y asombrada por partes iguales. Sabía que había mucha complicidad entre ellas y que eran como hermanas, la noche anterior había sido testigo de ello, pero verlas jugar entre ellas con el único propósito de excitar a Andrés con su juego perverso la dejaba sin palabras. En ese momento entendió la obsesión de Esteban con Florencia y comprendió que lo tenía fascinado su espíritu libre y que mostraba con cada acción o cosa que hacía, sin importarle lo que los demás pensaran de ella.
Ambas amigas caminaron hacia el hombretón parado frente a ellas, como felinas al acecho, contorneando sus cuerpos perfectos y bien dotados de curvas, como había sugerido Florencia. Ana se posicionó detrás, mientras Florencia lo hizo de frente. Andrés las miró con una media sonrisa, le gustaba ser cazado, y más que nada, le gustaba el cambio de roles. Esas amigas lo enloquecían como lo habían hecho la noche anterior en cuanto las vio bailar al ritmo de la música. Quedó atrapado entre esas dos bellezas, se deleitó con el roce de sus dedos sobre su piel desnuda y de cómo jugaban tentándolo. Les siguió el juego deseoso de ver hasta dónde eran capaces de llegar. No conocía demasiado bien a Florencia, pero presentía que tenía guardado un as bajo la manga y esa expectación lo excitó. Sin dudas, esa noche todas las mujeres se llevarían una gran sorpresa cuando quedara en paños menores.
8
Ana seguía moviéndose al compás de la música y acariciando la espalda musculosa de Andrés cuando le llamaron la atención unos rugidos salvajes y unos silbidos. Desconcertada, levantó la mirada y se quedó dura como una piedra al ver a Pablo, observándola con mirada ardiente, sentado en una silla, muy cerca de ella. Le sonrió satisfecho por el espectáculo que estaba presenciando y la instó a seguir con una seña. Ana no podía creer lo que veían sus ojos, no solo tenía a Pablo sentado cerca de ella, sino que, además, se mostraba fascinado con el show que estaba dando con Florencia y el stripper. Se excitó con el solo hecho de saberse observada por su prometido y eso la hizo sentirse poderosa y sexi por unos instantes, ya que los nervios se apoderaron de ella. Mostrándose natural, se separó de Andrés y se situó a espaldas de Florencia para pedirle explicaciones, pero sin dejar de bailar sensualmente.
—Dime que fue cosa tuya dejar que los chicos vinieran a nuestra fiesta —le exigió saber. Conociéndola, sabía que era la artífice principal de esa extraña y alocada situación; dudaba que esa fuera una idea de su futuro marido.
Florencia no se mostró asombrada por las palabras de Ana porque, obviamente, sabía que Pablo estaba por llegar con sus amigos para ver el show, que no solo iba dirigido a Ana, sino también a él. Como habían acordado, le envió un mensaje de WhatsApp cuando estaba a punto de comenzar el espectáculo. Estaba tan ensimismada en el baile, que no se había percatado del momento en que entró Pablo con el resto de la banda. Agradeció que Micaela hubiera estado atenta y los hiciera pasar. Había hecho bien poniéndola al tanto de la última sorpresa de la noche… Sorpresa que la dejó muda y anonadada, porque jamás había imaginado encontrarse con un grupo que se tuviera tanta confianza como ese. Los hombres no solo no se molestaban porque las chicas disfrutaran de un show de striptease, sino que también participaban encantados.
Sin dejar de menearse de manera provocadora, se giró dándole la espalda a Andrés y se encontró con la mirada asesina de su amiga y con los gritos eufóricos de sus amigos, que estaban encantados con el espectáculo que estaban dando. Se meneó con más lascivia buscando excitar al género masculino, especialmente a Fernando, que seguramente estaba observándola, oculto en algún lugar. Andrés se pegó más a su espalda y recorrió su cuerpo con sus grandes manos y la acompañó en sus movimientos. Florencia obligó a Ana a girar sobre sí y la dejó expuesta a los ojos de su futuro marido. Pablo la miraba como un lobo hambriento, deseoso de ver más cachondeo. Florencia le acarició los brazos y Andrés, sin que se lo pidiera, tomó con sus manos por la cintura a Ana y la obligó a menear su pelvis para que no se notara su nerviosismo y su incomodidad. Florencia pudo notar que Ana se relajaba de a poco, ya no tenía los músculos tan tiesos y había empezado a contornear el cuerpo al compás de los movimientos que marcaba Andrés.
—Pablo también se merecía que le hicieran un striptease, pero no quería ver a cualquier chica meneándose delante de él, solo quería ver a su chica, por eso aceptó que viniera Andrés, y por eso está aquí; para gozar viéndote disfrutar de tu sorpresa, así que no lo decepciones —le dijo al oído para que se relajara más y disfrutara de su fiesta—. Ahora sigamos jugando, libera a tu tigresa, esa que enamoró a Pablo el día que te conoció —le ordenó con voz ronca. A ella también le excitaba sentirse observada por el gran amor de su vida, aunque entre ellos ya no hubiera nada, ni nunca lo habría.
Ana terminó por relajarse, respiró hondo para dejar salir la tensión que por un momento la embargó y observó con otros ojos a Pablo. Pudo notar que la miraba con ojos cargados de deseo, a leguas se notaba que lo excitaba verla participar del striptease y la manera en que iba vestida. Ya no se sentía nerviosa. Volvió a sentirse poderosa, sexi y atrevida, el atuendo que llevaba la ayudaba bastante. Le sostuvo la mirada a Pablo, que la observaba ansioso por verla en acción; eso hizo que su mirada cambiara y se tornara más ardiente y lujuriosa. No dudó en seguirle el juego a Florencia, que seguramente ya lo tenía planeado de antemano, como todo lo que hacía ella. Andrés se posicionó frente a ella y la obligó a mirarlo. Dejó de sentir el cuerpo de Florencia pegado al suyo y oyó la voz de Pablo gritándole miles de improperios, incitándola a demostrar de qué era capaz. Sin necesidad de mirar a su espalda, se supo a solas con Andrés. Él meneo su cuerpo muy cerca de ella, sin llegar a rozarla, y Ana no se amedrentó, todo lo contrario, incitada por los presentes, especialmente por su futuro marido, se acercó más a Andrés y bailó con movimientos sensuales buscando provocarlo. Cada uno en su mente se imaginaba que tenía enfrente a otra persona y jugaba con esa idea, tentándose con movimientos sincronizados, elevando la temperatura del lugar.
Florencia se alejó unos pasos de Ana y Andrés. La llegada de Pablo significaba el inicio del verdadero show. Le hizo señas a la DJ para que cambiara la música como habían planeado de antemano, de esa manera el striptease se tornaría más caliente y atrevido. Por turnos se disputarían la atención de Andrés e intentarían excitarlo, tanto a él como a los demás hombres presentes. Si bien no lo había hablado con Andrés para ponerlo al tanto de su plan, él era muy perceptivo y captó la idea inmediatamente después de que ella se alejara, dejándolo solo con Ana. Esa noche no haría un striptease normal, sería más un baile erótico y seductor donde intervendrían ambas partes. Tendría que seducir y dejar seducirse, provocar y dejarse provocar. Le gustó ver a su amiga más relajada, bailando con movimientos sensuales que quitaban el aliento y no dejándose amedrentar por el hombre musculoso e imponente que tenía frente a ella. Era obvio que lo hacía porque tenía a Pablo pendiente de sus movimientos, y el saberlo la enardecía y la excitaba por partes iguales. Además, también sabía que Andrés no se extralimitaría, Florencia se había encargado de dejárselo bien claro.
Desde el lugar donde se hallaba, Florencia recorrió el lugar con la mirada intentando localizar a Fernando. Lo divisó cerca de ella, sentado con Natalia sobre sus piernas, que miraba muy emocionada el espectáculo, divirtiéndose con la osadía de Ana y sin percatarse de que su futuro marido estaba tensionado y que no le prestaba atención alguna porque solo tenía ojos para ella, hecho que le agradó y que despertó su deseo de volver a estar entre sus brazos. A pesar de la poca luz, pudo ver la furia reflejada en esos ojos que la enloquecían y que jamás había olvidado a lo largo de todos esos años, y le agradó ser la responsable de su conmoción. Sonrió satisfecha al verlo en esa postura. No debía olvidar que ya formaba parte de su pasado, la vida se lo había recordado de la manera más cruel y no debía guardar falsas esperanzas ni desear algo que estaba vetado, de por vida, para ella. El amor era doloroso y la vida no dejaba de recordárselo a cada instante, su amor estaba predestinado al fracaso desde un principio, aunque ella, en su ingenuidad, hubiera creído lo contrario. Ese momento de debilidad había quedado relegado, ella era más fuerte y, aunque le doliera, debía arrancarlo de su corazón, aunque eso implicara una herida profunda.
El rostro de Fernando, desfigurado por la furia, revelaba más que sus palabras; hablaba a las claras de que le molestaba el espectáculo que estaba dando. Su actitud posesiva solo reforzó su deseo sentido unas