se hicieron cada vez más recurrentes por todos los medios179.

      Crucero protegido Esmeralda (3°), grabado de la revista La Ilustración Española y Americana, Madrid. Archivo Histórico de la Armada, Repositorio Digital.

      A fines de 1890, la oposición política a Balmaceda era ya muy intensa. Por aquellos días se rumoreaba que los opositores planeaban un levantamiento de la guarnición militar de Santiago y de la Escuadra surta en Valparaíso. En palabras del almirante Langlois: “como Valparaíso había demostrado claramente su oposición al Gobierno, se pensaba que los marinos, serían partidarios del Congreso. Esto fue corroborado por Balmaceda quien hizo un viaje a bordo de la Escuadra a Talcahuano a mediados de diciembre de 1890 (como ya sabemos a inaugurar un dique seco) y su comitiva tuvo pruebas adversas de las opiniones de los oficiales, los que abiertamente las manifestaban”180.

      En el citado viaje de Balmaceda a Talcahuano embarcado en el blindado Cochrane, ocurrieron dos hechos importantes: en primer lugar, el almirante Williams Rebolledo, había recibido días antes un anónimo que lo instaba a trasladar a Balmaceda a Juan Fernández, para terminar con su gobierno “despótico”, anónimo del cual fue informado Balmaceda; el segundo hecho se produjo a bordo del blindado Cochrane donde el Presidente fue tratado con gran frialdad por los oficiales, y en un momento cuando estaba sentado cerca de la torre de mando, el oficial de guardia se le acercó y le dijo en un tono poco respetuoso: “está prohibido estar ahí”, lo que podría ser considerado como una clara descortesía con el Presidente de la República.

      Considerando lo anterior, se tomaría la decisión de que el Presidente regresara a Santiago en tren181 y no embarcado en la Escuadra. Por esta razón y, en cierta manera como un castigo, se ordenó que el blindado Cochrane y la corbeta O’Higgins se dirigieran a Quintero en espera de órdenes, separándolos de la Escuadra, que permaneció surta en Valparaíso.

      Al terminar 1890, otro hecho de deliberación militar fue originado por un oficial de Ejército de prestigio: el teniente coronel Jorge Boonen, quien, junto al también teniente coronel del Ejército alemán, Emilio Körner, estaban liderando la modernización del Ejército desde la reciente creada Academia de Guerra del Ejército.

      En palabras de Boonen: “no quería servir una hora a la dictadura que veía venir”182 y, el 30 de diciembre de 1890, escribió en el periódico de “La Época”, de oposición, un artículo en el que se lee: “las órdenes que se dan, sin tener atribuciones o derecho para ello, no pueden ni deben ser obedecidas por los que las reciben. Si un general tratara de volver sus armas contra su propia Patria o hacer pasar a sus tropas al enemigo, las órdenes que diera al efecto no podrían ser obedecidas por sus subalternos. Otro tanto podríamos decir de los que trataran de emplear las fuerzas que la Nación les confía para custodiar su honra y su seguridad, en beneficio propio y para derrocar sus instituciones. Como se ve, existen y se pueden presentar casos en la vida militar en los cuales la desobediencia sería un deber, porque los intereses de individuos aislados están muy por abajo de los de la Patria, que un militar de honor nunca debe olvidar”183.

      Por otra parte, se atribuye a Boonen una influencia decisiva en la resolución del teniente coronel Emilio Körner de adherir a la Guerra Civil por el bando del Congreso.

      Así terminaba el año 1890, lleno de crecientes incertidumbres y con un ambiente político interno polarizado al máximo. Los dos bandos enfrentados no habían logrado saldar sus diferencias por los medios democráticos existentes y ya estaban decididos a utilizar a las Fuerzas Armadas para zanjar, en definitiva, sus irreconciliables posturas políticas.

      El Ejército y la Armada no habían buscado entrar en la política contingente, fueron arrastrados por los partidos políticos,