con sus acciones, que ella no había sido alguien importante en su vida y que solo había sido una de sus conquistas de verano, con quien la pasó fantásticamente bien y con la que se divirtió muchísimo, pero tan solo fue una más en su lista. Debía acostumbrarse a cruzárselo y verlo siempre muy bien acompañado. No debía olvidar que formaba parte del grupo de sus amigos y que estaba a punto de iniciar una nueva vida. Debía olvidarse de él como hombre. Aunque se sintiera muy atraída. Aunque al tenerlo cerca su pulso se acelerara descontrolado y dejara de pensar con claridad. Aunque lo siguiera amando con desmesura. Aunque lo siguiera odiando por haberla abandonado cuando más lo necesitaba.
Cuando logró recomponerse, se acercó a donde estaban Esteban y Micaela acompañados de Fernando y Natalia, situación que no podía evitar que pasara, para su desgracia. Andrés caminó a su lado tomándola por la cintura y eso le dio la seguridad que necesitaba para hacer frente al momento que se avecinaba. Solo esperaba que nadie se percatara de lo nerviosa e incómoda que la ponía esa estresante situación. Natalia centró toda su atención en Andrés desde que los vio acercarse al grupo, y eso extrañó a Florencia. Si no fuera porque sabía que estaba comprometida y embarazada, pensaría que Natalia había caído rendida a los pies de Andrés y que, si él le pidiese pasar la noche juntos, ella no dudaría en decir que sí. Le sorprendió ver en Natalia esa expresión de deseo. Si fuera ella quien estuviera al lado de Fernando, no tendría ojos más que para él. De cierta manera así era; si bien Andrés era guapísimo, tanto que robaba el aliento con esos ojos azules que prometían un viaje a la luna, no llegaba a eclipsarla como hacía Fernando con su mera presencia.
Con solo pensar en Fernando sentía una opresión en el pecho que la dejaba sin aliento, ni hablar cuando lo tenía delante. Su cuerpo vibraba ansioso por volver a sentir esos dedos y esos labios recorriéndolo completamente, por volver a sentir el roce de sus pieles desnudas, por volver a experimentar el placer indescriptible que le hacía sentir cuando le hacía el amor. Otra vez se maldijo por los derroteros que tomaban sus pensamientos pecaminosos. Le temblaban las piernas por el deseo que, con solo imaginárselo, le hacía sentir. Respiró hondo para calmarse, para acallar el murmullo en su cabeza y para apaciguar el calor que desprendía su cuerpo deseoso de que esas fantasías se hicieran realidad.
Hubiera preferido evitarlo y no padecer esa tortura, pero no podía porque llamaría la atención de sus amigos. Ya había tenido suficiente por un día: con Micaela, que la vio con la guardia baja, y con Fernando, que la acosaba con sus dudas. No tenía ni las fuerzas ni las ganas para dar más explicaciones. De momento, tenía que poner el pecho y hacer frente a la situación. Micaela, ni bien la tuvo a su alcance, la abrazó eufórica y la felicitó por el espectáculo que dio. Fue la distracción que necesitaba para acallar su mente perturbada por la cercanía de Fernando y para recobrar la compostura. Gracias a Dios o más bien a ella, sus sentimientos no eran evidentes a los ojos de los demás. Si algo había aprendido a lo largo de los años era a ocultarlos bajo su piel. Natalia también se le acercó, le dio un cálido abrazo y la felicitó por ser tan desinhibida y alocada. Le hizo saber, sin importarle si su prometido la escuchaba y se molestaba ante su comentario, que le encantaba su forma de ser libertina y que era muy afortunada por comerse a ese bombón apetitoso.
Natalia, con su comentario malicioso y divertido, le había empezado a caer bien. Una mujer enamorada nunca diría eso en voz alta a una persona que recién conocía. No había tanta confianza como para bromear con algo así. Llegó a la conclusión de que Natalia no estaba tan enamorada como debería estarlo una mujer comprometida en matrimonio. Sonrió con malicia al saber esa importante información. Fernando padecería, a la larga, del mismo mal que ella sufría. Sufriría por amor porque se estaba encadenando a una vida sin él. Llegado ese momento, comprendería al fin el daño que le causó, y a ella no le importaría verlo en ese estado penoso, porque para ese entonces ya se habría olvidado definitivamente de él. Para cuando eso ocurriera, ya lo habría arrancado de su corazón.
La pena oprimió su pecho. Sintió que se ahogaba y que no podía respirar. A pesar de que lo odiaba intensamente y de que quería verlo padecer y disfrutar con ello, lo amaba de igual manera, por lo que no podía soportar la idea de que sufriera. No quería que él pasara por su mismo mal. Necesitaba una copa de alcohol para acallar la batalla entre el bien y el mal que se estaba gestando en su cabeza. No quería pensar más, detestaba a Fernando por ponerla taciturna. Cada segundo que pasaba le costaba más fingir que todo estaba bien.
Florencia se acercó a Esteban, que la miraba entre celoso y molesto, quizás porque sabía que el hombre con el que había bailado y que estaba a su lado era el mismo con el que se había ido la noche anterior del boliche. Ella quería demasiado a su amigo, pero lo que más le gustaba era hacerlo enfadar. Miro a Micaela y esta, como habían acordado, se acercó a Andrés y le dio un caluroso abrazo para molestar a Esteban, que se había mostrado en desacuerdo con que ese hombre se quedara a seguir la fiesta con ellos. Lo miraba con celo, le molestaba la cercanía y la confianza con que se movía entre las mujeres, especialmente con ella y con su novia, como si el hecho de haber bailado y mostrado su cuerpo musculoso lo habilitara para eso.
—¿No me piensas felicitar? —le dijo Florencia plantándose frente a Esteban. Fernando estaba junto a él, pero no podía mirarlo, aún no había recobrado las fuerzas necesarias para hacerlo. Necesitaba unos minutos más para lidiar con los sentimientos que despertaba en ella su cercanía.
—Te felicito —le dijo con poco entusiasmo.
—Pero qué amargado eres —lo regañó—. ¿Me vas a decir que no te gustó el show?, ¿que no te divertiste?, ¿que no te gustaron mis movimientos? —lo pinchó haciéndole varias preguntas seguidas y se contoneó para dar énfasis a sus palabras.
Si bien él estaba en pareja con Micaela y sabía que estaba enamorado de ella, también sabía que no podía controlar sus celos. Siempre mantuvieron una relación de amistad con derecho a roce durante todos esos años y se querían muchísimo, pero a pesar de eso él siempre se preocupó y cuidó de ella como si fuera su hermano mayor.
—A decir verdad, no me gustó nada verte contornearte contra él con tanta confianza si no lo conoces demasiado, además, mira cómo abraza a mi chica. —No anduvo con rodeos, estaba de mal humor y nada haría cambiar su opinión respecto a ese tipo.
Estaba muy embroncado. No solo porque ese sujeto siguiera en ese lugar y hubiera bailado con Florencia, también porque estaba hablando muy animadamente con su novia y la trataba con demasiada confianza para su gusto. Más le molestó ver que Micaela no hubiera hecho nada al respecto cuando la rodeó con su musculoso brazo por la cintura. Florencia tuvo que contenerse para no ponerse a reír a mandíbula suelta delante de su amigo al verlo comportarse de manera tan posesiva. También tuvo que contenerse para no mirar a Fernando, que seguramente opinaba lo mismo que Esteban y que seguramente tendría en sus ojos una mirada tan fría que daría miedo verla. Un escalofrío le recorrió el cuerpo nuevamente, al imaginárselo. Miró a Micaela y no solo ella estaba hablando relajada con Andrés, también lo hacía Natalia, pero a diferencia de Micaela, Natalia se lo estaba comiendo con la mirada y estaba muy cerca de él, tanto que sus cuerpos se rozaban con descaro. No aguantó las ganas y miró a Fernando; necesitaba saber si le molestaba que su novia se estuviera pavoneando con Andrés. Lo que nunca se imaginó fue encontrarse con la mirada de Fernando fija en ella, como si estuvieran solos en ese lugar. Pudo ver deseo y enojo reflejados en su mirada. Tragó saliva para calmar la sequedad que de pronto sintió en la garganta y respiró hondo para calmar el temblor que la sacudió.
—Hola, Fernando… —lo saludó sin moverse de su lugar. Hubiera querido darle un beso en la mejilla para sentir el roce de su piel y para poder embriagarse con su perfume, pero se abstuvo de hacerlo. Él no le devolvió el saludo, solo le sostuvo una mirada que no presagiaba nada bueno—. Por tu cara, creo que tampoco vas a felicitarme por el espectáculo que di… —lo provocó buscando algún tipo de reacción. Fernando la fulminó con la mirada y apretó la mandíbula con fuerza. No había dudas de que estaba luchando para no decirle unas cuantas cosas—. Aunque pensándolo, creo que te gustaron mis movimientos sensuales, seguro que te imaginaste que eras Andrés —dijo con ironía. Estaba disfrutando de su tortura, pincharlo se le daba mejor que evitarlo, al menos así podía sacar fuera la frustración que