Gustavo Jordán Astaburuaga

1891: Historia naval de la Guerra Civil


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que convocase al Poder Legislativo a sesiones extraordinarias con el objeto de aprobar las llamadas “leyes periódicas”. Estas eran las de presupuesto y gastos del Ejército y la Marina, es decir, las que permitían el funcionamiento básico del país, y cuyo plazo máximo para su aprobación era el 31 de diciembre.

      La nota de la Comisión Conservadora fue contestada por Balmaceda el 26 de noviembre con la negativa a llamar a una legislatura extraordinaria, en la que afirmaba: “subsistiendo las causas que determinaron la clausura de las sesiones extraordinarias del Congreso Nacional el 15 de octubre último, no ha llegado aún el momento de convocarlo”161. Ello provocó la protesta no solo de la Comisión Conservadora en funciones, sino también del resto de los legisladores que se hallaban en receso y, en general, de todos los opositores al Gobierno.

      ¿Por qué el Presidente se negó a la reapertura del Congreso si debía tratarse un asunto tan indispensable como las mencionadas leyes? Con justa razón temía que podría enfrentar una nueva acusación constitucional, esta vez contra su nuevo gabinete, encabezado por Vicuña, lo que le haría muy difícil o imposible gobernar162. La breve tregua había finalizado y entre los opositores ya se incubaba la idea de una revolución163.

      Mientras la crisis política seguía escalando en Santiago, Balmaceda persistió en su estrategia política de realizar giras por el país para ganarse el favor de los chilenos. Si en marzo de 1889 fue al norte del país, en octubre de 1890, fue al sur, inaugurando el viaducto del Malleco, el 26 de octubre, y la vía férrea de Collipulli a Victoria, al día siguiente. En sus respectivos discursos, el énfasis estaba claramente puesto en el progreso del país a través de obras como aquellas, denotando cuáles eran las prioridades del Presidente y, de manera implícita, el fastidio que debió haberle producido la lucha política interna164. En diciembre, en un ambiente aún más tenso, realizó un nuevo viaje a la zona de Concepción, donde inauguró las obras del dique seco en Talcahuano, el 15 de ese mes165.

      A su regreso, fue recibido con grandes manifestaciones de repudio, lo que evidenciaba la disociación entre su estilo ideal de hacer gobierno y la dura realidad. Así recuerda Arturo Alessandri Palma el ambiente a finales de 1890: “en este período la agitación pública contra el Gobierno alcanzó su máximo. Las galerías y tribunas (del Congreso), después de cada sesión, se desbordaban por las calles y plazas inflamadas con los discursos violentos pronunciados por los senadores y diputados. Se improvisaban meetings y tumultos hasta altas horas de la noche, en las plazas y paseos públicos. Se injuriaba en ellos al Gobierno, se agredía a la Policía y a las fuerzas del Ejército que concurrían a guardar el orden. La juventud y los clubs eran los principales promotores de estos desórdenes. Todos nos creíamos obligados a concurrir a ellos como si se tratara del cumplimiento de un deber. Los principales meetings, sin obtener autorización o permiso de la autoridad, como lo mandaba la ordenanza, se verificaban en la Plaza de Armas”166.

      Además de este ambiente cada vez más confrontacional, alimentado por la virulencia de la prensa de ambos bandos, se produjeron hechos puntuales que siguieron empeorando la división entre los chilenos. El 29 de noviembre se realizó otro hecho político relacionado con el Ejército: un gran homenaje público al general Manuel Baquedano, que analizaremos más adelante167.

      Mucho más grave fue el incidente acaecido en una reunión que se realizó en el Club Conservador de Santiago, presidida por el líder conservador Joaquín Walker Martínez, la noche del 19 de diciembre. A raíz de la presencia de la Policía, se produjo un tiroteo entre esta y algunos asistentes que habían acudido armados; tras intentar huir, el joven conservador Isidro Ossa Vicuña fue baleado, y falleció posteriormente a causa de sus heridas. Ahora los opositores tenían un mártir168.

      Mientras la confrontación subía cada vez más de tono, el calendario avanzaba inexorablemente hacia los últimos días de diciembre, cuando el gran problema institucional se haría insoslayable. Según la visión de uno de los autores que le son más críticos, varias fueron las oportunidades que la oposición brindó al Presidente Balmaceda, entre julio de 1890 y agosto de 1891, para solucionar las graves diferencias políticas, es decir, antes de la Guerra Civil y cuando esta ya se encaminaba a su desenlace, y que él desechó: “No aceptó nada, ni quiso estudiar nada. En su lunática soberbia, exigía que los adversarios abandonaran las armas y se entregaran sin luchar y sin condiciones, cuando ya hasta un problema de amor propio estaba de por medio”.

      Por su parte, el ex ministro Bañados, afirmó que la revolución “ha sido concepción y obra de un grupo de caudillos que pusieron en juego sus influencias, su oro, su poder social y hasta la religión con sus cohortes y cofradías, para satisfacer planes políticos en beneficio de partidos políticos”169.

      Con un criterio más ecuánime, el historiador contemporáneo Alejandro San Francisco resume la situación a fines de 1890 como sigue: “En realidad, parece que solo existían salidas que las partes no estaban dispuestas a aceptar, porque implicaban un compromiso y una concesión de poder al adversario. Por ejemplo, uno de los bandos podría haber decidido claudicar, someterse frente al otro, sin ejercer sus propios derechos constitucionales. Tal vez Balmaceda podría haber aceptado gabinetes meramente parlamentarios que dirigieran la política chilena; o quizá el Congreso podría haber facilitado un gobierno exclusivamente presidencial, en vez de seguir insistiendo en su derecho a formar ministerios. En la práctica, había alternativas para cada caso”170.

      LA POLITIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS CHILENAS EN 1890171

      Como ya se indicó, a principios de ese año el Presidente Balmaceda puso término a una tradición que se había mantenido por casi 60 años de prescindencia política de las Fuerzas Armadas, al designar al general Velásquez, oficial en servicio activo, como ministro de Estado. A contar de ese momento, los líderes balmacedistas empezaron a privilegiar a los militares que actuaban en favor del Gobierno, mientras que los partidos de la oposición empezaron a destacar y respaldar a aquellos uniformados que se mostraban más distantes y críticos de la administración. De esta manera, la lucha por el poder político se trasladó gradualmente y, en forma creciente, hacia las instituciones castrenses y tuvo implicancias cada vez más serias en aquellas.

      El aumento de la presencia de los uniformados en la política contingente, se manifestó de dos formas: en primer lugar, se produjo un proceso creciente de politización de las Fuerzas Armadas, especialmente del Ejército, y, en segundo lugar, a medida que la crisis política se agravaba, ambos bandos enfrentados empezaron a buscar aliados o simpatizantes en los uniformados para asegurarse su respaldo, en caso que el conflicto escalara a un nivel donde tuviese que emplearse la fuerza militar, todo lo cual puede denominarse como el “proceso de militarización de la política”. Así fue como, en 1890, se rompió la tradición de no deliberación de las Fuerzas Armadas, establecida claramente en la Constitución de 1833, por la acción de los políticos, tanto del Gobierno como de la oposición.

      Uno de los elementos más relevantes de la manifestación pública de la politización de las Fuerzas Armadas, fue la creciente participación de altos mandos del Ejército en el debate político interno, a través de actuaciones, manifestaciones y discursos públicos. Entre los actos más importantes de participación política de los militares, o de militarización de la política en 1890, pueden mencionarse los que se indican:

       Nombramiento de oficiales del Ejército en servicio como ministros de Estado.

       Participación de uniformados en actos públicos de carácter político.

       Homenajes públicos a militares, con evidente contenido político.

       Utilización política en la tramitación de leyes relacionadas con las FF.AA.

       Surgimiento de candidaturas de militares a la presidencia de la República.

       Aumento de militares en las comitivas de los viajes presidenciales.

       Creciente actos de deliberación política de los militares.

       Propuestas de soluciones a los conflictos políticos utilizando la fuerza militar.

      Lo más grave que ocurrió en 1890 fue el plan del Gobierno, ya mencionado, de clausurar el Congreso a fines de